Doctora en Filología por la Universidad de Sevilla con la tesis Historia crítica y revisada de La Tía Norica de Cádiz.
Tiempo de lectura ⏰2minutitos de ná
El volumen colectivo ¿Hacemos teatro? Piezas breves para jóvenes surge a iniciativa de un grupo de implicados en la difusión de las artes escénicas, cuyas carreras profesionales se desarrollan entre la docencia de la lengua y la literatura, la creación y/o la investigación. Varios de ellos participaron en la elaboración de un práctico libro bajo el título de El teatro en tus manos: Manual de iniciación a la práctica escénica, editado y re-editado una y otra vez por la editorial Complutense, así como dos volúmenes de textos breves para jóvenes. Materiales todos ellos que han representado, nunca mejor dicho, de gran ayuda para todos aquellos que intentan difundir el arte teatral entre jóvenes de todas las edades.
En esta ocasión este grupo de autores, ante la demanda y necesidad de textos para representar en centros de enseñanza, talleres o asociaciones, han decidido embarcarse en una edición colectiva y autoeditada a través de la editorial Los Libros de Umsaloua. El libro contiene ocho piezas de teatro breve escritas por otros tantos autores, muy distintas entre sí y que presentan una gran variedad de temas, ritmos, estilos o lenguajes dramáticos. Cada una de ellas se completa con indicaciones para la puesta en escena, a cargo de la directora Lola Mendoza. Ha sido coordinado por Mª Jesús Bajo Martínez y está prologado por el catedrático de filología Manuel Carrera Díaz. Han colaborado, además, ocho jóvenes estudiantes de la facultad de Bellas Artes en las ilustraciones y un joven recién licenciado en el diseño de imagen de portada, de forma totalmente altruista.
En palabras del prologuista, Manuel Carrera Díaz: “Este volumen contiene un paquete de pequeños explosivos y algunos cuencos colmados de pólvora dramática. Al entrar en la primera página de aquellos se inflama automáticamente una mecha de combustión rápida que en dos vueltas de hoja explota en una descarga final que explica y cierra el drama ante el asombro del lector —y no digamos del espectador— de estas breves y fulminantes obritas teatrales (…)”. Las obras y autores que conforman el volumen, que fue presentado en el Centro de Documentación de las Artes Escénicas de Andalucía, sito en Sevilla, son: Un canal en Youtube (Isabel Martín Salinas); ¡Ahí me bajo yo! (Rafael Portillo García); Corazón de oscuridad (Desirée Ortega Cerpa); Siempre es demasiado tiempo (María Jesús Bajo Martínez); Dos amigos y un plan (Carmen Caballero); El gol de Samir (Antonio Miguel Morales Montoro); Seré Isla (Juan García Larrondo); Los él (José Aurelio Martín Rodríguez).
El libro podrá adquirirse por el módico precio de 10€ en todas las librerías. (En Sevilla, principalmente en El Gusanito Lector, Librería Nuño y Entre Línea. En Cádiz, en Librería Ortega). También por pedido a la editorial, que lo remitirá sin gastos de envío dentro del territorio nacional (Los libros de Umsaloua: umsaloua@gmail.com)
Tiempo de lectura ⏰2minutitos de ná
Ilustración: pedripol
La compañía de títeres de La Tía Norica de Cádiz constituye uno de los ejemplos vivos más antiguos de teatro popular en Occidente. Debe ser considerado como un patrimonio cultural desde muy diversos puntos de vista. En primer lugar, histórico, por su antigüedad manifiesta, puesto que existe constancia de la existencia de un teatro para este espectáculo desde 1815, bajo la dirección de un artista carpintero gaditano llamado Pedro Montenegro (1778-1857). También, artístico y escénico por su puesta en escena donde se despliegan dos técnicas tradicionales de manipulación, con su combinación de hilo y peana. La construcción de los elementos necesarios para la puesta en escena nos conecta con actividades industriales, en otros tiempos, y, hoy en día, artesanales, como la carpintería. Así mismo, se encuentra una relación con las actividades comerciales, puesto que el ciclo de representación coincidía con la llamada Feria del Frío o de Navidad, de la que existen datos de su existencia desde mediados del XVIII. Era el momento en el que los comerciantes locales y foráneos ofertaban los más variados productos. Posteriormente, a partir de principios del siglo XX, la compañía de la Tía Norica estaría presente en muy diversas festividades con similares actividades en toda la provincia gaditana.
