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Cuentan que El amor brujo nació Gitanería para Pastora Imperio, llamada también «Parsifalillo», creció como ballet para la Argentina, maduró y envejeció como una de las obra orquestales más interpretadas del género clásico. Y hay cientos de miles de versiones. La de Paco de Lucía, la de Carmen Linares, la de Cañizares, la de Ginesa Ortega, la del arreglo de Gil Evans para Miles Davis, la de la película de Saura rodada en los Chinchorros y la de Rovira Veleta, por nombrar algunas. La consideran una obra «universal» que envejece bien porque fusiona —con perfección— el «folclore andaluz», el mundo «gitano» y el flamenco con la música impresionista, clásica.

La versión El Amor Brujo de la que venimos a hablar renació el pasado sábado 23 de noviembre en la Central Lechera de la mano de Calde Ramírez y de Music Komite, un grupo que no es un grupo. Es una plataforma multidisciplinar que da forma a proyectos colaborativos en el campo de la experimentación audiovisual, las bandas sonoras y la música electrónica. Y que, además de Calde en los videos y bases, contó con Manu Sánchez, al piano, con el chelo de María Romero y el violín de Raquel Pavón.

Lo que mi corazon dese mis ojos lo vean el amor brujo reloaded
Fotografía: Music Komite

Si cuando se estrenó El Amor Brujo en 1915 se afirma que se juntaron dos lenguajes al parecer antagónicos, como son la composición moderna (entendida en el año 1915) y el flamenquismo, en la actualización del Komite se le añaden dos más: el de la video-creación y la electrónica. La propuesta de Calde Ramírez y los suyos fue una versión atrevida y a la vez respetuosa, de una precisión encomiable y fiel a las trece escenas, los motivos y matices de la partitura, sin barroquismos impostados de «las maquinitas», ni reformulaciones baratas de lo «clásico».

En el Amor Brujo del Komite se adaptan de maravilla los ritmos y cadencias de la cuerda y el piano a las texturas abstractas de los ritmos de trip hop y del glitch. ¿Por qué? Por el estudio detenido de la obra desde posicionamientos actuales y por la necesidad de imbricar ambos lenguajes. Y encontrar conexiones. La música de Falla se vistió con bases dignas de un Alva Noto de Candelaria. Atuendo que la completaron trayéndola a la actualidad de los arreglos de minimalistas y abstractos, con bases telúricas para una música telúrica de fuego, amor y embrujo que amalgaman el lenguaje clásico de la casa Ricordi y la electrónica del Ableton.

En la propuesta visual, tan importante como la musical, encontramos muchas referencias a Norman Maclaren y al Aguaespejo grandino de José de Val del Omar, pero con un lugar de enunciación diferente que devuelve el imaginario del Amor Brujo a Cádiz con panorámicas de azoteas, fuentes, estatuas, balaustradas. La videocreación también reformula el baile al mostrarnos a la bailaora isleña Paula Sierra en pantalla, zapateando, moviendo los brazos y, sobre todo, mirándonos desde un videomaping de compás y soniquete.

Los momentos estelares del Amor Brujo son muy reconocibles por la riqueza y sonoridad de La canción el amor dolido, La danza del fin del día y La danza del fuego fatuo. Conforman los hits de la obra que más le sonaron al público en general, ese mismo al que le pareció «corta» —según comentarios a su término—. Muchos no saben que Calde Ramírez y los suyos alargaron hasta los cuarenta y cinco minutos los primigenios treinta y cuatro. La ausencia de texto no nos privó de las palabras y el sentido de los trece cuadros que la siempre ninguneada María Lejárraga escribió y que firmó con el nombre de su marido. El Komite salda la injusticia reseñando la autoría de ambos: Falla y Lejárraga.

