Fotografía: Jesús Massó
Marcela Lagarde, una de las grandes voces del feminismo mexicano, definió la sororidad como «una experiencia de las mujeres que conduce a la búsqueda de relaciones positivas y la alianza existencial y política, cuerpo a cuerpo, subjetividad a subjetividad con otras mujeres, para contribuir con acciones específicas a la eliminación social de todas las formas de opresión y al apoyo mutuo para lograr el poderío genérico de todas y al empoderamiento vital de cada mujer». O lo que viene a ser lo mismo, la sororidad es la solidaridad entre mujeres para afrontar juntas los ataques del patriarcado. Es, sin duda, la mejor arma que tenemos en nuestras manos para luchar contra un sistema que nos mata, nos viola, nos humilla, nos discrimina y ejerce sobre nosotras todo tipo de opresiones que no por cotidianas son menos dolorosas.
Si una quiere saber qué es eso, basta con buscar el nombre de Saffiyah Khan y contemplar su mirada valiente y desafiante frente a un grupo de unos 25 hombres de extrema derecha que rodeaban a una mujer con velo en Inglaterra hace tan solo unas semanas. Hay millones de Saffiyahs en el mundo. Mujeres que escuchan a otras mujeres, mujeres que se apoyan en la crianza de los hijos, mujeres que se protegen unas a las otras en gestos tan cotidianos como ir al baño juntas o acompañar a una amiga de vuelta a casa, mujeres que se dejan la piel aquí y allá por la defensa de los derechos humanos como Berta Cáceres, asesinada por su lucha medioambientalista en Honduras.
Hace unos días, el programa de radio Recuperando Memoria, que está recopilando micro relatos feministas para publicar un libro, lanzó en twitter el hashtag #ComoMujerMeHaOcurrido y la red no tardó en inundarse de pequeños dramas que suelen pasarnos desapercibidos al formar parte de nuestro día a día: las críticas cuando una mujer dice que no quiere ser madre, opiniones que ninguna pide sobre su físico, usar la regla como excusa para deslegitimar lo que dice una mujer o el tener que volver a casa con el móvil y las llaves en la mano “por si acaso”. Para que dejen de ocurrirnos estas cosas, necesitamos lucha feminista, lucha feminista y lucha feminista.
En el Estado Español lo hemos demostrado parando la reforma de la Ley del Aborto del ministro Gallardón y obligándole a dimitir por meterse en nuestros ovarios sin permiso, y con una manifestación histórica contra las violencias machistas el 7 de noviembre de 2015. Juntas frente a sus violencias somos más fuertes y arrancamos victorias importantes. En Polonia, el pasado mes de octubre de 2016, más de diez mil mujeres vestidas de negro salieron a las calles y consiguieron parar la reforma de la ley del aborto que pretendía convertir en criminales a las mujeres que ejercieran este derecho. Ese mismo mes, las argentinas alzaron bien alto la voz contra las violencias machistas que en su país asesinan a 30 mujeres al día. El 21 de enero de 2017, medio millón de mujeres en Washington le dijeron a Donald Trump que no iban a consentir ni el más mínimo retroceso en sus derechos. Y este 8 de marzo, las mujeres de todo el mundo paramos para demostrar que sin nosotras no se mueve el mundo. El lema de ese 8 de marzo era “La solidaridad es nuestra arma”, un arma poderosa contra todas las violencias machistas, tanto las visibles ‒ sólo en lo que va de año 33 mujeres han sido asesinadas en nuestro país por el hecho de ser mujeres ‒ como las invisibles.
La provincia de Cádiz no se queda atrás
El pasado 12 de noviembre fue el punto de inflexión en el movimiento feminista de la provincia con la marcha contra las violencias machistas desde Puerto Real a El Puerto de Santa María, que fue todo un éxito y que sirvió para que desde los distintos colectivos feministas de la provincia nos coordináramos. Mujeres de Chiclana, Cádiz, San Fernando, El Puerto de Santa María, Puerto Real, Jerez, Trebujena, Sanlúcar y Rota estamos ahora trabajando para fortalecer el movimiento feminista en nuestra provincia a través de una coordinadora provincial que aglutina a 14 colectivos y que vio la luz a raíz de esa marcha.
Desde el 12N el movimiento feminista de la provincia está más y mejor organizado, como se demostró en el encuentro feminista que realizamos el 4 de febrero en Trebujena, donde acudimos más de 200 mujeres para formarnos, debatir y actuar. Una jornada emocionante y muy constructiva en la que reflexionamos en colectivo acerca de lo que nos aporta el feminismo y las propuestas que podemos realizar desde los diferentes colectivos que integramos la coordinadora; también pudimos profundizar en el conocimiento de una de las herramientas más poderosas del patriarcado: la dependencia emocional.
