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«Respeto la decisión judicial como no puede ser de otra manera», de todas las frases manidas, de todos los tópicos, esa es la que menos me gusta. Como si las decisiones judiciales fueran inquebrantables e inequívocas, como si fueran leyes divinas, como si superaran lo humano. Yo sólo respeto lo que es justo. Por tanto, no me gusta respetar una decisión judicial que sencillamente me parezca injusta ni pienso asumirla sin ponerla en duda, ni pienso callarme si me hierve por dentro.

Para opinar y sentir tras leer una sentencia no es necesario estudiar derecho, ser abogado o fiscal. La arbitrariedad e interpretación de las leyes afectan directamente a mi libertad y mi vida. Por lo tanto, tengo todo el derecho del mundo a opinar, discernir o criticar. Igual que un letrado que no ha pisado la Facultad de Comunicación puede calificar un texto periodístico de subjetivo u objetivo, de noticioso o repetitivo, de bueno o malo.

La justicia tambien va por barrios
Ilustración: Pedripol

Durante años, se ha extendido un mantra que impide cuestionar la decisión judicial. «Los jueces son intocables». Un mensaje que asumimos para que haya cosas que no cambien, que ni siquiera se cuestionen. Un clasismo que huele a podrido, que diferencia a la gente común de quienes tienen toga. ¿Cómo osas tú, electricista, profesora, albañil o dependienta a cuestionar lo que dice un juez?. ¿Cómo vas a poner en duda la esfera más alta de nuestra sociedad?.

Pues no. Es mentira. Es injusto. No conozco a ningún juez, no tengo ningún amigo juez. Mis amigos, mis amigas y mi entorno no conocen a ningún juez. Es más, los barrios obreros están huérfanos de jueces. Hay profesiones que siguen cerradas para la mayoría social, para quienes no pueden permitirse vivir hasta los 30, o más, de los ingresos de sus padres, para quienes tienen que labrarse el futuro con sus manos, para quienes deben ganarse la vida después de que su familia – con mucho esfuerzo- le haya proporcionado unos años de formación (de la lucha para acceder a la Universidad hablamos en otro momento).
Y así, entres togas heredadas por apellidos nobles, entre oposiciones inaccesibles y entre jueces con la ideología que tienen quienes proceden de las clases altas se falla a favor de los bancos y no de las personas sobre los impuestos de las hipotecas.

Y así, entre togas ligadas a quienes defienden los derechos de los privilegiados, pongamos que hablo del PP, se decide que la libertad de expresión es más limitada para un alcalde que proceda de la Viña que para una exalcaldesa que resida en Vistahermosa. «Cacique, fascista y cobarde» no atenta contra el honor ni calumnia, ¡qué va!, eso se encuentra en los límites de la crítica política.