Si Falla fue siempre muy exigente consigo mismo, exquisitamente perfeccionista, lo mismo le ocurre a Calde Ramirez, cerebro junto a Manu Sánchez de esta versión (que podría llamarse El amor Brujo 2.0 o Revisited) a la hora de enfrentar un reto semejante para un músico actual. Sin amaneramientos de conservatorio ni el falso desparpajo de las músicas hechas con ordenadores. Sobriedad, alejada de tópicos y estereotipos, humildad y la puesta en práctica de un bilingüismo musical tan necesario para saber de dónde venimos y a dónde vamos cuando hablamos de creación artística desde Cádiz. Pero te lo aseguro: a Manolito le hubiera gustado esta versión. A pesar de la propuesta multitarea que supone.

¿Por qué es tan importante esta review? Porque al igual que una cantaora que vaya a interpretar El fuego fatuo debe apoyarse en la orquesta y la partitura y en los melismas de la bulería al golpe, y una bailaora debe conocer ballet clásico y flamenco, El Amor Brujo del Komite equilibra el sortilegio de las músicas avanzadas y las llamadas «clásicas», acerca a Cádiz con Falla, relía a María Lejárraga con Alva Noto.

Porque ahonda en la mezcla de lenguajes desde un lugar de enunciación muy concreto, Cádiz y la música electrónica, el glitch del Komite y su economía de medios —con tres instrumentos analógicos—, con la obra magna del gaditano desde el estudio y el trabajo de la música que sucede cada día pero sin dejar de saber qué pasa en otros sitios. Una suerte de bilingüísmo fructífero, una forma de embrujo que estoy seguro que acabará seduciendo a muchos. ¡Por Satanás! ¡Por Barrabás! Que nuestros músicos y músicas sepan cuidar de la música que respiran y puedan parir proyectos y obras como estos. Que el toque de campanas anuncie un nuevo día y la reconciliación musical de los zombis que desprecian o desconocen el arte del de la Plaza de Mina y prefieren el de Boston. Ajolá.

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David monthiel

Fotografía: Jesús Massó

Aseguran que La Máquina del Fango recién empieza a funcionar. Con un objetivo claro: atacar liderazgos, minar esperanzas y, sobre todo, enfangar unas primarias.

    —¿Y Venezuela?

    —¿Y los pisos de VPO?

    —Se llevan mal. Mira el puño y la uve de victoria.

    —¿Monedero?

    —¿Zapata?

Si echamos la vista atrás nos daremos cuenta de que empezó a funcionar mucho antes de los informes personalizados y picantones del CNI. Está ahí desde La pedagogía del millón de muertos para saber qué votar. Desde la formación profesional del enchufismo para saber a quién respetar. Por eso la didáctica del dossier del CNI no es nueva. En otros ámbitos se llama «la lista negra» y te deja fuera de los que van a currar ese día en los muelles de Johnny Friendly o en la subcontrata de Astilleros. Está desde que aceptaste las cookies, tus búsquedas son rastreadas y los anuncios que te salen en tu red social son lo que más te pegan o se adaptan a tu perfil. Si nos lo afinan en fiscalía o con un algoritmo especial, podemos comprarnos un pack de seis cervezas, Lloro por King Kong, un jack o prestar declaración en la AN sobre un tweet.

La alquimia del chanchullo es connatural al viejo sistema que tiene su fundamento en el arreglo y la mierda. Si otras historias fueron contadas por un necio, llenas de ruido y furia, que nada significan, estas están narradas por un corrupto en editoriales. Llenas de fusilamientos, «el dejar caer de Julián», «el pato», submarinos, Scalas, abogados laboralistas, de cal y torturas, dinero negro, fosas, señor x, hermanísimos, sobres, discos duros, volquetes de putas, aeropuertos vacíos y ángeles de la guarda que buscan aparcamiento.

    —Demagogia.

