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Una peste siempre resulta desagradable y provoca conductas en el personal de lo más imprevisibles. La famosa peste negra surgió en el siglo XIV,  se llevó por delante muchísima gente y mantuvo en vilo a la humanidad durante unos cuatrocientos años. Algunos ricos espabilados, como los que reúne Bocaccio en el Decamerón, se las apañaron para quitarse de en medio y largarse a un lugar seguro a contar historietas picantes; pero la mayor parte de las personas se tuvo que quedar en casa y resignarse a enfermar o palmar sin remedio, ya que la medicina por aquellos entonces era más bien mediocre, y las rogativas y procesiones expiatorias brillantemente orquestadas por los clérigos no arrojaron resultados dignos de mención, por lo que sabemos.

Lo cierto es que en estas situaciones de molesta excepcionalidad suelen poner de relieve actitudes que probablemente ya permanecían latentes en la personalidad de ciertos individuos precisamente inclinados a la cólera en el sentido moral, una patología de otra índole, pero patología al fin. Se ve que hay personas que poseen una notable tendencia a joder, en el mal sentido de la palabra, y que esta tendencia se exacerba con ocasiones de pandemia (antes peste), y joroban ,fastidian , molestan, incordian, chinchan, vamos, que joden, más que en otras ocasiones no tan críticas.

Las posibilidades de jorobar dependen en gran medida de la relevancia del sujeto jodedor y de su capacidad de epifanía más o menos ostentosa.

Por ejemplo, hay personajes casi ubicuos, como el ciudadano Felipe González, cuya molesta locuacidad parece haberse incrementado exponencialmente bajo el azote de la actual peste. Hace manifestaciones de obviedad tal, como que a él no le calla nadie, afirmación rigurosamente cierta y constatable, porque charla más que un sacamuelas y lo hace casi siempre en términos molestos u ofensivos. Su antiguo colega, el  aguerrido extremista líder de los “descamisados”, don Alfonso Guerra, no queriendo ser menos que el gordito locuaz, también se muestra muy enfadado y arremete contra su Partido (¿su Partido?) porque se junta con izquierdistas y separatistas, en vez de amigarse con personas decentes, o sea, de derechas. Algunos ya les veníamos venir desde tiempos casi remotos, pero a otros dicen que se les han caído los palos del sombrajo. Bendita infancia espiritual.

Guillermo post
Imagen de Liz Masoner en Pixabay 

Que los altos mandos militares de antaño son dados a joder; en particular a sus subordinados, no es ninguna novedad. Lo malo es que entienden por subordinado a todo bicho viviente, militar o civil. Me da que aún andan con la apolillada cantinela: “¿para esto ganamos una guerra?” Diz que un puñado de milicos gagá han hecho un escrito cagándose en todo lo más barrido, volviendo a sus viejos instintos golpistas y, en suma, tocando las pelotas. Lo que dan de sí los tiempos de cólera. A falta de ruido de sables, ruido de orinales y bragueros. Y todo en pro de la sacrosanta unidad de la Patria, aquella unidad que logró su añorado caudillo, cargándose a un montón de españoles, metiendo en la cárcel a otros tantos y enviando al exilio a los que sobraban en la cuenta. La última es que uno de esos generalitos de opereta pretende fusilar a todo el mundo; supongo que con arcabuces, el arma usual en sus tiempos de militar en activo.

El caso es que mi corto paso por la milicia me permitió conocer a un par de coroneles realmente capaces e inteligentes y a otro par de generales de mentalidad feudal. Se ve que en el Ejército, como en todas partes, hay buenas personas y también auténticos hijos de puta.

A escala más modesta, me cuentan que un inspector (¿O era inspectora?) de Educación adoptaba hace pocas fechas la decisión de joder a los profesores cambiándoles los horarios y la organización escolar a finales de trimestre y sin cortarse un pelo. “Quia nominor leo”, o porque me llamo leona tocapelotas. Al parecer ni si quiera se había tomado la molestia de informar a sus superiores de una iniciativa tan brillante. Aprovechando las precarias condiciones en que se está trabajando en los centros docentes gaditanos, suelta su par de coces y se queda tan ancha. Joder por joder.

Y, para coronar la lista de jodedores tocapelotas, nuestro tocapelotas máximo: Su Emérita Majestad Delincuente Mayor del Reino don Juan Carlos Palito se da el piro en plena aflicción pública y se planta con el mayor descaro en cierto país democrático y adalid de los derechos humanos (Suponemos que en los Emiratos Árabes, pero cualquiera sabe). Todo un record en el arte de joder en tiempos de cólera. A lo mejor, como los fugitivos del Decamerón, se dedica a contar historietas picantes a los emires, cortesanos y putas de corte. Es que siempre fue muy campechano.

