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Los animales que nadie ve
Animales Invisibles. Gabi Martínez. Ediciones Nórdica. Madrid 2019

Este libro es un viaje extraordinario que nos propone lo contrario que las magníficas vistas de todo buen reclamo turístico: “viajar para no ver”. Así define su proyecto el periodista y premiado escritor Gabi Martínez, renovador de la literatura de viajes y no ficción, en busca de animales extinguidos o a punto de desaparecer. Animales que nadie ve pero se sabe que están y esa ausencia los convierte en enigma. Animales que ya no se verán pero son parte del imaginario colectivo.

Parece imposible interesarse por lo invisible en esta época dominada por la imagen, donde todo se graba, se comparte y se ve, y sin embargo, el autor despierta nuestro impulso juvenil de aventuras, el maravilloso vértigo de descubrir lo desconocido con la imaginación, la narración oral o el arte que guían su investigación junto con un compromiso ecológico y científico apasionante exento de charlatanería catastrofista.

Comienza este viaje singular en las míticas fuentes del Nilo en busca del pájaro picozapato, al que es fácil imaginar con un aspecto cuando menos extravagante y del que todavía parece quedan unos mil ejemplares aunque sean prácticamente invisibles. Nuestro autor no consigue ver al picozapato pero ya intuimos que eso no es lo que importa.

El único organismo vivo que sí se ve desde el espacio exterior es la Gran Barrera de Coral pero parece invisible para la gran mayoría del planeta que desconoce la belleza incomparable de esos 2.200 kilómetros de seres vivos frente a la costa de Australia. Este país está liderando la ecología mundial para frenar el calentamiento global de los océanos que amenaza a los corales al tiempo que se defiende de las plagas invasoras que asolan su territorio apareciendo la figura salvadora del “ecologista exterminador”.

El insólito poder que tienen las historias nos lo ofrece siguiendo los pasos del viajero catalán Magraner que pasó años buscando al famoso Yeti del que todos hablan y algunos afirman haber visto, y que terminó asesinado a manos de los talibanes.

En la remota Nueva Zelanda han hecho mundialmente famoso a su pájaro kiwi pero la reivindicación de la fiera nación maorí no incluye recordar al moa, un gran pollo que desapareció en el siglo XVII por su inocencia, exterminado porque solo era comida. También exterminado está el tigre coreano y sin embargo es el símbolo de la nación que aparece en camisetas y decora tiendas y hogares, pero la reinserción de la especie es imposible en la moderna Corea del Sur por la franja desmilitarizada de 248 kilómetros que le separa de su belicista vecina del norte. Tampoco en Venezuela está el “horno para bollos” y su danta o tapir parece condenado a la extinción.
Es difícil resumir en unas líneas las apasionantes andanzas de Gabi Martínez que se nutren de personas que le enriquecen con sus relatos, de anécdotas curiosas, de reflexiones científicas, de citas literarias y que nos plantea, con su prosa ágil entre el periodismo y la novela de aventuras y misterio, que nuestra relación con la naturaleza ante el deterioro provocado por el ya innegable cambio climático debe cambiar. Tenemos que pensar la vida de otra forma y no seguir siendo ese ser humano sabelotodo y prepotente que, contradicciones humanas, al tiempo que extermina sigue teniendo el deseo de ver animales en libertad porque tenemos una memoria genética de cuando nuestra especie vivió así y contemplar bestias salvajes nos despierta “una mezcla de nostalgia y envidia” que yo, viajera inmóvil, quisiera despertase también el respeto y amor por los animales y nuestro planeta.

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Elena
Imagen: Pedripol

I love Corrine, tell the world I do
I love Corrine, tell the world I do
Ray Peterson

Me suena a balada ñoña de los sesenta mientras escucho en la radio con cierto asombro que el caso de las conversaciones grabadas entre  Corinna Sayn-Wittgensteino  y Juan Carlos de Borbón ha pasado a la Audiencia Nacional.

Lo que en principio parecía ser un lío más, de los líos atribuidos de siempre al entonces tan campechano monarca ha pasado de la prensa del corazón (con el añadido de una trama de espionaje algo casposa) al Ministerio de Hacienda e Interior y puede llegar a ser un asunto político de interés nacional ya que las comisiones, testaferros, mordidas y negocios con gente nada recomendable, por no hablar del caso Nóos y su yerno, amnistía fiscal y demás privilegios de los que parece, se ha beneficiado Juan Carlos darían pie a sentarle en el banquillo de los acusados.

Ni en un ataque agudo de optimismo creo que pueda ocurrir tal cosa, aunque la ley deba ser igual para todos, porque el ahora rey pensionista entonces era inviolable y parece que ahora es aforado, además la Ley de Secretos Oficiales puede “matizar” cualquier investigación, por no recordar las olvidadizas declaraciones de su hija o la tibieza de muchos políticos ante el peso de la Casa Real.

Me voy a saltar la historia de cómo los Borbones llegaron al trono allá por el 1701 y centralizaron las Españas; pueden preguntar a los estudiantes de bachillerato. De la primera Restauración Borbónica en el XIX, pregunten a los mismos; y también por la segunda restauración del “caudillo” Francisco Franco (1969), gracias a la cual Juan Carlos I fue rey. Ahora rey jubilado y uno de los dos reyes actuales (si no quieres caldo….).

Un hombre con suerte por quien, al morir el dictador,  nadie daba un duro. “El breve”  le dijeron entre otras cosas menos amables. Pero ese rey heredero de Franco, enarboló la bandera de la democracia y salió airoso incluso de un golpe de estado. Por entonces sus líos de alcoba se silenciaban. No se le llamaba censura, sino un pacto entre caballeros que se basaba en no hablar de los asuntos privados del rey (al que el machismo más rancio incluso jaleaba).  Todo esto debió  ser  lo que llevó al nulo control del Parlamento y el Ejecutivo sobre los asuntos del monarca, y no digo privados, sean cuales sean los asuntos; (económicos o sentimentales…) cuando eres jefe de un estado y lo representas, más que una bandera, tu vida privada debe ser tan ejemplar como el cargo que ostentas.

Sus meteduras de pata o de cadera comenzaron mucho antes del famoso lo siento mucho, no volverá a ocurrir, que está claro se refería a cazar elefantes porque de todo lo demás -farras y negocios incluidos- hizo, hace y seguirá haciendo lo que le venga en su real gana, aunque el emérito haya devenido en demérito.

Corinna, la llamada “amiga íntima” de Juan Carlos no deja de ser una querida de las de “toda la vida”. Una de “las ocho amantes clonadas del emérito” dice un titular digital, por mucho que se la presente como una mujer de negocios para actualizar a la favorita del rey, como si pudiese renovarse tal anacronismo. Me descoloca leer que Corinna dice que el rey le prometió matrimonio porque ya no sé si es una Mata Hari de las altas finanzas, una ingenua damisela romántica o una caradura con mucho morro hialurónico. Pero chorradas frívolas aparte, esta señora, sólo me interesa por estar íntimamente relacionada con la más alta representación de este país que por lo visto es o era el rey. Y dicha relación no deja de ser muy decepcionante o bochornosa para lo que se espera de un monarca constitucional.

Y digo monarca y no soberano, porque en singular suena a coñac y porque el único soberano según nuestra encorsetada Constitución es el pueblo español del que emanan todos los poderes. Así que como pueblo soberano que somos podríamos decidir si cambiar la herencia de un dictador, cambiar el jefe del estado, la forma y  modelo de ese estado, la constitución y lo que haga falta. Parece fácil… ya.

Intento recordar aquella canción melosa…¿o era una peli de mucho llorar?