Tanto es así que, en el Camino de Damasco, muchos remedan a un profético Riechmann y señalan en su calendario íntimo el día que dejan de leer El País, el Mundo o apagan la radio de Prisa y corriendo. El libro de Jorge es de 1997. «Lo llaman democracia y no lo es» es de 2011. Así que imagínense qué cantidad de fango y mentiras han estado tragando los que ahora se toman la pastillita roja de la comunicación comercial de grandes emporios. Se acabó la ignorancia de la ilusión. El resto es melancolía, un proceso cada vez más corto tras el expolio de los años 80 y 90. Porque ahora sólo hacen falta diez años para reunir a los cantantes de karaoke y hacer una relectura nostálgica de aquel programa de infausto recuerdo.

    —En Cuba a ti te hacen la cobra, ¿A que sí?

Lo que sí denota la difamación es otra cosa. Es el fenómeno: su apariencia y su fundamento. Un poné: La apariencia de la recogida de alimentos del otro día en San Antonio era la de una fiesta de la caridad.

    —¡Sé solidario!

Yo la vi ciclada de chundachunda, bailecitos de una mascotas de baloncesto, publicidad encubierta, azúcar para motivar a los niños y niñas y voluntarios uniformados que celebraban con artificialidad televisiva cada caja llena de los hidratos de la caridad.

    —Y una tuna.

Su fundamento es más oscuro. El hambre. Las colas de carritos. Gente concreta que no tiene para comer.

    —Esa gente.

Otro poné más sesudito: la apariencia del «que da trabajo y crea riqueza» tiene su fundamento en «el que te da de alta una hora y trabajas seis, el que te roba parte de la riqueza». La apariencia del «yo pienso» descartesiano, ya saben, tiene su fundamento en el «yo conquisto» hernancortesista, la apariencia de «la riqueza» tiene su fundamento en «el robo».

    —Ya me perdí. Se ve que quiere mostrarse como erudito.

La difamación quiere sacar a la luz, a la opinión pública, el fundamento corrupto «general» de los que aparecen como la gran esperanza blanca de la honestidad política.

    —Son todos iguales.

Pero se encuentran con algo que aparece como novedad, pero es la repetición (como farsa) de algo muy viejo. Y lo de la farsa es porque si uno quiere informarse con algo de criterio tiene que acudir a programas y publicaciones de humor. La idea de que regresa algo que no pudieron exterminar, hacer desaparecer en cunetas. A pesar de todos los esfuerzos y sacrificios que hicieron, acaban por coger un Blablacar con la chusma.

En Andalucía sabemos que nuestra historia, si la escuchamos, habla de muchas muertes. Las de hace quinientos años y las de hace ochenta. Una doble razia de gente «sucia» que es prescindible en esa «España grande y limpia«. Tanto en la del siglo XVI como la de 1936. De campesinos a campesinos. Del progrom a la Causa general del Franquismo. Esa España limpia tiene como oscuro fundamento matar y expulsar campesinos, ya fuera por su religión, por el color de su piel, por su modo de hablar, y matar jornaleros de los llamados conscientes en la Idea, con ética de straigh edge, sindicalistas, peligrosos, exterminables. «Dadle café, mucho café», que decía uno de los limpadores.

    —¡Qué completa ausencia de cultura democrática!

En la tormenta no se distinguen las lágrimas de los escupitajos. Nuestra pequeña victoria es saber que les aterra que aparezcan en el cara a cara esas gentes que ellos limpiaron. Otra vez. Y que su fundamento, a pesar de la guerra sucia, sea la memoria, la honestidad, la ideología, las ganas, la esperanza. Aunque luego se equivoquen, usen el humor negro o no puedan pagar un piso y lo vendan.

Esa es nuestra victoria.

Su miedo.

Otra vez.

