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Desde el confinamiento obligado y obligatorio en el que nos encontramos, resulta difícil recordar que desde mucho antes nos situábamos en Emergencia Climática, como han reconocido el Gobierno central, la Diputación Provincial de Cádiz o el Ayuntamiento de la capital, entre otras instituciones.

Y no es para menos: según el último Informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), 2019 fue el segundo año más cálido del que se tienen datos, solo superado por 2016. Además, las temperaturas medias de los últimos períodos quinquenal (2015-2019) y decenal (2010-2019) fueron las más elevadas de las que se tiene constancia. Desde los años ochenta, cada nueva década ha sido más cálida que la anterior. Asimismo, se prevé que esta tendencia continuará a causa de los niveles sin precedentes de gases de efecto invernadero que atrapan el calor en la atmósfera.

En el caso de Cádiz, sus playas podrían desaparecer en menos de 80 años, por el efecto combinado de la subida del nivel del mar y los fenómenos meteorológicos extremos. La escasez de precipitaciones y la conversión de nuestro clima templado mediterráneo en subárido son otros escenarios estremecedores.

Para cumplir los compromisos del Acuerdo de París hay que movilizar al sector público, a las empresas y a la sociedad civil; sin embargo, esta movilización unitaria será una quimera con una Administración desvertebrada, unas empresas en crisis y una población desmotivada.

El artículo 12 de la Ley 8/2018 de Medidas Frente al Cambio Climático en Andalucía, Programa de Comunicación y Participación, recogía la necesidad de “fomentar las acciones de información, formación y corresponsabilización para la participación activa de la sociedad en la lucha contra el cambio climático, y promover e impulsar la participación ciudadana en el desarrollo de las políticas en esta materia”.

El artículo 1 h) igualmente impulsaba a “promover la participación ciudadana y la información pública de la sociedad andaluza en la elaboración y evaluación de las políticas contenidas en la presente ley”.

Y para mayor abundamiento, el artículo 13, tramitación y aprobación del Plan Andaluz de Acción por el Clima, emplaza a la Consejería competente en materia de cambio climático a “garantizar la participación real y efectiva de la ciudadanía, de los agentes económicos y sociales” (subrayado nuestro).

La Comisión Europea va más allá en materia de participación pública y se compromete a “colaborar con todos los sectores de la sociedad para capacitarlos y empoderarlos de manera que puedan emprender acciones encaminadas a lograr una sociedad climáticamente neutra y resiliente al clima,  estableciendo un diálogo multinivel sobre clima y energía con arreglo a sus normas nacionales en el que las autoridades locales, las organizaciones de la sociedad civil, la comunidad empresarial, los inversores y otras partes interesadas pertinentes y el público en general puedan participar de forma activa y debatir en torno a la consecución del objetivo de neutralidad climática de la Unión”.

Estas acciones de participación activa para corresponsabilizar a la sociedad andaluza en los compromisos frente al cambio climático, tanto en mitigación como en adaptación, han sido hasta la fecha inexistentes en Andalucía.

En el caso de los municipios andaluces, la Ley 8/2018 de medidas frente al cambio climático obliga a elaborar y aprobar planes locales de mitigación y adaptación, y hacerlo de manera participativa. Pues bien, ningún ayuntamiento gaditano ha empezado a promover esta participación ciudadana, tampoco el de la capital.

Mientras tanto, hemos perdido casi año y medio de parálisis en la Junta de Andalucía para poner en marcha las determinaciones de la Ley 8/2018, incluido disponer del Plan Andaluz de Acción por el Cima.

De entre los diferentes retos que cada sociedad debe enfrentar en el tiempo que le ha tocado vivir, la de nuestros días tiene por delante uno, de escala planetaria, y en cuyo empeño probablemente se esté comprometiendo la vida de las próximas generaciones: hacer frente al cambio climático que la propia actividad humana ha generado desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.

Tenemos por tanto la obligación de realizar en nuestra comunidad autónoma ese cambio en el modelo de producción y de consumo que nos haga resilientes frente al cambio climático, y con la participación activa de toda la sociedad andaluza.

Los Planes Municipales contra el Cambio Climático son una herramienta necesaria para que las ciudades se incorporen al compromiso de reducción.

