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La calle es un espacio dinámico de personas en tránsito, de encuentros fortuitos y provocados por la cotidianidad de los ritmos vitales. Es alegría y consuelo. Es familia, amigas y desconocidas cruzándose en idas y venidas que se pueden convertir en horas de juegos, de charlas, risas y miradas amables. La calle es la extensión de nuestras casas, algo así como una raíz larga y laberíntica que conecta cada hogar gaditano creando una red segura y acogedora. Nutre y susurra virtudes y defectos, es el altavoz de nuestra cultura. Son cientos, miles de años de historia.

Está viva cuando le damos espacio para latir, porque tiene corazón, el de todas las gaditanas que luchan por trabajar y vivir en este rincón del Sur, que ha estado abandonado siempre por las administraciones. Personas nadando a contracorriente para no tener que emigrar en busca de un trabajo, de una oportunidad o porque no pueden pagar un alquiler desorbitado.

Las calles vivas
Fotografía: Inma Sanjuán

Entre las risas y charlas al atardecer en alguna plazoleta de la ciudad nos encontramos con vecinas que viven situaciones difíciles, teniendo que escoger entre comer o pagar la luz. En su barrio, el de toda la vida, donde viven sus padres que echan una mano con las niñas cuando salen del colegio, no para de subir el alquiler. Y es que Cádiz está de moda, un poquito más de moda. Una moda insostenible y nada saludable que condena a las gaditanas a la pobreza o el exilio mientras afloran pisos turísticos sin apenas control. Ese turismo que vincula el futuro de la ciudad a un espacio vacío, yermo, donde la alegría se va diluyendo por los husillos.

Aquí, que apenas nos queda industria de la que vivir, hemos agarrado el hierro candente del turismo como maná de vida; siendo en la mayoría de los casos un trabajo esclavo, mal remunerado y que nos echa de nuestras casas cuando vencen los contratos de alquiler.

Es posible que haya otra forma de vivir del turismo sin pasar por renunciar a nuestro derecho a la ciudad, a vivir cerca de nuestras familias y trabajos, con sueldos dignos y en un entorno sano y sostenible para todas las gaditanas. Quizá contando nuestras historias, antiguas y recientes. Porque las ciudades las construyen las personas que habitan en ellas y no aquellas que están de paso. La voluntad y el trabajo harán que nuestras calles sigan estando vivas.