Tiempo de lectura ⏰ 3 minutitos de náFiesta

Ilustración: María Gómez

Yo también quiero dimitir. Dimitir de mis cargos en la ejecutiva de la fundación para el desarrollo de la obra de David Monthiel. Para ver si así soluciono su habitual falta de fondos. Quiero dimitir del consejo de administración de la sensatez para pensar, tranquilamente, qué problemas endémicos se solucionan con un puente o una terminal de contenedores sin terminar. O con una nueva playa. Aunque ¡qué bonito es el consenso! Es tan bello cuando se produce.

—¿Lo de la playa de la Alameda? Eso es una locura.

Me gustaría dimitir de mis funciones como lector cuando me informan de que se ha tramitado una multa al alcalde por ¿qué hizo exactamente? ¿Fue una trifulca? ¿Medió? ¿Acompañó? ¿Tuvo actitud chulesca? ¿Se interesó? ¿Dijo «por favor»? ¿Se pegó un desplante flamenco? ¿Invitó a bailar la polka al agente? Dimito del opinómetro, esa institución que pasa por ser «participación ciudadana», que empieza a temblar y a calentarse:

—No debería haberse metido. ¿Qué hace aprovechándose de su cargo?

—Defendió a un ultra violento. Se lo merece por entrometío.

—El que sale, no entra.

—No hizo nada, sólo intercedió por un chaval.

Renuncio a los debates sobre la libertad de expresión sobre los ¿disturbios?, ¿peleas?, ¿broncas? ¿enfrentamientos?, de la tan mentada presentación de un libro si en esos debates se olvida que la apología del fascismo no es delito.

—El rencor no lleva a ningún sitio.

Renuncio a hablar de rencores que siempre olvidan el que pueden haber desarrollado algunos de los familiares de los cuatrocientos mil desaparecidos cuando no se cumple la ley de memoria histórica en el callejero de las ciudades. Renuncio a la vieja teoría de miremos hacia delante.

—Miremos al futuro.

—Es que a mi abuela la raparon.

—Circule.

—Es que a mi padre lo fusilaron por salir en una chirigota que se reía de los frailes.

—¿Usted pretende ganar la guerra años después?

—Es que mi bisabuelo entró en París con la Nueve.

Renuncio a relacionar el suceso con las bases de PCSSP. Renuncio a justificar dicha teoría recordando el pasado «violentísimo de megáfono e insulto» de algunos concejales. Deserto de las voces que dicen que ha sido un fracaso El día sin coches, de hablar de «invasión de refugiados», de que me parezca normal que una institución pública contrate a trolls para desprestigiar la lucha por la Escuela Pública. Renuncio a responder a cuestionarios sobre qué nos parece que Jolie haya roto con Errejón o Pablo ya no quiera a Brad. O si se ganan las elecciones sin puretas. Renuncio a la complicidad de dar el Premio Cortes de Cádiz a los de la rebaná de en medio de las cangreburguers.

—Ya se lo dimos.

Renuncio a valorar con un coeficiente la novatez de los concejales según algunos empresarios, esos que dicen que impiden el desarrollo de la ciudad cuando cumplen con el PGOU. A saber a qué hora se pueden acostar y si pueden tener iphones. Paso de hacer un escote para pagarle el vuelo a Rodríguez de Castro. Renuncio a pensar que este año se terminarán las obras de la nueva terminal de contenedores, el puente nuevo y abrirá la estación de autobuses. Renuncio a pensar que aparecerá la cocaína perdida.

Ea. Dimito. Renuncio a ser insensato y sin escrúpulos. Soy realista y exijo lo imposible; porque debajo de los adoquines, estaba la arena de la playa de La Alameda.

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El tercer puente 12 07

Fotografía: José Montero

Pido perdón a Fran González porque hay gente que piensa que «no se ha hecho nada especial, ya estaba todo», o «sólo se ha abierto la puerta», como el dinosaurio que se despertó y se encontró con una agenda repleta, del verano del estrosamiento. Pido a perdón a Fran González porque Goran Bregovic tocó con sonidos pregrabados, por lo de poner musiquita a la puesta de sol, porque el levante ha pegao tela, por pensar que el escalón de la playa es responsabilidad de Costas. Porque me alegro de que se acabaran las barbacoas del trofeo.

