Fotografía por Jaime Mdc
“Abajo del Cabo Malea,
más arriba de Creta,
allí en la hermosa Chirigo,
nació Afrodita”.(Chirigótico sirtó)
Situada al sur del Peloponeso, justo donde se encuentran el mar Egeo, el mar Jónico y el mar de Creta, la isla griega de Citera ostenta el orgullo de ser el lugar de nacimiento de la diosa del Amor, Afrodita Citérea o, si lo prefieren, Venus Chirigota. Chirigo (Τσιρίγο) es el nombre popular de esta isla, la más sureña del Heptaneso; su origen es veneciano, pues la Serenísima incorporó “Cerigo” y “Cerigotto” (Anticitera) a sus posesiones levantinas desde la primera caída de Constantinopla, durante la Cuarta Cruzada, hasta 1797 en que la conquistó Francia.
La fundación del Estado griego moderno en la primera mitad del s. XIX puso en marcha un enorme trabajo filológico para restituir los nombres antiguos a lugares y poblaciones; de este modo Τσιρίγο pasó a llamarse Κύθηρα. En castellano, el nombre de la isla aparece a veces como Kythera, transliterando el nombre antiguo y actual a la manera de los helenistas clásicos; otras veces se sigue el sistema de los neohelenistas, que convierte al castellano las palabras griegas como suenan: Quícira. Lo habitual es partir de los nombres latinos (Cythera), reducirlos a la ortografía común del castellano, Citera, y a buen entendedor.
Al margen de diatribas, los chirigotas llaman Chirigo a su isla, con cierto oculto orgullo patrio, aunque el nombre oficial sea otro. Es normal: lo mismo pasa con la playa conileña de Arsacohone, que oficialmente se llama El Puntalejo. Los chirigotas deben estar habituados a la confusión: pertenecen al Heptaneso por su geografía e historia, y a la provincia de Ática, circunscripción de El Pireo, administrativamente. Sin embargo los encargos los hacen en Gythio, que es lo único que está cerca.
Ignoro por qué se llama en Cádiz chirigotas a las agrupaciones carnavalescas, sólo conjeturas sin prueba ninguna puedo aportar. Imagino que los venecianos que vivían en Cádiz y celebraban sus carnavales en febrero se disfrazarían de chirigotas, con los trajes típicos de aquella isla o vaya uno a saber. Si luego la palabra salió del círculo de los venecianos y llegó a ser popular entre los vecinos se deberá quizás al gusto gaditano por el buen decir: la palabra es pintona. Disfrazarse de chirigota debió ser para los eclécticos venecianos como vestirse de pueblerino, cabrero o pescador. Seguro que ellos se partían de risa.
Sobre el carácter y fama de los chirigotas entre los demás griegos quizá nos dé una pista una anécdota que me contó el virtuoso del buzuki Iordanis Tsomidis. El “Magic Jordan” del rebétiko emigró a los Estados Unidos en 1957, con 23 años. Una noche que tocaba en la orquesta de una taberna griega, a la hora de repartir la ganancia de la “jartura” (una peculiar forma de retribución a los músicos que consiste en que los que bailan en solitario o conducen el baile en círculo pagan por la pieza que les tocan poniendo el “jartí”, el billete, sobre el palco escénico) el resto de músicos quiso dejarlo fuera del reparto por ser tan joven. Ah, chirigótico mertikó, gritó. ¡La parte del chirigota!
El gentilicio chirigota (τσιριγώτης en masculino, τσιριγώτισα en femenino) da lugar al apellido Chirigotis, según el patrón clásico de nombrar a las personas por su lugar de origen. Entre miles de ejemplos posibles, extraigo el del corresponsal en Londres de la televisión estatal griega Lambis Chirigotakis y el del cantante de los Blues Bug, Fotis “Potis” Chirigotis.