Desde la coordinadora provincial, nos sumamos al paro mundial de mujeres del 8M con una doble cita: parando el 8 y movilizándonos el 11. Los colectivos que damos vida a esa coordinadora actuamos en nuestras ciudades, organizando actividades y acciones contra el patriarcado el día 8 y convergimos en una marcha común celebrada el día 11 por las calles de Cádiz capital. De invisibles trabajamos para pasar a ser invencibles: contra las violencias machistas, la explotación laboral, la brecha salarial y por la redistribución de los cuidados. También gritamos bien fuerte contra la transfobia de Hazte Oír el pasado 1 de abril, junto a les compañeres trans.
No partimos desde cero
Ya en la lucha contra la ley de Gallardón lanzamos la Marea Violeta, que fue una coordinadora entre colectivos de distintos puntos de la provincia. También nos hemos coordinado en los años anteriores para el 8 de marzo y el 25 de noviembre. Sin embargo, en los últimos dos años, e incluso meses, los colectivos se han multiplicado, el feminismo ha llegado a más ciudades, colándose por todos los rincones de la provincia. Este repunte no lo podemos entender sin la victoria contra Gallardón y sin reconocer el espacio que el feminismo ha ido ganando a nivel social. Es precisamente ese espacio ganado el que provoca un repunte machista, de aquellos que no quieren perder los privilegios que tenían sobre las mujeres, y ante ese machismo tenemos que responder más fuertes que nunca, tejiendo solidaridad entre nosotras.
Como muestra un botón: “¿Por qué los medios usan la expresión “madre de todas las bombas”?”, se preguntaba la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, hace unos días en su cuenta de twitter. “Las madres creamos vida para disfrutarla y cuidarla, no para destruirla”, decía. A lo que un tuitero respondía con la foto de una pistola y el siguiente mensaje: “Callate puta catalana, no eres nadie para opinar, perra. El día que te encuentre te voy a violar, hija de puta”. Mientras tanto condenan a una activista transgénero por twittear. Parece ser que un chiste duele más que una amenaza. A Loreto Ballesteros, una estudiante de 22 años, le han escrito cosas como “Te voy a partir el cráneo con una pala”. El número de teléfono de la bloguera Alicia Murillo, que denunciaba las agresiones machistas que vivía en la calle, fue publicado en internet y empezó a recibir llamadas amenazándola. Barbi Japuta recibe día sí día también mensajes que ponen los pelos de punta. Y así podemos seguir, la lista es interminable. Por eso, no podemos consentir que ninguna agresión quede sin respuesta.
Si nos tocan a una, nos tocan a todas
Las violencias machistas han sido y seguirán siendo un eje central para nosotras, tanto por la necesidad de responder a las agresiones como por el despertar que supone reconocer estas violencias machistas, en toda su amplitud. Los brazaletes morados que hemos visto en los carnavales de Cádiz este año o la acción que recientemente las compañeras de la “Asamblea Feminista Las Tres Rosas” has realizado en los pubs de El Puerto de Santa María, ambas para visibilizar el acoso que sufrimos en esos espacios.
Tenemos también la iniciativa, a la que algunos colectivos nos hemos sumado, para eliminar el uso de las mujeres como objetos en los eventos deportivos, en especial en el circuito de motos que depende del Ayuntamiento de Jerez. La eliminación de la figura de las ninfas del carnaval de Cádiz ha sido también una iniciativa del movimiento feminista de la ciudad. En San Fernando, desde el Café Feminista, llevamos a pleno una moción contra la cesión del espacio público al machismo (a raíz de un acto de Hazte Oír en nuestra ciudad, con Alicia Rubio, en el que se empeñaban en asumir que el género es construcción social, afirmando que es algo natural que seamos mujeres y hombres seamos diferentes para perpetuar las desigualdades). Pequeños grandes pasos que arrancan victorias que van más allá de lo simbólico, que cambian la realidad de muchas mujeres de nuestra provincia.
Como decimos, son las violencias machistas algo central para el movimiento feminista y lo son porque en nuestra provincia, en 2016, un 25% más de mujeres llamó al “Instituto Andaluz de la Mujer” para denunciar situaciones de violencia machista y hubo también un aumento en el número de mujeres atendidas por agresiones sexuales (73 en total, 15 más que 2015). Cádiz es la provincia andaluza con más víctimas de violencia de género menores de edad, entre 14 y 17 años, según los últimos datos del “Sistema de Seguimiento Integral en los casos de Violencia de Género” (Viogen): 45 adolescentes gaditanas requieren protección policial para protegerse de sus parejas o exparejas. Y hemos de lamentar también el asesinato de una mujer y su madre, de 33 y 64 años, en Jerez, en agosto de 2016. Además, nuestras costas son lugar de entrada para mujeres víctimas de trata o inmigrantes que en su viaje hacia Europa han sido explotadas sexualmente.
