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Laura mingo
Imagen: Pedripol

Hace unas semanas se presentó públicamente “Adelante Andalucía”, un acuerdo entre Podemos e Izquierda Unida de cara a las elecciones autonómicas pero que pretende ser mucho más que eso.  Unidas Podemos nos enseña que los acuerdos por arriba son necesarios y positivos pero que, sin dar pasos más allá, son también limitados. Necesitamos construir proyectos que ilusionen y que desborden… Necesitamos volver al espíritu con el que nace Podemos: hacia fuera, siempre hacia fuera. Los de siempre nos quieren hacia dentro, no les demos ese gusto.

A pesar del poco tiempo de existencia de la iniciativa, ya ha recibido gran cantidad de apoyos y la voluntad de sectores del nacionalismo andaluz de izquierdas de sumar. Queda mucho camino por recorrer pero, aunque algunos hagan gala de un centralismo asfixiante que dificulta el desarrollo de cualquier iniciativa dinámica y viva, vamos a estar a la altura porque nos jugamos mucho. Se trata de imaginar y articular un espacio donde tengan cabida todas las personas que luchan por construir alternativa en nuestra tierra. Todas las personas que apuestan por la economía social, por las energías renovables, por la justicia social, por el feminismo, por la inclusión, por lo público como herramienta para garantizar derechos, por un modelo productivo que genere empleo sostenible y sostenido, por la democratización de todos los ámbitos de la vida y la participación, porque las rentas del trabajo sigan soportando el grueso de la carga fiscal mientras las rentas del capital aportan de forma ridícula y encuentran exenciones fiscales por doquier… Un espacio para todas las que valoran los gestos simbólicos pero que quieren ir más allá porque estos por si solos se quedan cojos para construir la Andalucía por la que tantos y tantas lucharon aquel 4 de Diciembre y aquel 15 de Mayo.

Hay un dicho muy nuestro que dice que la salud es lo primero y sin embargo la Junta de Andalucía es la administración autonómica que menos dinero dedica a la sanidad por habitante. Susana Díaz se empeña en decir que las decenas de miles de personas que se manifestaron el pasado 10 de junio “están manipuladas” y son usadas para favorecer a quienes quieren hacer negocio con la sanidad. Precisamente, es el PSOE en Andalucía quien fomenta la externalización sistemática de servicios dentro del Sistema Público de Salud, que se lo digan a los trabajadores de mantenimiento del SAS que denuncia las privatizaciones encubiertas de Susana Díaz y su gobierno con Ciudadanos. Este gobierno es quien fomenta después de 40 años el trasvase de recursos públicos a la sanidad privada-concertada.

Es por cosas como estas que “Adelante Andalucía” tiene que ser alternativa al PSOE, porque no queremos más políticas que obligan a nuestra juventud al exilio económico ni formas de gobierno basadas en el cortijeo y en escándalos los ERES. Al mismo tiempo que impedimos gobiernos del PP y/o Ciudadanos que sólo traerían más desigualdad, dependencia y una economía aún más depredadora del territorio y su gente. Independencia política con respecto a quienes nos han traído hasta aquí porque “Adelante Andalucía” quiere una tierra donde la salud sea lo primero, que ponga en el centro los cuidados y la vida. Tenemos el enorme reto ser audaces y claros estratégica y programáticamente; de construir un espacio agradable y amable para su gente, como un patio de vecinos y de tener raíces a lo largo y ancho de Andalucía.

Por eso “Adelante Andalucía” debe empezar a construirse también desde lo municipal. Para, además, inspirarnos de cara a las municipales porque los procesos de confluencia no se decretan, se construyen poco a poco en experiencias institucionales, sociales y políticas comunes. Tejiendo confianzas y compartiendo reflexiones políticas. Porque en Cádiz hay un gobierno que defiende lo público y que empuja los límites para conseguir mejoras para su gente y tenemos que poner todo nuestro mejor “saber hacer” para garantizar que a partir de 2019 el cambio de rumbo en la ciudad se mantiene y profundiza frente al modelo durante 20 años del PP. Y porque somos conscientes de que el PSOE y Ciudadanos no son aliados para ello, con su gobierno andaluz demuestran la distancia entre su modelo y el nuestro. Por todo ello, hay que trabajar para unir toda la energía, conocimiento, combatividad y entrega de la gente que comparte un proyecto que pone en el centro las necesidades de la mayoría, la que está en organizaciones políticas, en movimientos sociales y la no organizada. Adelante Cádiz.

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Mingorance
Imagen: Pedripol

Estudié la licenciatura de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Cádiz. Allí aprendí muchas de las cosas por las cuáles decidí comprometerme como activista y como militante. Algunas de ellas dentro de las aulas, gracias a docentes que fomentaban de forma maravillosa el espíritu crítico y la reflexión. Otras muchas a través de debates con compañeros y compañeras de clase en los patios de la facultad o en la cafetería. Pero lo que más me marcó fueron las vivencias colectivas en encierros, huelgas, campañas y manifestaciones luchando contra el Plan Bolonia, la subida de tasas en la universidad, el 3+2 o las “tarjetas black” de la UCA.

