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Jose giron

Fotografía: Jesús Massó

Por los medios de comunicación recibimos información, más o menos manipulada, que nos permite conocer algunas –solo una pequeña parte– de las desgracias que se viven en el mundo. Recientemente escuchaba calificar la situación de Siria de holocausto y muchos se preguntan cómo hoy en día puede estar ocurriendo algo así ante nuestros ojos y que no hagamos nada.

Con eso de que llevo unos años por África, en varias ocasiones me he preguntado: ¿qué puedo hacer para ayudar?. Supongo que todos lo pensamos, que es un estímulo humano que surge al ser conscientes del sufrimiento de otras personas y que nos induce a acudir en su ayuda.

Si hiciéramos una encuesta mundial preguntando a la gente si está de acuerdo con la muerte de personas inocentes por la guerra o por hambre y con que muchos más vivan en condiciones infrahumanas, estoy seguro de que la inmensa mayoría diría que no. Pero ¿qué hacemos entonces? porque casi todas las injusticias son causadas por el ser humano.

Probablemente la  voluntad de las personas es demasiado compleja para resumirla en una sencilla pregunta y quizás mientras los medios de comunicación estén en poder o al servicio de los gigantes económicos sea complicado disponer de una opinión objetiva de las cosas. ¿Cambiaría nuestra opinión y nuestros hábitos de comportamiento si estuviéramos mejor informados?

Habrá quien diga que estamos saturados de información y perdemos la perspectiva. O quien afirme que estamos tan bien adiestrados por el sistema que pese a saber lo que ocurre actuamos como se espera de nosotros y sólo somos títeres inocentes programados para buscar una felicidad que no existe. Yo creo que todos somos a la vez víctimas y manipuladores.

Si hablamos de la guerra, todo el mundo da por hecho que se trata de unos líderes con sus soldados luchando por controlar un territorio y sus recursos –aunque nos quieran hacer ver que son fanáticos con ganas de matarse– y por detrás, otros poderes que los apoyan financiando y cambiando armas por esos recursos, que al final son los que siempre ganan sin mancharse. España ahora es de estos últimos, pero en su Guerra Civil la petrolera americana Texaco ayudó a los nacionales –pese a ser aliados de los nazis– y bien que lo cobraron luego.

¿Para qué sirve la guerra de Siria?: para controlar el petróleo, el gas, algunas minas y tener el control del pasillo que une oriente con el mediterráneo; pero sobre todo para que no lo tengan otros.

A quienes creen que occidente lucha por la libertad y contra radicales islámicos les voy a regalar una solución mágica, devolver el país a sus habitantes y no vender armas ni financiar la guerra a ninguna de las partes; bloquear el acceso de sus recursos al mercado internacional hasta que haya justicia social. Nadie mataría por un petróleo que no podría vender por estar manchado de sangre. Fácil, se salvarían vidas; pero no interesa porque nadie gana dinero. La guerra es el negocio más lucrativo y esta vez estamos en el lado de los que lo explotan.

Si colonialismo es ocupar un territorio, imponer normas, limitar libertades y explotar sus recursos, no sé cómo se llama a fomentar guerras u otros mecanismos destructivos generando dependencia hacia países externos que se llevan sus recursos; para mí que el resultado viene a ser el mismo, la diferencia es que lo segundo cumple con la legalidad internacional.

Creo que para contestar bien la encuesta que proponíamos al comienzo habría que preguntarse varias cuestiones: ¿ adónde van los beneficios económicos de la guerra? Yo, como ciudadano de un país desarrollado que interviene en las guerras ¿obtengo algún beneficio de ellas? -el alto nivel de vida de los países desarrollados se ha basado siempre en el abuso y la explotación de los recursos de países subdesarrollados- y ¿hasta qué punto estamos dispuestos a renunciar a ello?

Hoy día, los más beneficiados de las guerras son los grandes capitales que -aunque pueda decirse que generan algunos empleos- pagan sus impuestos en paraísos fiscales y acarrean recursos previa especulación y otras malas artes.

