Una de las cosas positivas que me ha aportado este periodo de confinamiento es retomar por derecho la lectura de novelas, una actividad que en el modo de «vida normal» me costaba ubicar en la programación diaria personal, dado a la irregularidad de horarios entre una semana y otra en este modo de vida tan precario como estresante.
Entre varias que he leído (todas de autores de la Bahía de Cádiz), me gustaría hablaros, con mis límites como «crítico literario», de «Los Pasos en el Vacío» de Manuel Martín-Arroyo Camacho. Una novela carcelaria muy veraz, ya que tanto los relatos como las descripciones están fundamentadas en la cruda realidad de los centros penitenciarios, en este caso del Centro Penitenciario de El Puerto de Santa María, en el cual he entrado (a modo visita) en tres ocasiones: una para jugar al fútbol en el módulo de jóvenes, otra para cantar con mi grupo y otra para una entrevista de trabajo. Esto me ha servido para corroborar algunas de las descripciones que Manuel relata en su libro (aspecto de los módulos, colores, sensaciones, vestuario de los funcionarios, la frialdad del trato…).
La crudeza que supone hablar de lo que acontece en un penal, da mucho que pensar sobre si el sistema penitenciario sirve realmente para reinsertar en la sociedad a quien entra en él o para todo lo contrario. La espiral negativa que supone entrar en la cárcel cuando eres pobre es tan evidente como la tortura policial en el estado español.
La realidad que relata Manuel en «Los Pasos en el vacío» es muy heterogénea, y sus habitantes son muy diversos: Desde el perfil educado, formado y respetuoso del preso político, a la víctima analfabeta del enguetamiento socio-económico producido por las diferencias sociales que propone el sistema capitalista.
En cuanto al argumento concreto de la novela, es una historia desgarradora con unos tintes muy reales: Maltrato machista, corrupción policial, conspiraciones represivas, juicios amañados, testigos falsos… relatados con un ritmo de vaivenes a través del tiempo que detallan como puede funcionar un proceso de ingreso en el penal, desde la acusación, injusta o no, hasta la adaptación al modo de vida carcelario.
Otro aspecto muy interesante es la soledad del recluso, aunque también deja entrever momentos de solidaridad y apoyo mutuo, algo que nos dice que hay veces que no está todo perdido.
Me alegro de haber leído la novela durante el confinamiento, para saber diferenciar el confort de estar confinado en casa y estar «encerrado» de verdad. No banalicemos dicho concepto mientras existan presos que sufren en este preciso momento, mientras lees esta crítica sin más criterio literario que el interés que me despierta la realidad social y el objetivo de transformarla…
Esta crítica la hago sin más criterio literario que el interés que me despierta….