            —Y por lo de las amenazas, ¿no?

Pido perdón a Fran González porque no tengo nada que enseñarle en el móvil, por no quedar con él en una terraza antes de los plenos y porque me alegro de la unanimidad en lo del programa de alquiler justo. Pido perdón a Fran González por el nuevo Reglamento Orgánico Municipal, por la falta de capacidad de los cambios en el gobierno municipal y no por la sobrada solvencia de los de San Fernando, por las pintadas que afirman que su partido es igual que otro partido y por pensar que están hechas por gente de su partido.

Pido perdón a Fran González por carecer de un modelo de ciudad que mantenga privilegios y falsas historias de la grandeza del orbe. Pido perdón a Fran González por decirle que en la que dicen que fue cuna de la libertad y del constitucionalismo había un mercado de esclavos muy activo. Por decirle que el tricentenario de la casa de contratación va a celebrar el expolio de una tierra conquistada a sangre y fuego y el genocidio de los pueblos originarios «descubiertos».

            —Pero, ¿y lo de las amenazas?

Pido perdón a Fran González porque no sé que es una lanzadera de empleo. Porque creo que ser emprendedor esconde empezar a autoexplotarse uno mismo hasta tener empleados a los que explotar. Porque no creo que sea bueno salir en la portada del The Guardian y que todos aspiremos a ser camareros y animadores de hotel. Por que «ser de Cádiz» no soluciona nada. Pido perdón a Fran González porque sigo apostando por proyectos que faciliten, apoyen y desarrollen la música en directo. Porque pienso que necesitamos convertirnos en una ciudad de la cultura, de la música, del arte, del flamenco. Porque creo que es muy positivo, si todo va bien, tener un nuevo patronato.

            —¿Patronato? ¿Y las amenazas? ¿No es un delito grave contra la autoridad?

Le pido perdón a Fran González por indignarme por los retrasos en la construcción del nuevo hospital, de la ciudad de la justicia y de la paralización de la estación de autobuses, por indignarme por los ERES falsos, por los exdelphi, el fraude de la formación, el calvario de la escuela de hostelería de Cádiz y los cargos fantasma para colocar a hijos de alcaldes. Le pido perdón por mi preocupación ante el recorte encubierto en la educación pública de la Junta, por cerrar aulas para favorecer a los concertados. Por pensar que la buena relación con la UCA también es exigirle que rehabilite el Colegio Mayor, El Olivillo viejo, y ya de paso que la Escuela de Náutica y Valcárcel completen un Campus de Cádiz que nunca se debería haber ido por pelotazos inmobiliarios. Le pido perdón porque me alegro mucho de hayan absuelto a los activistas de Valcárcel.

            —¿Por lo del Croquemongou tampoco?

Le pido perdón a Fran González por aspirar a una ciudad con carril bici digno, con un centro peatonal. Porque no creo que las instituciones sean mágicas o malignas en sí mismas, y sí transformables, imperfectas. Porque quiero que se mande obedeciendo, porque sé que el poder reside en el pueblo y no en los operadores turísticos. Pido perdón a Fran González porque aún hay ilusionados que mantienen la llamita de la esperanza (yo siempre la llamo fe, a pesar de ser una palabra corrompida por la cristiandad) de un municipalismo que tenga en cuenta a los más desfavorecidos y no los conquistadores de Cadifornia, ni el funcionamiento del cepo chino.

Perdona, picha.

Tiempo de lectura ⏰ 4 minutitos de náHombre corriendo

Fotografía: Jesús Massó

            —Qué levantazo, illo.

Mucho se ha hablado de los estragos del viento de levante en este verano del estrés. De sus inconvenientes, de sus rachas de ochenta kilómetros, de lo que ha afectado a la psicología, a la pesca y a la sacrosanta hostelería. Salvadora de la balanza de pagos provincial.