Si hablamos de pobreza, de distribución de recursos, de muertes por hambre, de exilio forzado y del desarrollo de los países pobres que nunca llega, todos estamos más salpicados de lo que pensamos. Los recursos son los que son, limitados, y la forma de repartirlos es cosa de todos.

El nivel de vida de los países desarrollados se sostiene sobre deudas contraídas con los gigantes económicos que nadie sabe si algún día se podrán pagar. La economía global depende de un modelo de consumo que genera aún más riqueza para los más ricos, que el medio ambiente ya no soporta y que esclaviza a los más pobres. Para mantenerlo es necesario que siga muriendo o malviviendo mucha gente y que se siga destruyendo el planeta.

Casi todos sabemos que el verdadero poder mundial lo tienen las grandes fortunas –no los gobiernos– y que estas no tienen escrúpulos. Me parece, por tanto, paradójico reconocer esta problemática al tiempo que consideramos un peligro a los que hacen algo por intentar cambiarla. ¿Hay algo peor visto que un antisistema?

No alcanzo a imaginar el resultado de la encuesta si estuviéramos suficientemente informados sobre la realidad que nos rodea y sobre cómo nos afecta pero viendo cómo está el mundo deberíamos plantearnos que quizás TODOS estemos siendo más egoístas o miedosos de lo que pensamos.

Hace unos años, en casa de mi amiga Fatma en los Campamentos Saharauis, yo cuestionaba el sentido de la ayuda al desarrollo con unos compañeros y compañeras y el coordinador de una ONG que me dijo muy convencido: “en esta vida hay que elegir de qué lado estás, del bueno o del malo, tú estás con los buenos así que no pienses y simplemente hazlo lo mejor posible”. Me niego a simplificar la cuestión a ese nivel.

Para mí, al final todo es cuestión de voluntad. Como dice el admirado Presidente Mújica, no se trata de hacer apología a la pobreza, se trata de hacer apología a la sobriedad.

¿De verdad quieres un mundo más justo y que no muera gente inocente? Tengo un amigo que cuando no le gusta lo que le digo se cierra en banda y dice “no me rayes”; en eso consiste vivir, en implicarse y pedir que te raye en la medida en la que estés dispuesto a hacer cosas como:

  • Tirar la tele por la ventana. O mejor a un punto limpio, no sea que por resolver una guerra empecemos otra.
  • Mantener la mente abierta y activa, cultivarse, informarse, conocer la historia y la política actual, el arte, las culturas, la música, la naturaleza y sobre todo estudiarse y conocerse muy a fondo uno mismo, dónde nace lo mejor y lo peor de cada uno.
  • Ser ACTIVISTA, no importa la edad ni lo que digan los demás, eso no es nada malo, significa ser un objeto activo –no pasivo– en lo que acontece a la evolución de la sociedad en la que vives y lo mejor es que puedes hasta ser feliz con ello.
  • Votar en conciencia y exigir el cumplimiento de lo prometido, si fuera necesario hay que manifestarse con alegría y disfrutarlo. Ningún derecho cae del cielo.
  • Conocido tú y conocido el medio en el que eres consume con conciencia, porque consumiendo responsablemente es como más estamos cambiando el mundo.
  • Ser feliz. Reírse de uno mismo. Cantar, crear y dedicarse a algo en lo que uno crea. Compartir cosas. Compartir amor, amistad, sufrimiento y dolor porque todo es vida.
  • Hacer deporte, descansar y comer bien para estar sano y evitar medicinas y hospitales.
  • Para los habitantes de las zonas superpobladas del planeta, ¡intentad parar eso!
  • Amar a los animales, defenderlos desde el amor y evitar la confrontación.
  • Defender tus ideas bien maduradas con RESPETO, a ti mismo y también a los demás.