Puesto que la mayoría de las medidas van dirigidas al sector difuso y los ayuntamientos están emplazados para poner en práctica programas municipales contra el Cambio Climático, es necesario que las acciones contenidas en el PAAC incorporen los compromisos de los PACES, Planes de Acción por el Clima y la Energía Sostenible del Pacto de los Alcaldes: 545 de los 778 municipios andaluces, 41 de los 45 gaditanos. Y que todos los ayuntamientos pongan en práctica sus planes locales de Cambio Climático en sintonía con el PAAC.

El PAAC tiene que priorizar sus determinaciones en los campos de urbanismo, transporte y residuos.

Para no caer de nuevo en objetivos incumplidos, es conveniente y necesario que el PAAC fije ya compromisos en los tres sectores más involucrados en la emisión de gases de efecto invernadero, con especial relevancia dentro de los sectores difusos en la comunidad andaluza: un urbanismo depredador, una movilidad insostenible y una gestión de residuos ineficaz.

Sin dar un golpe de timón y reorientar estas políticas, los objetivos que recoja el futuro Plan de Acción por el Clima serán vanos y nada creíbles. 

En el caso del urbanismo y la edificación, todos los planes urbanísticos y de ordenación del territorio deben incluir un estudio de las emisiones actuales y las previstas con el desarrollo del Plan, incluyendo las emisiones de proyectos industriales, el consumo energético de nuevos desarrollos urbanísticos y el transporte, de forma que la reducción obligatoria de las emisiones no quede limitado a las industrias.

Respecto al transporte, no se trata solo de “fomentar modos de transporte con menor huella de carbono”, como recoge la Ley, sino de reducir la movilidad motorizada y en concreto del coche particular, de manera que la jerarquía peatón, ciclista, transporte público, se cumpla a rajatabla en todas las ciudades andaluzas. La hipermovilidad motorizada actual es incompatible con los objetivos de la Ley. La Ley fija límites de emisión de CO2 solo para los vehículos que prestan servicio en la Administración de la Junta de Andalucía, un objetivo de lo más rácano. Además, olvida del NO2, precursor del ozono troposférico, otro potente gas de efecto invernadero.

Y en relación a los residuos, su “gestión” actual está generando unas cantidades desmesuradas de metano, porque la inmensa mayoría de la fracción fermentable se vierte sin control, generando este potente gas de efecto invernadero. La referencia a la “valorización de los residuos con recuperación de energía” que recoge la Ley, es rechazable, porque está amparando la incineración o coincineración en industrias cementeras, actividades contundentemente cuestionadas por todas las poblaciones afectadas. El PAAC debe tomar ejemplo del Proyecto de Economía Circular de la Sierra de Cádiz y extenderlo a todas las provincias, una vez aprobado el PIRec, Plan Integral de Residuos economía circular, en el que el compostaje de la fracción orgánica de las basuras sea objetivo prioritario.  Si los residuos orgánicos son compostados de manera separada, ese compost sería incorporado a los suelos. También el PAAC tiene que asegurar que la reducción, reutilización y reciclado sean acciones extendidas en todos los municipios, y no limitarse a una débil referencia a la “promoción de la recogida selectiva de residuos”, que a poco compromete.

También el PAAC debería incorporar la futura fiscalidad ecológica que traslade la huella de carbono a todos los productos y servicios, sirviendo de identificación de su contribución al efecto invernadero y de estímulo para el comercio limpio y justo. 

En cuanto a concienciación y sensibilización, restringir a que “se introducirán en los planes de estudios contenidos para la formación del alumnado en materia de cambio climático y la participación del alumnado y personal docente en actividades vinculadas a su sensibilización”, es irrelevante; la formación/sensibilización del alumnado tiene que ser materia transversal de todas las materias. El PAAC debe prestar una atención relevante a este cambio de paradigma en las enseñanzas universitarias y no universitarias, en las que la educación climática no sea un asunto desgajado de los programas.

Y también es perentorio cambiar las campañas que buscan “ecohéroes”, porque adoptar conductas responsables y sostenibles en relación con el medioambiente y la justicia climática no tiene que ser una heroicidad, sino una práctica común y asentada. 

También la huella de carbono homologable y unificada, con la que el consumidor sepa a qué atenerse en cuanto a su compra, y renuncie a aquellos objetos o servicios que potencian el efecto invernadero o arrastran una huella ecológica inaceptable, es necesario que esté implementada. El registro de la Huella de Carbono de Productos y Servicios debe ser claro, público, accesible y actualizado. Así como la huella hídrica de productos, servicios y organizaciones.