A esto se suma que en una provincia especialmente castigada por el paro, tenemos el desempleo femenino más alto de Andalucía, donde menos del 22% de las mujeres en paro reciben una prestación. Según datos de CCOO, en Cádiz, la diferencia salarial entre hombres y mujeres es de 5.309 euros, es decir, la brecha salarial se sitúa en el 30%. Y todo ello son sólo parte de esas violencias machistas que podemos medir y ver. Otras muchas situaciones son silenciadas, invisibilizadas en lo cotidiano: las humillaciones, los insultos, el acoso, el desgaste emocional,…
Las feministas estamos en cada lucha por una sociedad más justa
Pensamos que las mujeres tenemos que dar una pelea que es sólo nuestra, que tiene que ver con lograr una igualdad real entre mujeres y hombres, que nosotras también seamos consideradas personas en igualdad de condiciones. Pero sabemos también que para lograrlo no sólo tenemos que luchar contra el patriarcado sino también contra el capitalismo. Por eso, nuestro sitio está con quienes luchan contra él.
El sitio de la lucha feminista está con la Mesa por el Empleo para la Bahía, porque necesitamos que los sectores claves de la economía de la bahía dejen de estar tan masculinizados, porque sabemos que sólo una apuesta firme por diversificar nuestra economía, por las energías renovables, etc. puede resolver el problema del paro y que en el futuro nosotras también estemos ahí.
El sitio de la lucha feminista está con la Marea Blanca, que defiende una sanidad pública para todos y todas, para que los cuidados de las personas enfermas no recaiga solo en nosotras, para que se atiendan esas enfermedades que sufrimos las mujeres por el hecho de serlo, por una sanidad que no atienda los síntomas sino sus causas desde una perspectiva social y comunitaria, por una sanidad pública que garantice el derecho a decidir sobre nuestro cuerpo, que no medicalice nuestro parto y no nos infantilice, etc, etc, etc.
El sitio de la lucha feminista está con la Marea Verde, en la que como en muchas de las mareas por lo público, somos mayoría como trabajadoras, afectándonos más los recortes en este sector, para luchar por una escuela pública, laica, igualitaria, que priorice la pública frente a la privada/concertada rompiendo con la relación entre Estado e Iglesia de una vez por todas.
Nuestro sitio está con la Marea Pensionista, porque nosotras cotizamos mucho menos al ser nuestra trayectoria laboral más inestable, por tener hijos, tener que cuidar de familiares, etc. También cotizamos menos por tener más contratos temporales y a tiempo parcial, de nuevo por una conciliación que sólo sirve para precarizar nuestras vidas y no para repartir las tareas en casa.
Nuestro sitio está con las limpiadoras y con las trabajadoras que luchan contra su precariedad, especialmente en aquellos sectores más feminizados, más invisibilizados, aquellos que han sido antes privatizados.
Nuestro sitio está en la lucha antifascista y contra la islamofobia, aprendiendo de compañeras que son portadoras de otros feminismos. Tenemos que apostar por la interseccionalidad, pues las mujeres estamos atravesadas por otras opresiones: raza, religión, orientación sexual, clase…
Nuestro sitio está con el colectivo LGTBI, pues compartimos enemigo contra el que luchar. Tenemos que caminar unidas. La lucha feminista ni está ni puede estar desligada del resto de luchas que se vienen gestando y cada vez cobran más fuerza en nuestra provincia.
Feminismo para cambiar la vida, para cambiar el mundo
Y no lo hacemos sólo porque seamos trabajadoras, pensionistas, etc. o por trabajar por aquellas reivindicaciones específicas que tenemos como mujeres dentro de cada una de esas luchas, que también, sino porque entendemos que todas esas luchas pretenden transformar la sociedad, y el feminismo tiene mucho que aportar. Nosotras defendemos la vida, defendemos la idea de que las personas sean lo primero, que el cuidado de las personas, tarea que viene recayendo en nosotras, no sea una cuestión menor sino que sea el centro del sistema. Ese es el papel del movimiento feminista en nuestra provincia: abanderar la lucha por una sociedad más justa, en la que los cuidados no recaigan en exclusiva sobre la mitad de la población y en la que todas podamos ser, sentir, expresarnos y amar en libertad. Feminismo para que la mitad de la población sea tenida en cuenta de una vez por todas y para que se incorporen sus aportaciones al bienestar humano y medioambiental. Feminismo con perspectiva de Sur que vamos construyendo pasito a pasito entre todas y que es clave para sacar a nuestra provincia de la situación de abandono con que la castigan las administraciones.
Y es que el feminismo es la mejor herramienta para cambiar el mundo y la vida, para tejer lazos de solidaridad entre los pueblos, para defender al planeta y a todos los seres que habitan en él. Feminismo para ser felices y libres.