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Día 1. El telón comienza a despertar agitando sus alas de fuego. Es el primer día en esta trinchera -a veces infinita- y el sonido de las balas no nos asusta. Después de un año de paz, se echaba de menos la estruendosa batalla. Los cañones apuntan alto y la estela llega aquí abajo como una débil serpentina dorada. Tenemos bien cubierta la retaguardia con varias filas de batallón. El ejército del aire también nos aguarda desde la platea al paraíso.

Día 16. Después de varias semanas hemos reducido en número considerable al enemigo. Los supervivientes regresan a primera línea para seguir atacando con letras y melodías imposibles. Algunos pretenden matarnos de risa y otros de pena. Más de un popurrí se convierte aquí en la mejor arma de tortura.

A pie de foso
Ilustración: Pedripol

Día 25. Han pasado 25 días desde que comenzara el sitio. Las horas pasan lentamente en este foso, las provisiones de papelillos de todo un año han quedado estancadas a nuestros pies y el humo de los cañones ya no nos deja respirar. Las gargantas siguen disparando lanzas afiladas, cada vez más certeras. Son menos en número, pero poco a poco van ganando ventaja. Este olor a sangre y vino indica que se acerca el día de la batalla final.

Final de la contienda. El atrincheramiento está a punto de acabar. Han guardado sus mejores bombas para el final y es imposible derribarles. Sus destacamentos han conquistado el templo, aunque otros pelotones que merecían estar aquí murieron en el combate (algunos incluso por fuego amigo). Pusimos toda la crítica en el asador, pero no lo hemos conseguido. No queda nadie vivo en este foso. La copla ha vuelto a ganarnos un año más.

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