A ver si aparece una vacuna que, además de combatir el virus, también ataque severamente la inclinación a joder en tiempos de cólera.

 

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Guille post
Fotografía: Jesús Massó

Me alegró comprobar que el gran Federico Sopranis coincidía bastante con lo que apuntaba Pollo Sanguinetti en el “Catón de Nopragmática o Pragmática Genética”, que tuve el gusto y el honor de editar (Madrid. Ediciones de la Discreta 2004. ISBN: 84-96322-00-9).

En el capítulo denominado “Complicatura y Ombligancia” de esta obra se describen situaciones de comunicación o comunicancia similares a las estudiadas y expuestas por el erudito gaditano residente en Texas (U.S.A.) en una conferencia pronunciada cuando aún era muy joven en el Ateneo de Chiclana. Gracias a un estudioso local muy cualificado tuve ocasión de conocer la sinopsis de tan interesante exposición publicada en la revista “Puente Chico” y, omitiendo algunas opiniones muy rotundas emitidas, como de paso,  por Sopranis sobre la persona de don José María Pemán y sus ancestros fallecidos, es preciso entrar en el núcleo de la cuestión: las nociones de “autoentropía” y “endoentropía” obedecen a situaciones comunicativas en las que el propio emisor se confunde a sí mismo voluntaria o circunstancialmente, vamos, que se lía él solito o, dicho en términos vulgares: “se hace de la picha un lío”, o, por no discriminar, “se hace del clítoris un enredo”.

Resulta increíble cómo Sopranis se adelanta a lo escrito por  Cathcart Thomas y Klein Daniel en “Aristóteles y un armadillo van a la ciudad” muchos años más tarde, ya en 2011. Y  es que don Federico llega a sus conclusiones sobre tan crucial asunto mediante el estudio de discursos variados de políticos (y políticas, nada de discriminar, coño) en los que la endoentropía es patente con resultados de confusión o despiste total del auditorio. También esos señores americanos andan a vueltas con las pamplinas que dicen los políticos, mira qué coincidencia.

El caso es que la semiología viene a decir que la respuesta a la entropía suele ser la redundancia, o sea, la repetición, a ver si de ese modo se entera el besugo del interlocutor. Pues no es el caso, porque tanto Pollo Sanguinetti y, sobre todo, Sopranis, comprueban que el (o la) incurso (o incursa) en ese tipo de entropía intentan arreglarlo por la vía emotiva, incluso folclórica, proclamando su amor a Andalucía entre sollozos, o a otras Patrias chicas o grandes, si procede. Claro que, como don Federico, aún cuando exiliado, es gaditano y andaluz de pura cepa, echa mano a peroratas de políticos o políticas locales. La dicotomía semiológica “cuela / no cuela” arroja dispares resultados dependiendo del grado de sensiblería o gilipollez del receptor.

 

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Bea aragon
Fotografía: Jesús Massó

Ignoro qué extraña selección de fechas ha determinado El Tercer Puente, por obra del gran Paco Cano, para plantear como la adecuada para recoger materiales la festividad de Santa Ana.

Digo yo que a lo mejor es porque en esos días suelen producirse las mareas más vivas del año, las mareas de Santiago. Como las mareas tienen mucho que ver con la luna y algo lunáticos sí que somos en estas páginas, pues ya está todo claro.

Por cierto, en Chiclana la santa en cuestión está por todas partes: Mercado de santa Ana, Parque de santa Ana y, desde luego, la Ermita de Santa Ana, ésa curiosa edificación visible desde casi todas partes, con su aire de morabito o de gran merengue en lo alto de un cerro, y que me perdonen los eruditos locales, pero la percepción de cada uno es libre (o no). Hay que añadir que en este pueblo hay mujeres que se llaman Ana por todas partes. En mis inmediatas proximidades no contabilizo menos de una docena.

Lo que no acabo de averiguar es qué diantres tiene que ver la abuela de Jesucristo con esta localidad gaditana. Como uno es científico y riguroso, me puse a documentarme sobre el particular y descubrí que el sepulcro de la santa fue hallado por el propio Carlomagno en la Pascua de 792 y que había ido a parar a Francia de mano de unos cristianos muy devotos y, por eso mismo, muy perseguidos. Lo de Chiclana sigue siendo un misterio, lo mismo que lo de Florencia, Lo de Tudela, lo de Benavente, lo de no sé cuántos pueblos de la América Latina…

Y eso que dicen que la personalidad de Ana o “Hanna” (traducible por “Gracia”) prácticamente sólo está atestiguada en los Evangelios Apócrifos, esos que las Iglesias Cristinas han decidido no tomar en consideración, porque al parecer no se fían. En particular es mencionada en el Protoevangelio de Santiago. Ya digo que uno es riguroso para estas cosas y hasta ha recurrido a fuentes de erudición de lo más cualificado, como es la Wikipedia. Pues no faltaba más.