Normalmente intento materializar estas ideas en cosas como:

  • Reducir el uso de envases y de basura.  Cumplir las 3R (reutilizar, reducir y reciclar).
  • Evitar el coche priorizando caminar, bici, transporte público y en caso necesario vehículos de bajo consumo (< 6-7 l/100 Km) y de uso compartido con más personas.
  • Ocupar el espacio necesario de una sola vivienda de 50 + 15 m²/habitante.
  • Renunciar a lo superfluo. La mayoría de lo que compramos no es necesario.
  • Consumir < de 100 l de agua al día para beber, higiene, cocina, limpieza y uso sanitario.
  • Aislar las viviendas y ahorrar toda la energía posible en climatización, alumbrado, etc.
  • No cambiar de ropa solo por moda, tener la cantidad suficiente y agotar su vida útil.
  • Consumir de manera ecológica y local; evitar multinacionales y grandes marcas con mucho poder.
  • No hacer regalos a niños. Dedicarles tiempo, juego, amor y estar a su lado cuando lo necesiten. No hacer regalos a la gente, compartir lo que se tiene o invitar a tomar algo.
  • Respetar a todas las personas y rodearse de aquellas que te hagan ser mejor.
  • Huir de discursos que se escuden detrás de una raza, bandera, himno, frontera o libro sagrado. Lo único sagrado es el derecho a una vida digna de todos los seres humanos.
  • Antes de practicar una religión hay que disfrutar de una vida espiritual meditada, sana y libre que te haya permitido conocerte a ti mismo sin adoctrinamiento.
  • No aceptar diamantes recordando la película Diamantes de Sangre.
  • Cuando puedo trabajo en cooperación aunque reconozco que aún no he aportado tanto como quisiera. Intentaré entrar en un buen proyecto porque no en todos creo.
  • Nunca tirar comida. Está demostrado que con lo que tira Europa comería África.

NOTA: Cuando eliges consumir en un sentido y no en otro, perjudicas a ese sector pero no desaparecen puestos de trabajo, se reubican en los sectores por los que has apostado.

Si sólo quieres calmar la voz de tu conciencia, el mundo es un catálogo de productos de pura hipocresía, no te rayes y siente pena por los que sufren, da monedas a los pobres, canta canciones de libertad, ponte lacitos y no olvides publicar bonitas frases en las redes.

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El tercer puente 12 cuadrado 01

Fotografía: José Montero

Haciendo vida con personas bien arraigadas a diversas creencias y observando acontecimientos tanto históricos como actuales, he tenido oportunidad de reflexionar sobre religiones y quisiera compartir alguna conclusión por si es de vuestro interés.

Desde mi profunda discrepancia hacia la visión religiosa oficial que practica la política conservadora española –no por ser de izquierdas. pues en algunos aspectos también discrepo de la visión religiosa oficial de la política progresista española– me molesta especialmente que tras más de 20 siglos, en plena era de la información, permitamos al poder actual seguir usando las diferencias confesionales de forma sectaria para manipularnos y para alimentar un miedo que permite perpetuar una guerra que no tiene más sentido que mantener unas fronteras hechas de odio.   Fronteras que son límites geográficos, sociales o culturales pero sobre todo económicos.   Fronteras que ganan votos y que en una falsa democracia, como la que padecemos, otorgan el poder a quien fabrica nuestro infundado miedo generador de odio y no a quien proclama la libertad y el respeto como únicos medios para entendernos.

Me molesta, y mucho, que a lo largo y ancho del mediterráneo se siga utilizando la religión para despreciar a los que son diferentes y, en circunstancias que considero extremas, como arma para acceder al control de los recursos naturales. En la zona de la India que visité a mediados de año observé con admiración la forma en la que –al menos aparentemente– conviven diversas religiones.   Supongo que entre sus practicantes habría algún tipo de discordia pero no pude notarlo; incluso hablando de este tema en los propios templos, no escuché ningún tipo de reproche o malestar hacia otras personas por profesar una religión diferente.

En el fondo, estas religiones –las más comunes por estas tierras en el sentido al que me refiero, cristiana, judía e islámica– vienen a proclamar prácticamente lo mismo: cumpliendo unas normas básicas de comportamiento se puede alcanzar la salvación eterna, o de lo contrario, debemos tener miedo por la condena a los peores sufrimientos.   También existe, por supuesto, una parte espiritual que aporta mucho y bueno a las personas y que erróneamente rechazamos, dirigiéndonos cada vez más hacia lo material como única vía para alcanzar la plenitud personal.   No obstante, desde un punto de vista organizativo estatal, es sabido que hay mejores formas de educarnos en el respeto y avanzar hacia una justicia social sin tener que inculcarnos el miedo al castigo terrenal ni a la tortura eterna de los dioses.   Para salir de este bloqueo evolutivo, creo que es muy importante no dejarnos engañar por más tiempo.