En sus representaciones se encuentran también relaciones con la literatura popular y culta, por la existencia de un repertorio vertebrado, en su origen, en torno a dos piezas fundamentales: por un lado, la representación navideña de carácter jocoso sobre el Nacimiento de Jesús y, por otro, el sainete sobre la aventura taurina de La Tía Norica. A lo largo del tiempo se fueron añadiendo otras obras: unas, vinculadas con el teatro clásico español junto con sainetes costumbristas de carácter local, así como representaciones musicales, de temática infantil o pasillos cómicos protagonizados por D. Cristóbal. A todos estos valores, hay que añadir la particularidad que se trata de la única compañía de títeres en el mundo organizada en torno a un personaje femenino.
Finalmente, es un gran modelo de patrimonio etnográfico, por ser representativo de unas señas de identidad y de una idiosincrasia. Igualmente, el carácter “inmaterial”, difícil a veces de conceptualizar o definir, se ejemplifica a través de la emoción que desprenden los muchos testimonios escritos por quienes fueron testigos de las representaciones a lo largo de la historia. Sin embargo, no estamos ante un fenómeno solamente local o dirigido por una sola compañía: desde mediados del siglo XIX encontramos imitaciones o réplicas en la propia ciudad de Cádiz, o en las localidades más próximas de la provincia, así como en grandes capitales como Sevilla o Madrid. Sin embargo, la prensa nacional desde finales del siglo XIX ya reconocía a este personaje como representativo de nuestra ciudad, cuyo nombre aparece siempre como apellido de su rancio –en el mejor sentido del término- abolengo: La Tía Norica de Cádiz.
Pocas veces se identifican los títeres con las artes plásticas, aunque de alguna manera, toda marioneta es ciertamente una escultura animada o articulada. Entre los maestros que aprecian el valor artístico de este elemento escénico se encuentra Francisco Peralta Gómez (Cádiz, 1930). Su trayectoria profesional es un ejemplo más de profeta que no lo es en su tierra. Tras estudiar en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos de Cádiz, se licenció en Bellas Artes por la Complutense de Madrid, sección escultura. Su tesina desarrolló de manera visionaria conceptos de carácter multidisciplinar, pues se centró en la integración de las artes y la aplicación pedagógica de los títeres.
De hecho, en toda su actividad como profesor de Modelado y Vaciado ha empleado como recurso didáctico la construcción de títeres. Al mismo tiempo, desde 1956 ha llevado a la escena diversas obras, como Bastién et Bastianne de Mozart, El retablo de Maese Pedro de Falla, Los melindres de Belisa de Lope de Vega o El paso de las aceitunas de Lope de Rueda, entre otras muchas. Para todas ellas ha creado figuras estilizadas de una belleza extraordinaria, innovando y creando nuevas técnicas de manipulación. En su labor, continuamente ha perseguido la expresividad más que la perfección, aunque el acabado de todas sus creaciones se acerca al virtuosismo. Desde el principio ha trabajado con su esposa Matilde del Amo y en 1981 fundó oficialmente la compañía de Marionetas Peralta del Amo, en la que se integraron sus cinco hijas. De esta manera, tanto como docente de arte y de teatro, así como creador, ha estado presente en escuelas, talleres y festivales nacionales e internacionales, además de participar en exposiciones de escultura y pintura. Así mismo, ha colaborado en cine y televisión, como en las películas Dulcinea (1962) de Vicente Escribá o Cabriola (1965) de Mel Ferrer, y varios de sus montajes fueron grabados para El carro de la farsa de TVE.