En cuanto a los “proyectos de absorción” de CO2 y “unidades de absorción”, son los bosques mediterráneos, el litoral y los humedales andaluces bien gestionados quienes mejor pueden hacer esta captura.

Los huertos urbanos y la agricultura ecológica han de ser también dos buenas herramientas para la reducción y sensibilización, dos poderosas herramientas de reducción de emisiones que no aparecían reseñados en la Ley y que el PAAC ha de subsanar.

Dentro de la economía verde, las políticas en la materia podrán tener especial relevancia sobre el empleo de los sectores de energías renovables y sector forestal (sumideros de carbono), así como sobre todas aquellas actividades emergentes o en reconversión directamente relacionadas con la eficiencia energética y la reducción de gases de efecto invernadero
(movilidad sostenible, industria automovilística verde, rehabilitación
energética de edificios y cultivos agroenergéticos).

Se trata de conseguir que toda la sociedad andaluza posea la comprensión (el saber), la capacitación (el comprender) y la sensibilización (el hacer) para el aprendizaje social que representa enfrentarse al mayor desafío socioambiental que tiene la humanidad.

Todos los recursos críticos y vulnerables que la sociedad debe compartir están en peligro: agua, suelo, clima, energía y biodiversidad. Cambiar el sistema socioeconómico y hacerlo sostenible es la alternativa, y el PAAC la herramienta para lograrlo.

El PAAC tiene la obligación de incorporar los cuatro pilares para que lo conviertan en una poderosa herramienta del cambio de modelo productivo:

DETERMINACIÓN

PARTICIPACIÓN

FINANCIACIÓN

AMBICIÓN.

Marijuan post 1
Imagen de Phtoshopper 64 en Pixabay

 

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Marijuan post

Las movilizaciones mundiales del 20 y 27 de septiembre representan un aldabonazo para las conciencias de los sectores afectados por la Emergencia Climática en la que ya nos encontramos, que somos todos. El diccionario nos define emergencia como un “asunto o situación imprevistos que requieren una especial atención y deben solucionarse lo antes posible”.

Solo una parte de esta definición la podemos aplicar a la Emergencia Climática que nos golpea, porque los informes del IPCC, Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de las Naciones Unidas, llevan años advirtiendo de la gravedad del Cambio Climático y de la necesidad de adoptar acciones urgentes y radicales tanto de reducción de emisiones (lo que ha venido en llamarse “mitigación”), como en adaptación a sus consecuencias.

El nivel de certeza a la hora de atribuir el cambio del clima a la influencia humana ha ido aumentando en los sucesivos informes de evaluación: 

  • El Primer Informe de 1990 recogía una “posible influencia humana en el calentamiento global”.
  • En 1995 el 2º Informe ya aseguraba que “hay una influencia humana en el calentamiento global”.
  • El Tercer Informe de 2001 enfatizaba que “existen fuertes evidencias sobre la influencia humana en el calentamiento global”: probabilidad superior al 66%.
  • El 4º Informe de 2007 reconoce sin ambages que “hay un grupo de evidencias cada vez mayor sobre la influencia humana en el calentamiento global: probabilidad superior al 90%. 
  • El 5º Informe de 2013 ya establece que la influencia humana en el clima ya posee una probabilidad superior al 95%. 
  • El 6º Informe de 2018 reconoce que los actuales compromisos de mitigación bajo el Acuerdo de París no son suficientes para limitar el calentamiento global a 1,5C. 

Las consecuencias del Cambio Climático son de sobra conocidas:

  • Cambio del clima y microclimas: régimen de lluvias, sequías, inundaciones…
  • Aumento del nivel del mar
  • Posibilidad interrupción de la corriente termohalina y de la corriente del Golfo
  • Huracanes y tifones: mayor frecuencia e intensidad.
  • Pérdidas económicas colosales: entre el 5 y el 20% del PIB mundial.

En el caso de la costa de Cádiz, las repercusiones serán principalmente la progresión de la erosión costera y la aridez creciente del clima regional.