En Chiclana se celebra la festividad  con grandes alardes de piedad y de juerga, con la correspondiente novena, la procesión y una verbena con fuegos artificiales y toda la pesca. Nuestras piadosas autoridades dotan de ornato y solemnidad al evento, cosa no extraña en un Consistorio que distingue con el título de Alcaldesa Perpetua a Nuestra Señora de Los Remedios. Todo un alarde de aconfesionalidad y laicismo.

La fecha es celebrada en coplas flamencas tal que:

“Que eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana,

que yo le había rogaíto a mi Dios

que me aliviara las duquelitas grandes

aquellas duquelas

que a mi corazón.”

O en otra versión:

“como eran dos dias muy señalaitos

de Santiago y Santa Ana

yo le rogue a mi Dios

que le aliviara las duquelas

a la mare mia de mi corazón.”

Se ve que uno de los desconocidos cantaores está más preocupado por sus propias duquelas o penas, en tanto que el otro parece conmoverse con las de su pobre madre.

La fina sensibilidad andaluza contrasta con la barbarie de una copla norteña escuchada en mi remota infancia. Nada menos que esto:

“¡Oh gloriosa Santa Ana,

que juiste agüela de Cristo!:

Juiste virgen juiste mártir

Y además juistes obispo”

¡Toma castaña!

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Guillermo
Fotografía: Jesús Massó

El señor Ferguson es un turista excepcional. Al señor Ferguson no le interesa jugar al golf en el Novo, ni atiborrarse de sol en La Barrosa, hasta ponerse de la misma tonalidad que el cangrejo moro… El señor Ferguson es un romántico, porque es un inglés chapado a la antigua, y no como esos otros británicos que se van a Ibiza con el objeto de arrojarse completamente borrachos a la piscina del hotel desde el quinto piso. Por eso este caballero, muy leído y escribido él, no corre el riesgo de partirse la crisma ni de ser transportado en coma etílico hasta un pasillo atiborrado de camas en un hospital público o privado.

Como es tan leído y escribido, incluso ha conocido la obra portentosa de Federico Sopranis, especialmente aquella que contiene referencias directas o indirectas a su Cádiz natal y a los hermosos pueblos de la provincia, quizá una de las áreas menos conocidas y divulgadas de su extensa bibliografía. Como además de romántico es bastante crédulo e ingenuo, nuestro hombre se ha tomado al pie de la letra los desvaríos poéticos de Don Federico.

El señor Ferguson se ha empapado de libros de viajeros decimonónicos, como el Barón Taylor, Ian Robertson, George Borrow y Richard Ford. No le interesan tanto, incluso desdeña los trabajos de Edgar Quinet y Alejandro Dumas, porque los franceses no le hacen maldita la gracia, ya que le parecen superficiales y engreídos, opinión que comparte con muchos de sus compatriotas, tanto ilustrados, como más bien lerdos e ignorantes.

Pues, a lo que íbamos: cuando el señor Ferguson decidió emprender su “spanish tour”, eligió en primer lugar Andalucía, sobre todo porque parecía la zona hispánica más cargada de pintoresquismo y autenticidad. Los alegres y bulliciosos lugares, la permanente juerga, el callejeo sempiterno, la desbordante comunicabilidad de las gentes… Lo de Chiclana fue puro azar, le salió por sorteo, ya que los británicos son muy amigos de las apuestas, como sabe cualquiera que haya leído “La vuelta al mundo en ochenta días”, por ejemplo.

Y llegó a Chiclana un sábado de julio, lo que aconteció incluso antes de que la Corporación Municipal tomara el acuerdo de adquirir, con fines ornamentales supongo, un lote de esos matojos que recorren a impulso del viento las calles en las películas del oeste.

Acabó sentado en un banco frente a la fantástica fuente ésa del Ayuntamiento. Melancólico, desolado, perplejo.  Por allí no había un alma, la mayor parte de los establecimientos estaba cerrada, la céntrica calle de la Vega presentaba un aspecto soñoliento y tristón. Encendió su pipa de espuma de mar y anotó no sé qué pamplinas en su cuaderno de viajes.