A consecuencia del atentado en Niza, en Europa se ha hablado mucho de la influencia de las religiones en cierto comportamiento machista y, en ese sentido, he reflexionado sobre la influencia tan directa que tenía la religión cristiana sobre el comportamiento machista en España.   Digo tenía porque me da la impresión que debido al rechazo social esa actitud machista oficial de la iglesia parece que lentamente se atenúa.   En muchos sentidos encuentro similitud entre aquella visión del régimen, y su aliada la Iglesia, y algunos de los musulmanes con los que convivo.

Todo esto plantea una conclusión obvia: las religiones en sí no son un problema. Cada uno a su manera, podemos amarlas y respetarlas y vivir de manera ecuménica y armónica. El único problema es el uso que hacemos de ellas.

¿El problema es que las religiones sean violentas e injustas o que hay injustos y violentos que las usan para acaparar poder y riqueza?   ¿El problema es que las religiones sean machistas o que hay machistas que usan las religiones para someter y someterse?

Me siento un gran admirador de todas las religiones que conozco. Creo que conocerlas y practicarlas en momentos íntimos y espirituales me ayudan a ser mejor persona, de hecho este año el Ramadán me ha venido en el momento en que más lo necesitaba y me ha ayudado mucho a salir de un bloqueo personal.   Muchas de las manifestaciones artísticas religiosas que conozco me parecen de un nivel supremo, lo mismo disfruto un Belén Viviente o una Romería que un Aid con mis hermanos musulmanes, vivo con fervor una buena procesión de Semana Santa igual que he disfrutado momentos espirituales indescriptibles en un templo Budista. Del Judaísmo sólo he sabido a través de algunas lecturas pero sería interesante que en algún momento su influencia entrara en mi vida.   Todos sabemos que la mayoría de personas que profesan culto a Dios no dudan en condenar cualquier tipo de imposición contra los derechos humanos que se hagan en nombre de cualquier religión.   Ese rechazo generalizado para mí es motivo más que suficiente para no aceptar que cualquier acto violento se pueda relacionar con algún colectivo religioso y esto limita la posibilidad de manipulación.

En la mayoría de cuestiones me encuentro en un punto intermedio que suele estar mal visto porque incomoda a unos y a otros.   A veces pienso que la polarización extrema de las opiniones mantiene gran cantidad de guerras de forma permanente, generación tras generación, en lugar de ayudarnos a desarrollar un sistema organizativo plural que nos dé espacio a todos.   No es un asunto sencillo y no sé expresar mejor lo que pienso al respecto; pero desde luego hay que tener en cuenta que es la opinión de alguien que se formado en un sistema educativo y en un ambiente totalmente condicionados por la religión cristiana.

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Hace años que vengo dando vueltas a una cuestión y creo que en este medio que habéis creado podría resultar no demasiado aburrido compartirlo. Un día, en el acto de entrega de títulos oficiales de Máster de la Universidad de Cádiz, el señor Rector de la misma hacía alarde del gran logro alcanzado con la Facultad de Ciencias del Mar y Medio Ambiente por ostentar ésta la calificación de “Campus de la Excelencia”. Sin duda hay que reconocer el buen trabajo realizado por el equipo humano que la compone y de ningún modo osaría desmerecer tan admirado título. No obstante, como alumno que fui de dicha facultad, como profesional formado en dicha institución pero también como ex-habitante de la provincia de Cádiz y sobre todo como, pese a mi ausencia, contribuyente con mis impuestos de dicha porción de Andalucía, quisiera opinar al respecto.

Todos sabemos que Cádiz es la provincia más castigada por el desempleo de Andalucía y esta región es al mismo tiempo una de las más atrasadas de Europa en ocupación laboral, luego es evidente que ante esta situación deberíamos señalar que la falta de empleo es de los problemas más importantes que deberíamos estar tratando de resolver. Pero, ¿lo estamos haciendo?