Las ciudades y pueblos costeros de Cádiz van a necesitar:

  • Un análisis riguroso de la vulnerabilidad de las zonas e
    infraestructuras costeras.
  • Rediseño de infraestructuras costeras para reducir los
    impactos del Cambio Climático. Poner fin a la “regeneración” (realimentación artificial en realidad) de las playas.
  • Evitar nuevas construcciones y desarrollo urbano en
    zonas bajas de la costa y fomento de la modificación de usos de zonas costeras.
  • Desarrollar modelos y escenarios de inundación que permitan gestionar de forma correcta las zonas costeras. 
  • Planes de prevención de inundaciones o planificación de la retirada de zonas habitadas expuestas a la subida del nivel de mar. 
  • Evitar o minimizar cualquier tipo de actuación conducente a la desestabilización de la línea de la costa para evitar agravar los efectos del Cambio Climático. Favorecer actuaciones conducentes a la estabilización de playas, y dunas; rehabilitación del transporte de sedimentos en zonas de erosión.

De “Manual de lucha contra el Cambio Climático”, J. Camargo y S. Martin-Sosa

Frente a todos estos desafíos, la respuesta institucional es tardía, insuficiente y lenta. Ecologistas en Acción estamos llevando a cabo un proyecto, “Adaptación de los municipios de Cádiz al Cambio Climático: Medidas de educación y sensibilización”, financiado por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, para los responsables políticos y técnicos de los ayuntamientos gaditanos, que pretende servir de información y sensibilización municipal sobre el Cambio Climático.

El balance de las visitas y reuniones que estamos teniendo estos meses es decepcionante: muchos municipios (alcaldes y concejales de medio ambiente) desconocían que eran firmantes del Pacto de los Alcaldes, que les comprometían desde hace una década a reducciones de emisiones de CO2 del orden del 20 % desde 2008, y se habían limitado a aplicar medidas puntuales en transporte, iluminación y energía, sin proceso participativo e implicación social alguno.

En Andalucía está en vigor desde enero de 2019 la “Ley de medidas frente al Cambio Climático y para la transición hacia un nuevo modelo energético”.  Dicha ley obliga a todos los municipios andaluces a aprobar planes municipales contra el Cambio Climático antes de febrero de 2021.  Nuestro esfuerzo es que esa elaboración y aplicación se haga de forma rigurosa y participativa, sin repetir los errores de los PAES (Planes de Acción por la Energía Sostenible) del Pacto de los Alcaldes. De momento, las declaraciones de Emergencia Climática de algunos municipios señalan el buen camino. 

Básicamente   dichos planes deberán incorporar 4 tipos de medidas:

1) La mitigación del Cambio Climático (reducción de las emisiones a la atmósfera de dióxido de carbono y de los demás gases de efecto invernadero GEI).

2) La adaptación a los efectos más adversos del Cambio Climático (reducción de la vulnerabilidad de las personas y de los ecosistemas ante el Cambio Climático).

3) El acceso universal a una energía segura, limpia y a precios asequibles.

4) La información, sensibilización y el impulso de la participación de la ciudadanía.

Veremos. 

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D lopez
Fotografía: Raúl Láinez

Estimulante la presencia de Antonio Maíllo, líder de Izquierda Unida de Andalucía, en el espacio de Ganar Cádiz el pasado 30 de mayo.

Reconfortados por las buenas noticias de cómo se fraguaba la moción de censura contra M. Rajoy, mucho público asistente e interviniente, con amplia presencia de Podemos.

Es un orgullo que la experiencia municipalista de Cádiz, con la confluencia de Por Cádiz Sí se Puede y Ganar Cádiz en Común, sirva como referencia al compromiso político andaluz de Unidos y Podemos.  Como ya constatamos en la asamblea conjunta del 23 de abril, han sido más las luces que las sombras en el balance de tres años de trabajo en la gestión municipal. Sin embargo, no debemos dejar de hacer ver que la acción política en el ayuntamiento no ha conseguido salir de un funcionamiento por compartimentos estancos, sin un modelo de trabajo compartido. Por eso, el resultado es muy variopinto, dependiendo de las alianzas y los apoyos que han sabido recabar los diferentes concejales (y concejalas).

La izquierda ha caído tradicionalmente en el cainismo y en el sectarismo, vicios que hay que combatir y evitar, como se dijo en el debate con Antonio, pero también en el caso de Podemos otro defecto ha sido su adanismo, por seguir con metáforas bíblicas, al pretender ofrecer soluciones partiendo de cero, obviando experiencias e inteligencias colectivas que vienen de décadas.

La ventaja de Podemos Cádiz es haber sabido aprovechar los vientos de cambios y el hartazgo de 20 años de teofilato, para erigirse en opción de gobierno. Sin embargo, el grueso de los movimientos sociales de la ciudad, ecologistas, de defensa de los derechos humanos, de lucha contra la precariedad,… han estado más cercanos a Ganar Cádiz. Pero la brecha generacional se hace más notoria en esta formación, mientras que Podemos ha sabido conectar mejor con el público juvenil y estudiantil.