En 1990 fue el primer marionetista en recibir la Medalla de Plata al Mérito en Bellas y tiene su entrada propia en la Enciclopedia mundial del títere (2009) editada por la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA). Varias exposiciones retrospectivas en torno a su obra se han presentado en festivales internacionales, como los franceses de Toulouse (1992) y Charleville-Méziéres (1994), o Tiririlandia 97 en Madrid. Creación suya, además, es la estatua de bronce erigida en Móstoles en 1998, dedicada a los artistas de los títeres. En 2008, junto con su mujer, fue nombrado Miembro de Honor de UNIMA España.
Peralta continúa con su investigación en las técnicas de las marionetas en Segovia, donde reside y a la que está vinculado junto con su festival, Titirimundi, desde 1985. Precisamente, es la entrega de esta ciudad al arte del títere, por la que Francisco Peralta ha decidido que ésta albergue y custodie el conjunto de su obra. De hecho, en 2014, se inauguró la colección Peralta, ubicada en la puerta de Santiago de la muralla de la ciudad, que se está convirtiendo en un interesante espacio museográfico, con variadas actividades. En ciudad natal, en cambio, es un auténtico desconocido, y sólo se ha podido constatar, una participación en el II Festival del Títere en 1985. Sin embargo, Francisco Peralta siempre defiende que su amor por este arte le viene a través de Cádiz y La Tía Norica, por lo que está claro que se le debe un justo y merecido reconocimiento.
En la película Copia certificada de Kiarostami se afirma que cambia la perspectiva de observación de un objeto cuando se convierte en pieza de museo. Un buen ejemplo de ello son los títeres, creados para la escena, la acción y el movimiento, transformados en seres inanimados, muy lejos de su función primigenia, cuando pasan a formar parte de las colecciones expositivas. En ocasiones, incluso, han perdido hasta su condición artística cuando sólo se les ha dado un valor antropológico, en lugar de ser considerados como auténticas esculturas articuladas o bienes tangibles del arte teatral. Por ello, muchos de ellos han pasado a formar parte de museos dedicados a tradiciones y costumbres populares, como así describen Mc Cormick y Pratasik en el libro Popular Puppet Theatre in Europe, 1800-1914, editado por la Universidad de Cambridge en 1998.
Algo similar ocurrió con La Tía Norica cuando el Ministerio de Cultura adquirió en 1978 el legado a su último propietario, a modo de intervención de urgencia para preservar un patrimonio que podría haberse perdido para siempre. Cuando finalmente se ubicó en el Museo de Cádiz de la plaza de Mina en 1982 —gestionado por la Junta de Andalucía desde que adquirió competencias en materia de cultura— justificó la creación de la “sección etnográfica” de ese equipamiento.
Aunque muchos consideraron que depositar el material de La Tía Norica en un museo era igual que sepultarlo en un cementerio, debe recordarse que es precisamente la conservación de los bienes resultante de su actividad escénica -esto es los títeres, textos y decorados- lo que permite la recuperación de la compañía. La exposición del legado en la II Feria Internacional del Títere de Sevilla de 1982 propicia una exhibición ilustrativa de su manipulación y puesta en escena, fruto de la feliz casualidad de aprovechar la visita que realizaron los miembros de la antigua compañía, por parte de los organizadores de dicha muestra.
El éxito de esta representación improvisada, que tuvo que repetirse varias veces, impulsa la idea de recuperar la compañía y la creación de un festival del títere por parte del Ayuntamiento de Cádiz. Debido al estado del material depositado en el museo, se opta por la reproducción de muñecos y decorados, en virtud de un acuerdo con la Junta de Andalucía.
