Toda buena Siesa que se precie sueña, incluso siente, emociones ajenas que, si bien no comprende porque carece de empatía, le generan una gran desazón interior que desemboca en graves trastornos intestinales. Trastornos graves no solo en cuanto la dimensión física de su manifestación, sino a la peculiaridad de las consecuencias durante el confinamiento. Esto le ocurría a menudo: sería el mayor silencio callejero, la luna llena rosa o los aplausos aparentes, a veces a destiempo, que configuraban la única figura de contacto ya familiar, donde la gente “hacía barrio” en cuarentena. Aquella mayor concentración mental la llevaba a buscar la soledad aún más dentro de sí misma, entrando en fase y viajando a la otra dimensión o encarnando al señor Don Gato en su azotea. Era ahí, en la zona común azoteil, y siempre altas horas de la madrugada, donde la Siesa hacía introspección conectando con lo más profundo de su sieso, en busca de señales, indicios, pistas que le ayudasen a desentrañar la enorme crisis que se avecinaba.
Esa noche aún no habían dado las 11 cuando notó un llanto. Subió rápidamente y echó a las Erasmus que hacían Pilates diciéndoles que le retumbaba el piso y que habían elegido muy mal año para “pegársela” en Cádiz.
Una vez sola adoptó la posición del loto y siguió el rastro de aquel llanto como de niño enfurruñado. Lo siguió a través de video-conferencias, redes 5G y millones de ideas de vídeos en YouTube, con mucho esfuerzo, pero lo encontró. Aisló la imagen sintonizando su CHI y vio nitidamente a un hombre con barba cuidada, llorando en calzoncillos, metido en una bañera vacía. En la pared, sobre su cabeza reinaba un Warhol.
-Cultura o barbarie– lamentaba –cultura o barbarie- y se sorbía los mocos.-Serás un buen ministro, Uribes. Te respalda el partido, Uribes. No importa que tú no sepas un carajo sobre el sector, Uribes… ¡Deudas y deudas! Dicen. ¡Qué se hubieran metido a fontaneros, no te jode!– y volvía a llorar.
Cuando aún nuestra Siesa estaba tratando de saber quién narices era aquel señor con barba, la imagen se perdió, sintiendo nuevamente el silencio y, sobre todo, la humedad de esa azotea. Bajó a por la bata y se puso calcetines gordos. Mientras pensaba en el sentido de aquella revelación hizo un pis y miró hacia la bañera. ¿Realmente era necesario haber visto a ese hombre en calzoncillos? Entonces escuchó un susurro a su espalda.
–Nadie sabe lo que pasa en realidad– la Siesa pegó un respingo al darse la vuelta y descubrir a una mujer alta y delgada que la miraba con los ojos entrecerrados. –Este país no quiere a sus artistas– dijo además de muchas más cosas con un hilillo de voz apenas perceptible por los entrenados oídos de la Siesa, que estaba a punto de perder los nervios.-Han desconvocado el apagón cultural porque hemos hecho presión.– logró entender aquella mujer.
–¿Quién eres tú y por qué hablas tan bajito?– le espetó la Siesa cansada de acercar tanto las orejas.
–Soy Nawja Nimri. Me conocerás por mí papel en La casa de piedra Ostionera, y porque soy una artista polifacética a la que han cancelado toda la temporada de conciertos.– dijo atusándose el pelo.-Como te comentaba, nosotras, la industria cultural, empleamos a 700000 trabajadores y hemos puesto a la ministra de Hacienda contra las cuerdas. Hay que tomar medidas para proteger al sector. Somos frágiles y estamos sin cobertura.– decía Nawja Nimri abrazándose a sí misma.
–Pero habla más alto carajo. Por Dios qué intensidá.- se quejó la Siesa.-Pero si tú sales en la televisión. No tienes problemas para hacer cultura ni para ganar dinero. A mí me parece muy bien lo que demandas, pero yo pienso en la Chari que vive en la esquina y hace una ruta teatralizada sin contrato. O en cómo factura el Falu cuando trabaja para cualquier administración pública que le pide cuarenta mil requisitos y él apenas puede pagarse la cuota de autónomos contando cuentos por los pueblos. Y la compañía de teatro que se gana la vida actuando de temporada en temporada, que vive al día, con un futuro siempre incierto, inventando y reinventando; ensayando sin cobrar, creando y produciendo con la certeza única de que no van a trabajar todos los días. Ellos no tienen respaldo del estado. Y hay precariedad, economía sumergida, cero cobertura social. Son como prostitutas, sin derechos ninguno.- dijo muy digna la Siesa.
–Pero nosotras no hacemos simple cultura, pertenecemos a un ámbito más elitista. Nosotras hacemos ARTE y no todo el arte es cultura.– contestó con hastío y mano en la frente Nawja Nimri.
–Perdona quilla, ¿ pero tú sabes lo que es el arte?- dijo la Siesa.
–¿Qué es el arte?– preguntó desafiante Nawja Nimri.
–¡Morirte de frío!– y nuestra Siesa se rió a carcajadas.-El origen de todo está en la visión económica del asunto, y en las luchas que hay entre las reglas del capitalismo neoliberal, que tiene lo privado, y la visión keynesiana de la economía de la administración. Y que tu industria cultural no se puede mantener por sí misma.-la propia Siesa no daba crédito a lo que estaba diciendo.
-¿Pero tú que has estudiado en Harvard?-contestó la Nawja ojplática.-Sí, en Harbolí y soy la elegida. Además de que no se me ocurre otra manera de hacerte llegar el mensaje. Y ahora vete.- sentenció la Siesa. Y la actriz de La casa de piedra Ostionera comenzó a desvanecerse languidamente, como era ella. Cuando solo quedaba un agujero de nariz de la Nimri, la Siesa enganchó el dedo índice aplazando la difuminación. -Una última cosita. He estado en la otra dimensión varias veces, me han avisado de lo que nos viene ahora en los próximos 3 años. Es importante que proclames la palabra: que la gente haga piña, pero piña sin intereses ni intervenciones políticas. Que ya sea rojo azul o morado, el que más y el que menos solo quiere atribuirse el mérito y seguir con el nepotismo, que de eso en Cádiz sabemos un montón. La voz de la ciudadanía que está implicada en la cultura, tiene que llegar a donde tiene que llegar, pero para lograrlo hay que pensar en el bien común, lo más importante. ¡Y vete coño!, que no me has dejado ni limpiarme el chichi, a ver si aprendéis los espíritus y las almas astrales que tiene que haber un mínimo de intimidad. Ya podía haber venido Assumpta Serna, seguro que proyecta mejor la voz.