Las reticencias de Podemos en relación a Izquierda Unida estaban fundamentadas en su participación en el gobierno andaluz del PSOE, experiencia con resultados francamente negativos. Afortunadamente, esos reparos parecen haberse solventado con un trabajo conjunto municipal y con la evidencia de que IU no desea ser muleta de ningún gobierno sedicentemente socialista.

Que tanto las asambleas de Ganar Cádiz como de Podemos sean órganos con capacidad de intervenir el diseño de las políticas municipales es el quid de la cuestión, no basta “estar informados”, ni convertirse en meros instrumentos de refrendo. Su capacidad para sancionar, en el doble sentido de la palabra, aprobación y censura, tiene que permanecer intacta. Por ejemplo, los técnicos del ayuntamiento deben ser tenidos en cuenta para la toma de decisiones, pero, sin crear herramientas paralelas, también los técnicos y profesionales de las formaciones políticas han de ser tomados en consideración. Y la dicotomía entre qué proponemos y cómo lo trabajamos es un falso dilema: tan importante es diseñar un programa coherente, viable y de transformación social, como la manera de llevarlo a cabo.

Es vital que enfrentarse a los próximos desafíos electorales pase por una alianza política que, aunque se inicie desde la cúpula, reclame y asegure la participación activa desde la base. Vencer la apatía, la resignación y la desconfianza de tantas personas y colectivos castigados por la crisis y la falta de expectativas va a requerir desplegar todos los conocimientos y habilidades, que tienen que pasar por asumir las debilidades: carecemos aún de un modelo de ciudad para Cádiz, existen muchas lagunas e incertidumbres sobre qué podemos ofrecer como salidas productivas y laborales, no hay una propuesta robusta sobre el carácter cultural y turístico de la capital,…

Nada que no se pueda remediar en este trabajo conjunto de confluencia, convergencia y unidad al que estamos obligados (que no “condenados”) a entendernos.

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Daniel
Fotografía: Jesús Massó

La primera y hasta hora única asamblea conjunta de las dos formaciones, Ganar Cádiz en Común y Por Cádiz sí se puede, que celebramos el 23 de abril en el Instituto Columela, puede decirse que fue una combinación de buena relación con deseos insatisfechos. Lo que se denomina un balance agridulce.

Aunque son mayores los logros que las frustraciones en el periodo de casi tres años de gobierno local en Cádiz, sí puede decirse que hay errores que no pueden ser achacados a las limitaciones de todo tipo que una coalición de gobierno de izquierdas se ve obligada a soportar, sino a tropiezos e incumplimientos propios.

Porque la dicotomía no reside en un exceso de labor institucional frente a un olvido del trabajo “en la calle”, sino sobre todo a dos carencias atribuibles al equipo de gobierno:

  • La ausencia en muchas áreas de un modelo de actuación y un programa de ejecución que perfile el objetivo al que se pretende llegar, los pasos necesarios para alcanzarlo y los instrumentos para ponerlo en práctica. Los programas electorales -sobre todo el de Ganar Cádiz, mucho más trabajado que el de Podemos- sí fueron capaces de definir objetivos, pero falta precisar estrategias para conseguirlos. Es el caso de la falta de un modelo turístico que haga frente a la creciente burbuja del alquiler de pisos y que defina la tipología, ubicación y tamaño de los hoteles que quieran instalarse en Cádiz, o del todavía inconcluso proyecto de integración puerto-ciudad que precise si vamos a ser puerto base de cruceros o no.
  • La compartimentación de las concejalías y la ausencia, por tanto, de un proyecto integrado y corresponsable de todas las áreas; por lo que el balance en cada una de ellas es muy desigual, dependiendo sobre todo del apoyo técnico y social que reciben.

Y es que para asegurar una buena política, y no solo municipal, tenemos que tener la voluntad de efectuar transformaciones necesarias, contar con la posibilidad de realizarlas y poseer la inteligencia de llevarlas a cabo. Ahí es nada.

En el caso del área de medio ambiente, el balance es desigual: frente a una labor encomiable de defensa del agua pública y procesos participativos ejemplares, los resultados en residuos, contaminación atmosférica, parques y jardines, son inexistentes, agudizado además porque no se ha constituido todavía el consejo local de medio ambiente y movilidad.