—Qué ruinazo.

Nos ha obligado a construir una ética del sufrimiento ventoso. A filosofar sobre el cansancio al que somete al cuerpo, a analizar su hedor por los bajantes, a calcular la cantidad de arena que deja en la saliva, a estudiar el grado de acartonamiento de la ropa tendida. Ha inspirado novelas peores que su soplo inclemente. Incluso algunos lo han visto como una maniobra de distracción ante los cambios en la corporación municipal de nuestro amado líder, tan criticados de la punta del Boquerón padentro.

—Esto no es normá.

Pero este año, dicen, la cosa ha sido dura. Ha obligado a cerrar el puerto de Tarifa, ha echado a la gente de la playa sin tregua, ha cancelado el catamarán de la Bahía, ha despeinado y mosqueado a los turistas, ha provocado pérdidas económicas en los lateros y en los chiringuitos, ha invitado a la búsqueda en internet de «playas donde no pegue el levante», ha dejado encerrada a la gente en el piso por el que ha pagado una talegada, ha provocado discusiones tontas agravadas por esa suerte de mosqueo infinito de sufrir la levantera.

—¿Ha tenido algo que ver el levante con la de mierda que tiene mi Kichi en Cádi-Cádi?

Y, sobre todo, ha sido—según la prensa— un agente del mal que ha afectado al «motor» económico de la provincia. El turismo.

—Eso ni tocarlo, ¿eh?

El turismo. Esa actividad económica de la que nació la burbuja inmobiliaria, que tapizó de cemento las costas, que ha transformado y destruido el paisaje costero, que ha quebrantado la ley de costas para beneficio privado, que ha enriquecido la corrupción sistémica de los ayuntamientos, que ha maquillado las altas en las seguridad social con licenciados y ha convertido a Andalucía en un «paraíso», en el que comprar una segunda vivienda, llena de gente graciosa, amable y floja.

—¿Ya empezamos?

El turismo: ese que obliga a los licenciados con dos masters a trabajar por 5 euros la hora sirviendo raciones de sardinas sequeronas, tonino por caballa, pota por choco frito y tortillitas de camarones congelás. Ese que forma colas kilométricas de turismos a la entrada de la playa de Bolonia. Ese que peta los aparcamientos de El Palmar. Ese que está creando su propia burbuja, que pronto explotará.

—Tú estás mu equivocao.

Ese que peta los sitios, aumenta los precios, baja la calidad de los servicios, paga mal, es desconsiderado, sucio, poco cívico, que exige siempre buen tiempo, que demanda que TODO esté veinticuatro horas abierto. Ese Cayo Coco mental en el que todos los indígenas somos servidores, informadores, animadores socioculturales, camellos, cantaores, que formamos parte del decorado de la historia.

—¿El rincón gastronómico? Ni idea.

Ese que es la pesadilla para el futuro de la Coordinadora de Profesionales del Metal de Cádiz. Ese que convierte a la ciudad en un parque temático de la historia. En el que los cruceristas la consumen como el que pasea por Disneyland París. Pero ¿qué historia? ¿La mía? ¿La tuya?

—¿La de las camareras de piso?

—¿La de los chicucos malajes?

—¿La de la gente de la calle Pasquín?

—¿La de los negros del callejón?

—¿Las de las niñas que venían a trabajar de internas desde Chiclana, Medina o Conil?

No, señora. Se vende aquella tan aclamada y estudiada por los historiadores que identifican «Cádiz» con los señores que llamaron a Haydn para que les hiciera el pasodoble de medida de ese año. Aquellos que, gracias al pecado de explotar a los iguales, se construyeron palacios donde todavía no puedes entrar, querido turista. Porque son propiedad privada. Patrimonio privado. El Hola de la historia. Esos que se enriquecieron con la invasión de un continente y con la sangre de los pueblos originarios de lo que ahora llamamos América.

