Los frecuentes desencuentros y los continuos conflictos de entendimiento que se vienen produciendo a partir del apoyo a la investidura ─que no pacto, como sabemos─ del PSOE a PODEMOS en el Ayuntamiento de Cádiz, tienen su razón de ser en el hecho de que aquel no fue un apoyo constructivo, sino reactivo. En esta diferenciación reside esa continua conflictividad (la última y más trascendente, el rechazo del PSOE a los Presupuestos), que amenaza con convertir aquel primer apoyo en un deplorable y estéril obstruccionismo a una más que deseable renovación en profundidad de la política local gaditana.
Fue un apoyo reactivo, y no constructivo, porque la finalidad ─explícita─ del PSOE no era prioritariamente favorecer una acción de gobierno decididamente encaminada a la construcción y desarrollo de las políticas renovadas, nuevas, que demanda la sociedad gaditana para revertir la problemática realidad que se cierne sobre una ciudad gobernada durante demasiado tiempo desde la miopía, la autocomplacencia y el autobombo… Este sí habría sido un apoyo constructivo. Pero para apoyar la investidura bastaba ─le bastaba al parecer al PSOE─ con desplazar a Teófila Martínez, al PP, del gobierno de la ciudad. Esa fue la razón de aquel apoyo reactivo que habría de agotarse en sí mismo con la finalización del largo y cuestionable gobierno del Partido Popular en Cádiz. Que no ha sido un hecho baladí, por otra parte.
Pero después de un año de gobierno municipal, parece haber quedado claro que las acciones reactivas no bastan para propiciar un cambio significativo del estado de cosas; es imprescindible, además, un decidido trabajo de construcción. Un trabajo proactivo, por así decirlo. Con la mirada puesta en el futuro, y que necesariamente pasa por una colaboración leal, activa y sostenida en el tiempo. Es verdad que esa sensibilidad política ha brillado por su ausencia en el Consistorio gaditano durante muchos años. Y una carencia tan decisiva está teniendo sus consecuencias, sus vicios y su reflejo en la actualidad: dificultad para la colaboración partidaria en pro de una política beneficiosa para el conjunto de la ciudad; continuas y a menudo ficticias rencillas entre partidos que no hacen otra cosa que malgastar energías y desalentar a la ciudadanía; desmesurada, y a menudo pueril, intención de apuntarse tantos de cara a los respectivos electorados…
Pero hubo, a mi entender, otra razón reactiva (esta vez tácita, no declarada) para el apoyo, y que podría haber sido un intento del PSOE gaditano por conjurar la irrelevancia que le amenaza por la desafección ciudadana manifestada repetidamente a través del voto, y su consecuente permanencia durante demasiados años en una oposición estéril y sin esperanzas objetivas de futuro. También así el PSOE habría pretendido evitar el delicado lugar en que hubiese quedado el Partido (de cara a gran parte de la militancia y simpatizantes) si no hubiera evitado, pudiéndolo, la continuidad del gobierno del PP en Cádiz.
