Juan Antonio Bermúdez (Jerez de los Caballeros, Badajoz, 1970) trabaja como periodista, corrector editorial, programador cinematográfico y dinamizador cultural, además de impartir cursos sobre cine y literatura en varios centros.
Ha publicado hasta la fecha los poemarios Compañero enemigo (Libros de la Herida, 2007) Lumbres, vislumbres (Palimpsesto 2.0, 2013), Sesión continua en el Salón indien (De la Luna Libros, 2015) y Calle lenta (Ediciones del 4 de agosto, 2018). Su obra literaria ha sido recogida además en numerosas revistas y antologías.
RECONQUISTA
Afuera, al otro lado,
la veloz aventura nos consume.
Cada encuentro es un choque;
la calle es un circuito
cerrado a las corrientes
del dolor y el amor;
la calle cardinal
es una vía muerta, entre dos flancos
de lunas que deforman nuestros sueños.
Un viento de batalla la domina,
un sospechoso espanto nos la usurpa.
A este lado, el llano protocolo
del azúcar hundiéndose en la taza
nos devuelve la calma y la pequeña
certeza de estar vivos.
Resistir es parar, enlentecerse,
empezar una suave reconquista
desde el cauce del pulso.
LAS CALLES MÁS LENTAS
Por las calles más lentas, un ronco acordeón
se desmadeja y resucita.
Alguien teje un patuco
con la serenidad de un tótem,
alguien siembra albahaca, alguien pasea.
Por las calles más lentas, raspa un grillo
alguien aviva el horno, alguien amasa,
alguien cerca el seis doble
como si descifrase el cosmos.
Por las calles más lentas, gorjean los amantes
por su inmortalidad horizontal.
Alguien regala rimas y detiene
el sol para que crucen los murciélagos.
Por las calles más lentas, se saludan
los ciclistas más torpes.
Alguien juega a esconderse tras la esquina,
alguien dibuja una sirena.
Desde las calles lentas, la charanga
de los amantes inmortales,
de los saludos, los insectos
y los acordeones destemplados,
baja las pulsaciones de la noche
y permite que el mundo siga vivo.
EL TIEMPO DE LA VIDA NO SE RINDE AL TIEMPO DE LA FURIA
Las mujeres, los hombres
estornudan y ríen también hoy.
Una canción subleva con dulzura
las alargadas horas del colegio.
Los peluqueros barren
y la flor del carbón brota en las fraguas.
Vendada la cabeza, alguno silba;
otro da lentos pasos hacia el bar.
Habrá luz cuando la noche asome.
Una alegre sospecha va calando
a los supervivientes:
esta es la verdadera épica, la única;
la de la fina brisa que, tenaz,
va dispersando el humo.