 

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Guillermo
Fotografía: Jesús Machuca

En “El Rincón del Jubi” los contertulios no quisieron dar crédito a mi historia.

Y eso que ellos habían estado contando algunas otras bastante inverosímiles. Manolo había relatado sus viajes de Chiclana a La Isla con cinco personas montadas en la Derby de cuarenta y cinco centímetros cúbicos, aunque con el pistón trucado para obtener más potencia. Paco no se había quedado atrás con el sucedido de otra moto asombrosa, cuyo motor no se había detenido tras haberle cortado la alimentación eléctrica, incluso cuando le habían quitado la bujía. Ésa fue la tarde en que obtuvieron la magra cosecha de ajos (un solo ajo todavía tierno) plantado en el arriate de las adelfas.

-. Había más, pero la gente los roba según pasa por delante.

-. Muy poca vergüenza. Pero, claro, como están ahí, a la vista de todos y sin protección ninguna…

Otras historias se desarrollaban en la antigua parada del Canario, frente al Pájaro; noches de espera y aguardiente de duración indefinida. Sin embargo lo que yo conté no se lo creyeron, pensaron que era una de mis elucubraciones y llegó a cuento del habitual cachondeíto del tranvía, tema recurrente en el bar. Efectivamente el famoso tranvía que, según la versión oficial, uniría nuestra población con San Fernando y Cádiz da para mucho comentario malévolo: que si la pasta que se habría quedado por el camino, que si algunas autoridades locales y autonómicas o eran idiotas o eran demasiado listas…

Desmentí tales tópicos: el tranvía circula, lo que sucede es que lo hace de modo fantasmal, invisible para la mayoría de los incrédulos mortales. Es como el famoso Holandés errante, como todos esos barcos fantasma que surcan las proximidades del Cabo de Hornos perdidos en una bruma exclusiva, navíos con los que muy pocos navegantes se han cruzado y, cuando lo han hecho, mejor hubiera sido para ellos evitarlo, tan funestas consecuencias han acarreado para sus derrotas. Yo sí he visto circular el tranvía fantasma una noche en que el azar me había colocado camino de Pelagatos, cerca de la antigua Venta del Pilar. Cruzó sobre la vía, utilizó la catenaria abandonada ululando desoladamente, con un quejido como de alma en pena… Se fundió en la noche camino de una cochera misteriosa, ignota.

-. Vale, profe: ¿y cuántos chupitos de güisqui llevaba usted en el cuerpo?

Me encogí de hombros, me puse la gorra y me fui. No era cosa de ponerme a desarrollar arcanos de semejante densidad.

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Guillermo
Fotografía: José Montero

Yo creo que no pudo ser cosa de San Antonio, porque San Antonio es santo y a los santos no se les ocurren estas barrabasadas.

A lo mejor fue cosa de algún dios pagano, porque estos seres superiores son habitualmente caprichosos. De vez en cuando la toman contigo, como le ocurrió al infeliz Ayax con la pérfida Atenea, que le enloqueció y le instigó a cargarse todo un rebaño de ovejas; pero también te pueden proteger, pese a tus escasos merecimientos. Así hizo la casquivana Afrodita con el golfo del niño Paris y su novia Elena.

En Chiclana el semidiós que nos cae más cerca es Hércules – Melkart, que tiene una horripilante estatua a la entrada del poblado de Sancti Petri. Hércules cuentan que era un sujeto robusto, pero proporcionado; pero en la efigie escultórica que yo digo sale más bien deforme y cabezón. A lo mejor fue por eso por lo que se cabreó y montó el pollo urbanístico que aquí comento.

Desde luego un sujeto superior y malintencionado se lió a arrojar viviendas de lo más variopinto por todo el término municipal de Chiclana sin orden ni concierto. A eso se le llama ahora “el diseminado”, pero sería más preciso – digo yo – referirse a “el desparramado”.

Los consecutivos Ayuntamientos debieron de observar con sorpresa y estupor la invasión urbanística y, al suponer el origen sobrenatural del fenómeno, se quedaron inertes, incapaces de reaccionar y, aún menos, de intervenir. ¡Cualquiera desafía a los olímpicos y a su numerosa prole más o menos bastarda!

Personalmente intuyo que tampoco fue cosa de Hércules, que bastante tenía con sus chapuzas gigantescas. Más bien me parece que el humorista divino pudo ser Mercurio, el antiguo Hermes griego, el  mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, el malévolo dios del ingenio y del comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos.

Dicen que ahora nuestras autoridades locales intentan poner orden en el maléfico milagro urbano. No les arriendo la ganancia.