Un contencioso heredado de la corporación anterior, el de la contaminación del agua potable en la barriada de Loreto, ha sido llevado con mucha torpeza. La designación del hoy investigado Romaní como vicepresidente de Acasa y su continuidad al frente de la fundación de Aguas de Cádiz, fue un mal comienzo. Renunciar a  poner en manos de la justicia la mala praxis cometidas por el presidente, el gerente y el responsable del área técnica, siempre presuntamente, ha conducido a que sea el alcalde quien tenga que declarar el próximo mes de junio.

Sin embargo, toda la labor de información y formación energética, con el logro de ser Eléctrica de Cádiz una comercializadora de energía limpia, es muy buena, ensombrecida por el boicot perpetrado por el Partido Popular al imprescindible bono social eléctrico.

Las movilizaciones sociales de Cádiz siempre han sido inconexas y esporádicas, con puntas como las manifestaciones contra la guerra de Irak, las luchas de los trabajadores de la construcción naval o la solidaria con los despedidos de Delphi. Pretender formar una red de “asambleas de barrio” cuando el tejido asociativo gaditano está bajo mínimos, no deja de ser una muestra de voluntarismo.  Sin elevar el nivel formativo de los ciudadanos, activar el interés cultural, fomentar el emprendimiento y la innovación y resolver el pavoroso panorama de falta de expectativas para los jóvenes, sin posibilidad de acceso a la vivienda y el trabajo digno, no future.

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D lopez
Fotografía: José Montero

Pongo este título a mi colaboración en “El Tercer Puente” utilizando de forma intencionada la doble acepción de la palabra “dichosa”: tantas veces nos han dado la matraca con la fastidiosa reindustrialización, se acumulan tantas esperanzas frustradas, que salta la luz roja del escepticismo y de la incredulidad cuando el político o el sindicalista de turno nos trae la buena nueva de reindustrializar la Bahía para sacar a los gaditanos de la crisis.

Y sin embargo, reivindicar una regeneración industrial (la palabra reconversión está completamente devaluada), no solo es legítimo, sino necesario. Es imposible conseguir empleos dignos y de calidad echando mano solo del sector servicios; tampoco el sector extractivo, primario, puede ofrecer muchas salidas laborales, además de la pesca, la acuicultura o la explotación de la sal. Y en cuanto al sector turístico, seguimos huérfanos de un modelo turístico que sepa integrar todo el atractivo patrimonial de la Bahía de Cádiz, además de su oferta de sol y playa.

La responsabilidad de las dos Administraciones, la central y la autonómica, en el fracaso de cuanta iniciativa emprendedora se ha lanzado para la Bahía, es completa y demoledora. Tanto el Plan Reindus que promovió el Ministerio de Industria, como el Plan Bahía Competitiva a cargo de la Junta de Andalucía, surgieron como respuesta a la desolación laboral creada con el cierre de la factoría Delphi en Puerto Real, en junio de 2007. En ambos casos el fracaso de los planes, el despilfarro de dinero público y la ausencia de exigencia de responsabilidades para sus ineptos gestores, son el balance y el legado dejados. El Plan Reindus de ayudas a la reindustrialización ha inyectado más de 70 millones de € en empresas que no existen o que no invirtieron en la Bahía, como Aeroblade (palas eólicas), Gadir Solar (paneles fotovoltaicos) o Celulosa Investment (biodiesel a partir de algas). En el caso del Plan Bahía Competitiva, la Junta ha enterrado y despilfarrado en empresas insolventes 25 millones de € para los proyectos fantasma del empresario Ouviña y más de 16 millones de € para otro empresario funesto, Ramón Hermo, con la fracasada Visteon  a la cabeza (Merkum, que pretendía fabricar autobuses eléctricos y Plasticur, fibra de carbono).

Pero no son solo estas dos administraciones las que han malgastado el presupuesto en proyectos fallidos. La Diputación de Cádiz y la Universidad (UCA) sacaron otro proyecto llamado (¡cómo no!) Bahía de Cádiz, junto a la Escuela de Organización Industrial (EOI) y empresas como Tecnalia y Tecnotur. Echaron mano de 1,6 millones de € de los fondos europeos FEDER y de 400.000 € que aportó la Diputación provincial. El objetivo no podía ser más rimbombante: “Identificar las oportunidades de ámbito tecnológico y de innovación para la reindustrialización de la Bahía de Cádiz”.  ¿Qué proyectos ha logrado movilizar y con qué resultados? Se ignora por completo.