La colaboración de la administración autonómica en la nueva actividad escénica de La Tía Norica ha tenido muchos altibajos, por lo que la intervención municipal y la voluntad de los miembros de la compañía, bajo la figura de asociación cultural sin ánimo de lucro, han sido fundamentales para su continuidad. No hay que olvidar ciertas actividades importantes impulsadas por el Museo de Cádiz, como dedicar a La Tía Norica el Día Internacional de los Museos en 1999. También, la colaboración en la exposición sobre el veinte aniversario de la recuperación de la compañía en 2005, entre otras actividades. Igualmente, es de destacar la iniciativa por parte de la Junta de comenzar los trámites para otorgarle la declaración de Bien de Interés Cultural. Sin embargo, aparte de cumplimentar dicho procedimiento o ejecutar los planes de ampliación del Museo para mostrar todos los fondos, es urgente que la sala destinada a los títeres de La Tía Norica permanezca abierta al público de forma continuada, pues en muchas ocasiones los usuarios la han encontrado cerrada por falta de personal y, en los últimos meses, por la necesidad de restaurar el material expuesto, según se lee en una carta al director publicada en Diario de Cádiz con fecha 2 de junio de 2016.
Treinta años después de la recuperación de La Tía Norica hay que valorar positivamente la existencia en Cádiz de un festival, un teatro y un espacio expositivo, todos ellos de competencia municipal, aunque se echa de menos una actividad continuada, así como una planificación conjunta, como las que tienen lugar en otras ciudades.
En cuanto al denominado “Museo Iberoamericano del Títere” —ubicado en las bóvedas de la antigua muralla de la ciudad— el lugar no cumple con todos los requisititos contemplados en la normativa vigente para emplear tal denominación, por lo que debería utilizarse el término más apropiado de “colección”, lo cual no le resta importancia ni posibilidades. De hecho, la intervención para transformar el antiguo recinto militar en un espacio para la cultura ha sido impecable, con un resultado impresionante y el material expuesto, compuesto por unas 300 piezas, ofrece una buena perspectiva del mundo del títere. Sin embargo, sigue pendiente su organización como centro activo que sea también formativo, documental y divulgativo, abierto a múltiples actividades, como era la idea de la propia compañía de La Tía Norica desde hace muchos años y como se deja entrever en la información que se puede leer en Internet, pero que dista mucho de la situación actual.
Un modelo a imitar es la colección de títeres de Francisco Peralta en Segovia. Este escultor y titiritero gaditano cuenta con una extensa y reconocida trayectoria, tanto en las artes plásticas como escénicas, pero es prácticamente desconocido en su ciudad natal. Afincado en esa población castellano-leonesa desde hace muchos años, siempre ha defendido, sin embargo, que su vocación por el títere tiene su origen en las representaciones de La Tía Norica a las que asistía de pequeño. El conjunto de sus creaciones se ubica en un lugar similar a la colección gaditana, pues también se encuentra en dependencias del recinto amurallado de Segovia, donde se lleva a cabo todo tipo de actividades. Asimismo, esta ciudad celebra un festival que igualmente ha cumplido treinta años, pero con una mayor proyección nacional e internacional, pues se ha realizado una fuerte apuesta por el arte del títere. De hecho, Segovia forma parte activa de la asociación de ciudades amigas de las marionetas, AVIAMA, que celebró recientemente su asamblea anual en el TOPIC de Tolosa —otro centro muy activo en este ámbito— y que se ha comprometido a la promoción internacional de la colección Peralta. Todo un ejemplo a seguir por parte de Cádiz, que tiene el privilegio de contar con la tradición de títeres más antigua de Europa pero que, una vez más, no aprovecha todos sus recursos en materia de patrimonio cultural.