Pero ocurre, como todo el mundo sabe, que mientras nuestras energías y expectativas están única o principalmente centradas en la reacción contra aquello que consideramos indeseable, dañino, negativo (en este caso la revalidación de un gobierno del PP), no tenemos las prioridades puestas en la construcción de lo deseable, de lo benéfico, de lo positivo (la emergencia y desarrollo de una nueva política municipal). La simple reacción en contra, sistemática y/o con argumentos cogidos con alfileres, suele ser una práctica política que termina resultando conservadora: con sólo ahuyentar un supuesto peligro, el estado de cosas que se pretende preservar de tal peligro queda prácticamente como estaba. Con hacer desaparecer la amenaza, simplemente garantizamos el desarrollo establecido y previsto de los acontecimientos. Es, por así decirlo, una actitud a la defensiva. El reto está en compatibilizar ambas dimensiones de la acción política. Pero no parece que fuera esta la actitud del PSOE gaditano en los momentos del apoyo a la investidura, y puede que siga no siéndolo, a la vista de los acontecimientos de este año largo de existencia del nuevo gobierno…
En definitiva, no creo innecesario recordar que una oposición constructiva no puede limitarse a tumbar las políticas de quienes gobiernan; son necesarios otros dos requisitos inseparables: primero, hacer propuestas alternativas, y, segundo, convencer a la ciudadanía de que dichas propuestas son mejores que las que se descalifican. Mejorar las propuestas y evidenciar que son mejores que las del adversario político significa construir en común los ladrillos de una nueva y mejor política. Y si existiera rechazo sistemático e indiscriminado, sin razonamientos consistentes, de las propuestas de la oposición por parte de quienes gobiernan, pronto una ciudadanía no manipulada sabría poner a cada cual en su lugar…
El reto, que concierne a PSOE y a PODEMOS, pero más al PSOE, puesto que de su apoyo se deriva que PODEMOS gobierne en el Ayuntamiento de Cádiz, reside en fecundar el apoyo inicial de investidura convirtiéndolo en un verdadero y fértil pacto de gobierno. Incidir en las potencialidades del apoyo inicial, yendo más allá de sus objetivos reactivos y tácticos. Es decir, hacerlo fructífero para la ciudad, para la ciudadanía. No conformarse con su inicial relativa esterilidad como consecuencia de su carácter meramente reactivo.
La práctica total ausencia de reflexión y debate sobre estas cuestiones decisivas indican un claro y nefasto desinterés por elevar el nivel de la política local. Por poner un ejemplo que tuvo mucha presencia mediática, y que por tanto es suficientemente conocido: ¿Alguna voz de entre quienes integran los partidos de la oposición en el Ayuntamiento consideró aquella publicada Tribuna Libre del Alcalde para algo más que para tacharla automáticamente de mesianismo-populismo-lirismo-y-todos-contentos…? Al parecer, toda la oposición ─toda─ tenía una noción unánime y clara de cuales debieran ser las formas necesarias y correctas para plantear el debate abierto… No estaría yo en disposición de pronunciarme (¿con qué criterios?) sobre supuestas insuficiencias o sobre la pertinencia de aquél escrito del Alcalde; pero sí me pronuncio para condenar las críticas, ─por toscas, vulgares y manidas─ que recibió el citado documento por parte de la oposición en compactado bloque.
Posiblemente, un magno y reciente ejemplo de actitud reactiva lo constituya el cerrado y unánime rechazo de la oposición, también en compacto bloque, a los Presupuestos presentados por el equipo de gobierno. La razón principal alegada es “el desfase que podría producirse entre ingresos y gastos”, como si hasta la fecha, y a lo largo del dilatado gobierno del PP, los presupuestos hubiesen estado compensados en cuanto a ingresos y gastos: ¿de dónde procede, entonces, el endeudamiento del Ayuntamiento de Cádiz? ¿Cuántas veces se obviaron las observaciones del Interventor municipal ─doy por hecho que las hizo─ durante las dos décadas largas de gobierno PP? Sí, el Sr. Blas Fernández sobreactúa lamentablemente.
Así las cosas, es obligado preguntarse si una vez agotado el efecto inicial del apoyo reactivo del PSOE a PODEMOS, ambos partidos podrían ir más allá y construir un auténtico pacto de gobierno que hiciera posible una política constructiva, y no sólo la que a duras penas puede hacer ahora PODEMOS prácticamente en solitario, que más que política está resultando ser una dura y desigual prueba de resistencia ante una oposición en bloque, y bloqueadora, de todo cuanto pueda representar un intento por trascender el estado de cosas heredado del Partido Popular.
Esa sería, a mi entender, la verdadera actitud que salvaría al PSOE gaditano de la irrelevancia, pues significaría que sus responsables han entendido (o han querido entender), por fin, el mandato de unos tiempos que hablan a la izquierda en clave de unión y de progreso, del verdadero progreso, que no es otro que trabajar con ahínco y sin pretextos por los menos favorecidos.
Fotografía: Juan María Rodríguez