Con estos precedentes de pésima gestión, resultados  raquíticos o nulos y ausencia completa de rendición de cuentas, es normal que cualquier otra iniciativa de similar guisa se tome a cachondeo y genere escepticismo total. La población trabajadora gaditana está harta de falsas promesas y nulos resultados en la lucha contra el desempleo.

Sin embargo, otra alternativa es posible. El ejemplo de la propuesta “Las Aletas real y sostenible” muestra que aunar inteligencia colectiva, rescate de los recursos endógenos, responsabilidad medioambiental y trabajo en equipo, puede dar buenos resultados. Si conseguimos vencer el desengaño, aunar voluntades de todas las administraciones y poner en funcionamiento la inteligencia y la imaginación, no todo estaría perdido. En este caso, la dichosa reindustrialización sí acogería la otra acepción de la palabra, una iniciativa feliz.

http://participacion.puertoreal.es/las-aletas-alternativa-real-y-sostenible/

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D lopez
Fotografía: Jesús Massó

Estamos ya acostumbrados a polémicas en las que ambas partes enzarzadas poseen algo de razón. Es el caso de la controversia, dentro de la gestión municipal que nos (pre)ocupa, entre los partidarios de ofrecer de manera competente los servicios que necesita el ciudadano, y de quienes consideran como más relevante contribuir a la transformación social de la ciudad.

Se trata de un dilema falso, porque ambos requerimientos son necesarios. Limitar la gestión de una ciudad a una mera prestación de servicios empobrece la acción  política, además de privarla de principios, fines y objetivos, en definitiva, del diseño del modelo urbano óptimo que se pretende alcanzar.

Pero también asistimos a un aferramiento dogmático a principios que se pretenden aplicar obligatoriamente al conjunto de los ciudadanos, “caiga quien caiga”. Es el caso de la famosa remunicipalización de los servicios municipales, objetivo justo y necesario, pero que desprovisto de su correspondiente contrastación con la realidad se puede convertir en todo un bumerang. Recuperar servicios externalizados es loable y eficiente, pero siempre que el resultado posterior redunde en un rescate competente de  la gestión pública y en una mejora en la gestión. Llevar de forma directa la gestión del agua, los residuos, la limpieza, los parques y jardines, la electricidad, la organización de eventos, etc. permite tener el control por parte de la Administración municipal y prescindir de gastos como IVAs y beneficios privados, pero hay que asegurar que el resultado final supone una mejora real.

Además de solucionar y proveer las necesidades de la ciudadanía, el ayuntamiento no puede ignorar que su razón de ser es combatir la desigualdad, asignando recursos en función inversamente proporcional a las rentas disponibles. Pura ideología, pero también pura justicia distributiva. Y todo ello por encima de los muy encomiables objetivos de disminución del tiempo de pago a proveedores, reducción del déficit o aminoración de la deuda municipal. Pura gestión eficiente, pero también pura obligación moral.

La ideología (la de izquierdas, la de compensación de desigualdades, por supuesto) es necesaria, pero su exceso abruma y dogmatiza la gestión. Si la ideología posibilita avanzar en el modelo de ciudad al que aspiramos, bienvenida sea, porque que se sepa, todavía desconocemos en Cádiz que modelo turístico deseamos, por ejemplo. ¿Queremos ser puerto base de cruceros, como muy precipitadamente ha manifestado nuestro alcalde, o pensamos que carecemos de la capacidad de absorción de cargas ambientales y sociales que esa opción provoca, además de no disponer de los equipamientos y servicios que van ligados a ese turismo? ¿Queremos ser una smart city, con todas las obligaciones e inversiones en TICs que eso comporta, o pensamos que antes hay que resolver el angustioso problema de vivienda y de paro que sufre de manera crónica la ciudad?

Para escoger la mejor solución, no solo la tecnología y el conocimiento nos ayuda, sino también la ideología. ¿Queremos tener una casa domótica con todos los adelantos high tech o priorizamos el acceso a una vivienda digna para todos (en régimen de alquiler,  a ser posible)? ¿Optamos por la recogida neumática  de los residuos e instalamos contenedores  con sensores de llenado, o priorizamos la inserción laboral de colectivos como Iguales en Acción para la recogida selectiva  de los residuos?

Como veis, pura y necesaria ideología.