—Ya estamos con el derrotismo.

Aquellos a los que ni el levante de la historia, ni la humedad, ni los baños comunes, ni las rajas en los tabiques (como sonrisas de un promotor inmobiliario) de los barrios de los pobres antes del festín de FITUR, molestó.

—A lo que vamos. Que se te va el coco.

El levante y su insistencia es el que nos salva de la Gran Transformación Definitiva de esta provincia en un destino turístico irreversible poblado de ingleses borrachos, alemanes jubilados y españoles conquistadores. Es un arma contra la colonización definitiva de las costas. Una defensa ante la posibilidad de que muchos repitan, se vengan arriba y se compren una casa a pie de playa. Es una muralla contra la gentrificación y el ladrillazo. Una defensa para que la jet set playera no se instale definitivamente y seamos una Costa del Sol II, o decorados aún más dramáticos.

—Sopla, sopla fuerte, levante.

Sé que sonará duro para muchos y muchas. Pero Cádiz no es una mujer. Nunca lo fue. Ni mucho menos la pretenden dos novios, el levante y el poniente. Siento contradecir el pasodoble y al maestro. Pero me suena demasiado a poesía heteropatriarcal en la que la mujer es un objeto que piropear, que seducir. Un objeto mensurable. Como ninfas, diosas, reinas, damas de honor y coquineras al uso.

Dió, tustá chalao.

Cádiz no es una mujer, ni es la «señorita del mar», ni «la novia del aire». Como mucho es la follamiga de los cruceros, la salada caridad de los hidratos de carbono de las colas frente a la parroquia. La criadita del mar. La parienta de las crisis históricas. La sosia del levante.

—¡Pero si ya es suroeste!

—Y ha llovío.

Cádiz es una ciudad que necesita el levante. Necesita a la gente que trabaja en el metal, en los astilleros, en la cultura. Para salvarse. Para seguir.

No sólo camareros.

Sopla. Sopla fuerte, levante.

Tiempo de lectura ⏰ 4 minutitos de náKichi me tiene...

Fotografía: Jesús Massó

Qué estrés de verano. Esto con Teófila no pasaba. ¡Con Teófila! Los veranos eran una meseta de tiempo en el que sólo se hablaba de las mismas cosas: lo bonitos que eran los «conciertos de la libertad», del buen criterio del cine familiar, del levante, de las barbacoas del trofeo, de Bisbal, de lo distraíos que teníamos a los de la Báscula, de los pesados de los carnavaleros de calle que se iban a Puerto Real. Todo en orden. Era todo más tranquilo, más relajado. Era todo más de Benidorm con esa mentalidad para programar actividades IMSERSistas.

¿Qué es eso de tener cada día tres eventos? Una falta de previsión ¿Cómo es posible que la gente prefiera música en directo que quedarse a la fresquita metío en su barrio? Populismo. ¿Cómo es eso de que los bares abran más horas? Es un peloteo a los hosteleros. ¿Cómo es que La Regata ha ido bien y se ha tenido en cuenta a los niños y niñas más desfavorecidos? Porque se copiaron de las anteriores y caridad populista. ¿Que ha ido más gente y el impacto económico es mayor? Populismo. ¿Que hubo colas? Culpa de la gente que llevaba muchas mochilas para registrar. ¿Que había mucho tráfico? Culpa de la gente. Esa a la que un concejal del Teofilato le dijo que viniera en coche, siempre que quisiera, por el puente nuevo y aparcara en un aparcamiento vacío a día de hoy. Sin poblema ninguno.

