Jesús fabrica aviones para ganarse la vida y hace fotos para sobrevivir. Usa el visor de su cámara a modo de ojo de cerradura para apaciguar su instinto de voyeur y así ahorrar en pastillas de colores y visitas al psiquiatra. La cámara, como si de un nuevo Capitán Garfio se tratara, es una extensión ortopédica de su mano derecha y con ella intenta extraer momentos de centésimas de segundo que muestra a los demás. Miles de microhistorias que pasan desapercibidas pero que, una por una, merecen ser destacadas; porque, como gusta repetir: El bosque no nos deja ver los árboles.