Este libro es un viaje extraordinario que nos propone lo contrario que las magníficas vistas de todo buen reclamo turístico: “viajar para no ver”. Así define su proyecto el periodista y premiado escritor Gabi Martínez, renovador de la literatura de viajes y no ficción, en busca de animales extinguidos o a punto de desaparecer. Animales que nadie ve pero se sabe que están y esa ausencia los convierte en enigma. Animales que ya no se verán pero son parte del imaginario colectivo.
Parece imposible interesarse por lo invisible en esta época dominada por la imagen, donde todo se graba, se comparte y se ve, y sin embargo, el autor despierta nuestro impulso juvenil de aventuras, el maravilloso vértigo de descubrir lo desconocido con la imaginación, la narración oral o el arte que guían su investigación junto con un compromiso ecológico y científico apasionante exento de charlatanería catastrofista.
Comienza este viaje singular en las míticas fuentes del Nilo en busca del pájaro picozapato, al que es fácil imaginar con un aspecto cuando menos extravagante y del que todavía parece quedan unos mil ejemplares aunque sean prácticamente invisibles. Nuestro autor no consigue ver al picozapato pero ya intuimos que eso no es lo que importa.
El único organismo vivo que sí se ve desde el espacio exterior es la Gran Barrera de Coral pero parece invisible para la gran mayoría del planeta que desconoce la belleza incomparable de esos 2.200 kilómetros de seres vivos frente a la costa de Australia. Este país está liderando la ecología mundial para frenar el calentamiento global de los océanos que amenaza a los corales al tiempo que se defiende de las plagas invasoras que asolan su territorio apareciendo la figura salvadora del “ecologista exterminador”.
El insólito poder que tienen las historias nos lo ofrece siguiendo los pasos del viajero catalán Magraner que pasó años buscando al famoso Yeti del que todos hablan y algunos afirman haber visto, y que terminó asesinado a manos de los talibanes.
En la remota Nueva Zelanda han hecho mundialmente famoso a su pájaro kiwi pero la reivindicación de la fiera nación maorí no incluye recordar al moa, un gran pollo que desapareció en el siglo XVII por su inocencia, exterminado porque solo era comida. También exterminado está el tigre coreano y sin embargo es el símbolo de la nación que aparece en camisetas y decora tiendas y hogares, pero la reinserción de la especie es imposible en la moderna Corea del Sur por la franja desmilitarizada de 248 kilómetros que le separa de su belicista vecina del norte. Tampoco en Venezuela está el “horno para bollos” y su danta o tapir parece condenado a la extinción.
Es difícil resumir en unas líneas las apasionantes andanzas de Gabi Martínez que se nutren de personas que le enriquecen con sus relatos, de anécdotas curiosas, de reflexiones científicas, de citas literarias y que nos plantea, con su prosa ágil entre el periodismo y la novela de aventuras y misterio, que nuestra relación con la naturaleza ante el deterioro provocado por el ya innegable cambio climático debe cambiar. Tenemos que pensar la vida de otra forma y no seguir siendo ese ser humano sabelotodo y prepotente que, contradicciones humanas, al tiempo que extermina sigue teniendo el deseo de ver animales en libertad porque tenemos una memoria genética de cuando nuestra especie vivió así y contemplar bestias salvajes nos despierta “una mezcla de nostalgia y envidia” que yo, viajera inmóvil, quisiera despertase también el respeto y amor por los animales y nuestro planeta.