La falta de consideración llega a extremos inconcebibles. ¿Es que el Kichi y su gente no piensa en el estrés veraniego de ir a ver cortos al Baluarte, ir de plaza en plaza para escuchar al Cabajazz Colective y a Más Madera, visitar la exposición de Hércules, comerse un plato de arroz con placton, ir al Festival de Jazz y a ver a Kurt Rosenwinkel, pasar por El Pelícano para escuchar afrobeat de Burdeos, acercarse un ratito a ver lo del Palomar y Lizana en la Regata, luego empalmar con la jam del Baluarte, para acabar en el Medussa con los deyais más pesaos en kilómetros a la redonda y luego acostarse destrozado por el empacho de actividad, músicas y cachondeito? ¿La Velada de los Ángeles otra vez? ¿Rutas del Cádiz de la Posguerra?

¿No es demasiado para el ciudadano medio gaditano?

—Indignante.

Y sobre todo la gente. ¿De dónde carajo ha salido tanta gente? ¿Era la misma que se quedaba en su casa cuando hacían los Conciertos de la libertad? ¿Era la misma gente que aplaudía a Pablo Alborán como estrella del Castillo San Sebastián? ¿Son las mismas que acudían al concurso de coplas antiguas? ¿Es la misma que antes se la calificaba de inexistente para los conciertos, para el flamenco, para el jazz, para el rá en andalú?¿Ya no hay música «joven»?¿Es el rock una música para todos los públicos? ¿Habían pisado el ECCO alguna vez? ¿No estábamos y estamos en emergencia social? ¿Entonces por qué se ríe y disfruta la gente en la calle?

—Indignante.

¿Dónde están esas procesiones en veranito? ¿Dónde los eventos benéficos para dejarse ver con una guayabera, que te hagan una foto en grupo para el diario y ser caritativos con los pobres? ¿Dónde los turistas de bien que criticaban y se reían de las usanzas populares de las caleteras? ¿A dónde fueron las veladas de los coristas y sus carruseles? ¿Dónde quedaron las Regatas con Elcano?¿Dónde están los caballos andaluces bailando? ¿Dónde las recepciones de la bandera española? ¿Dónde los problemas con los socorristas, el éxito eterno del Rastrillo, la malaje de la gente del carnaval de verano callejero? ¿Esos fueron los que se fueron a Puerto Real a cantar porque se enfadaron con el ayuntamiento? ¿Dónde está aquella luz tan hermosa que iluminaba la playa y que tanto celebraban los turistas y que los desagradecidos de siempre llamaban «contaminación lumínica»?

—Indignante.

¡Y aún estamos en agosto! Esto es un no parar infernal: conciertos gratis en la Catedral, los miércoles del ECCO, el ciclo de música y mujeres y cientos de cosas más. Qué estrés. Maga en la azotea del Parador, el carnaval de verano, Goran Bregovic, The Skatalites, Tomasito, El Javier Galiana eclectictrio (eso qué será) en el Medussa…

—Toda la noche en la calle.

—Molestando a la gente.

—Sin dejarla dormir.

—Esto parece una feria de pueblo.

Menos mal que siempre hay alguien velando por la moralidad y el saber estar y no permite que la cosa se desmadre. Como ese turista que obliga a cerrar al Nautilus a las diez de la noche. Como aquel que denunció al Pelícano. A rezar y a dormir. Como es de orden. Menos mal que aún sigue habiendo turistas que tiran colillas a la arena, dejan basura en la orilla, gente que se come toninos por caballas caleteras, que pagan pastizales por una semana de Cayo Coco, que te pregunta como si fueras un canaco o un criado dónde está la calle Cervantes y ni te da las gracias, que se hacen miles de fotos delante de la Catedral con la misma sonrisa que en el Taj Majal. Menos mal que los cruceristas compran recuerdos y comen paelladores. Menos mal que las camareras de piso cobran euro y medio por habitación, a lo sumo, dos; y tienen que dejar listas en torno a 25-30 estancias en tan sólo cuatro horas. Menos mal que hay unos cientos de licenciados contratados como camareros.

Menos mal.

—¡Kichi: me tienes estrosá!