Observación 1. Históricamente, ¿a qué se ha dedicado la gente en nuestra provincia?

  • Agricultura: Muerta. Veo tres problemas.
    • Hay lugares donde se produce más barato.
    • Los cultivos más rentables requieren fuertes inversiones y desarrollo de nuevas tecnologías
    • No existen industrias alimentarias que aporten al producto un valor añadido –seguramente donde se crean más beneficios y puestos de trabajo–.
  • Industria: Muerta. Algunas empresas muy conocidas se trasladaron a otras zonas para ahorrar costes pero no creo que ese sea el principal motivo de su decadencia, lo veo más por una falta de competitividad tecnológica. Es decir, nuestros sistemas productivos no están al nivel de una industria desarrollada. Prueba de ello, por ejemplo, en Finlandia tienen grandes salarios y siguen haciendo barcos sin subvenciones.
  • Turismo: Es lo único que crece aunque de forma limitada, principalmente porque creo que no queremos una costa de Cádiz masificada y porque la gran mayoría no queremos dedicarnos a la hostelería. Quisiera añadir que se podría mejorar este sector apostando por una oferta de turismo de mayor nivel sin necesidad de aumentar en extensión ni en número de visitantes, pero es obvio que para ello habría que modernizar las infraestructuras de los atractivos turísticos para aprovechar mejor la riqueza de los recursos existentes.

De mi propia observación entiendo que para poder generar empleo de calidad en estos tres sectores, entre otras cosas, harían falta profesionales bien formados. La Universidad de Cádiz lleva formando esos profesionales desde hace ya muchos años, lo que pasa es que la inmensa mayoría está desarrollando su actividad en lugares lejanos.

Observación 2. La provincia dispone de forma natural de energía suficiente para cubrir todas sus necesidades y cuenta además con una central térmica de gas procedente de Argelia –precio bastante asequible– que podría alimentar media Andalucía. Sin embargo uno de los principales inconvenientes que encuentra cualquier empresa a la hora de intentar ser competitiva en el mercado internacional es el alto precio de la energía, uno de los más caros de Europa. Resulta paradójico pensar que habiendo recursos energéticos y profesionales sobradamente preparados para explotarlos, el pilar básico del desarrollo de cualquier zona, la energía, siga siendo uno de los principales lastres.

Observación 3. Tras la crisis, los políticos han intentado hacer más competitivo este país legislando para que disminuyan los costes de la mano de obra para las empresas. En nuestro caso, esas medidas no deberían ser propias de una provincia con una universidad a nivel de “Campus de la Excelencia” como es la que estamos pagando con nuestros impuestos.

Observación 4. Uniendo las observaciones anteriores, vuelvo redundantemente a observar:   Ciudadanos y ciudadanas de la provincia de Cádiz, no sé si es culpa de la política local, provincial, regional, nacional o comunitaria, o si es culpa mía porque soy muy torpe –no lo creo, estudié en la UCA– pero no entiendo nuestro modelo de desarrollo basado en una universidad de mucho nivel y poco más.

Conclusión. Siendo crítico, quizás injustamente, con la Universidad de Cádiz, opino que el debate a abrir sería el siguiente: ¿Qué puede hacer la Universidad de Cádiz para –con nuestros impuestos– mejorar esta situación que a priori entiendo que es nuestro principal problema y que no esté haciendo ya? ¿Cómo nos afecta en el día a día a los contribuyentes que mantenemos la provincia que nuestra universidad sea considerada muy excelente donde las haya?

Ampliando la visión de la crítica, quizás de forma más justa: ¿Qué falla en la relación –si es que existe– entre gobernantes y responsables de instituciones públicas, empresarios, estudiantes y responsables de la universidad para que los avances en la cúspide de nuestro sistema educativo no se conviertan en un desarrollo real y palpable de la provincia?

PD: No sería bueno hacerme mucho caso teniendo en cuenta que en realidad ni siquiera creo en el sistema económico en el que se fundamenta nuestra “evolución” actual y por consiguiente este comentario.

Fotografía: Jesús Massó