Fotografía de portada: María Alcantarilla
Tiempo de lectura ⏰3minutitos de ná
Los títeres conforman un género muy especial en las artes escénicas, con unas posibilidades creativas extraordinarias, pero su historia no es bien conocida. En su origen se encuentra una relación con la divinidad, por lo que en muchas culturas funcionan como objeto sagrado. En la Antigüedad clásica aparecen como metáfora del ser humano dominado por los dioses o los hilos del destino. Durante la Edad Media poblaron los altares de las iglesias, como las “pequeñas Marías” o “marionettes” origen del término “marioneta”. Así, dentro o fuera de los templos se explicaba la vida de Jesús y de los santos o la doctrina de la iglesia mediante “máquinas de figuras”, “titirimundis” y demás artilugios similares. En otro tipo de celebraciones populares, como las procesiones del Corpus Christi del Barroco, se emplearon también figuras de grandes dimensiones, como los gigantes o las tarascas. Una modalidad de estos “ingenios mecánicos”, muy del gusto del público hasta finales del siglo XIX, fueron los “autómatas”, en cuya construcción se aplicaban complicados conocimientos de relojería y mecánica, antecedentes de la actual robótica y de los replicantes que poblarán nuestro futuro.
Como evolución de los diablos de los misterios medievales, con la incorporación de rasgos de la antigua comedia atelana y la posterior Commedia dell’Arte, surge un personaje físicamente deforme y moralmente indecente, común en toda Europa. Va armado
siempre con una cachiporra que emplea de manera cruel y violenta, sobre todo contra los representantes de la autoridad, a modo de catarsis, que, de algún modo, servía de freno a los intentos de rebeldía de las clases más humildes, sometidas bajo un régimen casi de esclavitud. En Italia se llama Polichinela; en Francia, Polichinelle; en Inglaterra, Punch; en Alemania, Kasper y en España, Don Cristóbal. Posteriormente, surgieron versiones más livianas como Monsieur Guignol, Chacolí o el propio Batillo de La Tía Norica.
Este género siempre fue un espectáculo para todas las edades, porque la idea de un arte especialmente para niños no existía. Y menos aún, en el espacio compartido de la plaza pública, donde también el pueblo en conjunto asistía a las ejecuciones de reos. A mediados del siglo XIX, debido a los avances de la pedagogía y el aumento de la esperanza de vida, se comenzó a considerar a los menores como consumidores de determinados productos, como las marionetas, quizás por su similitud con los juguetes. Por todo ello, unido a un mayor refinamiento en las costumbres, comienza entonces la crítica hacia la violencia manifiesta y explícita de ciertos espectáculos de títeres. Así, poco a poco, sus repertorios van derivando hacia los cuentos tradicionales que también van perdiendo parte de su truculencia inicial, aunque también mucho de su misterio y simbología.
Don Cristóbal, al que ya Jovellanos denunció sus groserías en la Memoria para el arreglo de la policía en los espectáculos y diversiones públicas de 1790, ha vuelto a ser vapuleado por mostrar la realidad más cruel en el tinglado de la antigua farsa, incluso por muchos que no vieron su última aparición en público. Hasta la saciedad se criticó que varios niños y niñas vieran un espectáculo que va en contra de nuestros actuales preceptos educativos. Pero, tristemente, parece que nos escandaliza menos la infancia en riesgo de exclusión, o la que ha sido secuestrada por los señores de la guerra o la que está perdida entre las redes de explotación más terribles, en un mundo de crueldad, violencia y ambición manifiesta que amenaza con no dejar títere con cabeza.
Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.
Cookies estrictamente necesarias
Las cookies estrictamente necesarias tiene que activarse siempre para que podamos guardar tus preferencias de ajustes de cookies.
Si desactivas esta cookie no podremos guardar tus preferencias. Esto significa que cada vez que visites esta web tendrás que activar o desactivar las cookies de nuevo.
Cookies de terceros
Esta web utiliza Google Analytics para recopilar información anónima tal como el número de visitantes del sitio, o las páginas más populares.
Dejar esta cookie activa nos permite mejorar nuestra web.
¡Por favor, activa primero las cookies estrictamente necesarias para que podamos guardar tus preferencias!