Nuestro modelo era una Universidad pública, laica, gratuita, feminista y de calidad y luchábamos por la gratuidad del B1, por el pago fraccionado de la matrícula o porque no se expulsara de la Universidad a alumnos y alumnas por dificultades económicas en un contexto de crisis del capitalismo con consecuencias terribles para los y las de abajo en el que aún nos encontramos.

Como olvidarme de la solidaridad de los y las trabajadores de la Universidad, muy especialmente de las limpiadoras, con nuestras reivindicaciones que intentamos devolverles en cada oportunidad. Ellos, y sobre todo ellas, sabían que peleábamos por el derecho a la formación de las personas de clase trabajadora, por que la Universidad no volviese a ser un espacio donde sólo hubiese lugar para “la excelencia”, tema que casi merecería un artículo específico, o “para quien pudiese costeársela”. Luchábamos porque la Universidad no fuese “reformada” a imagen y semejanza del todopoderoso Mercado que podíamos sentir a cada paso cuando nos topábamos con las oficinas del Banco Santander metidas de lleno en nuestras facultades. Un modelo que se empeñaban en construir tanto el Partido Popular como el Partido Socialista, de acuerdo, una vez más, en lo fundamental.

No conseguimos todo lo que nos propusimos pero fueron años de movilización intensa donde fuimos capaces de arrancar medidas concretas a la UCA y a la Junta de Andalucía, como el pago fraccionado de la matrícula o la paralización de la subida de tasas. Mientras desde los movimientos en defensa de la Educación Pública hacíamos todo esto, parece que determinados políticos del Partido Popular buscaban la manera de sacar provecho personal gracias a su posición política. Raro, ¿eh? Nada esperable teniendo en cuenta su modus operandi.

El caso de la tesis de Cifuentes -tragada por la tierra o devorada por su perro, vete tu a saber- parecía insuperable. Resulta curioso que después de semanas de bochorno sin igual, de una mentira tras otra, la ex-presidenta de la Comunidad de Madrid dimita a raíz del vídeo que todos y todas vimos en medios de comunicación. Da que pensar que en lugar de dimitir por posibles irregularidades en la obtención de su máster, por el caso Lezo o en su día por una política represiva insoportable como delegada del gobierno de Madrid, lo haga por “un delito de pobres”. Desde luego para el PP esto resulta mucho más cómodo. Huele a mafioso el proceder de quien sea guardando ese vídeo durante años y filtrándolo justo en este momento. Consecuencia: sacrificio de Cifuentes.

Pero en Cádiz el PP no iba a ser menos y como aquí no nos falta de nada, tenemos el caso de la tesis de Romaní. Resulta que mientras era presidente de Aguas de Cádiz, la empresa pública pagó 42.000 euros durante los años 2011, 2012, 2013 y 2014 al Observatorio Andaluz de Responsabilidad Social de la Empresa, organismo dirigido por Carlos Guillén, director de su tesis. De casualidades está llena la vida, no seamos mal pensadas.

El motivo de estas facturas, que además presentan irregularidades, fueron la celebración de unas jornadas donde no está claro el rol de la empresa, cuyo patrocinio ni siquiera aparece por ningún lado, y un supuesto informe cuyo tema era el mismo que el de la tesis de Romaní. Más casualidades. Lo que asombra y resulta grave es que este informe no consta ni en la Universidad de Cádiz ni en Aguas de Cádiz, que en teoría es quien lo encarga. Será otra casualidad, pero ¿qué justificación puede tener subvencionar un informe con dinero público que en ningún momento es usado por la empresa ya que no hay registro del mismo? Además, estas facturas se pagaron con una prisa sin igual; mientras que el plazo normal de pago era de 85 días, estas facturas se pagaron en 28. Por si fuera poco, nos hemos enterado de que Romaní debe tener superpoderes porque es capaz de hacer una tesis en un año, más si cabe siendo al mismo tiempo concejal de nuestra ciudad, cuando el plazo medio es de tres. Parece que sí, que tuvo muchos superpoderes para realizar su tesis porque el hecho de que le pagase con dinero público a su director…fue pura casualidad.

Por lo pronto desde el Gobierno Municipal y Aguas de Cádiz se están haciendo los deberes y hay una clara voluntad de esclarecer este asunto. No sé si se encontrarán las pruebas para demostrar que es lo que realmente sucedió y ni siquiera tengo la certeza que, de hacerlo, los hechos fuesen constitutivos de delito. Por desgracia estamos más que acostumbrados y acostumbradas a ver cómo la Justicia actúa en no pocas ocasiones de forma terriblemente desigual en función de quien se sienta en el banquillo.

Lo que tengo claro es la falta absoluta de ética en todo este asunto. Me llena de rabia pensar que los mismos años en los que mis compañeros/as y yo nos dejábamos la piel defendiendo la Universidad Pública, los de siempre pretendían usarla como cortijo. Ya se sabe que les gusta hacer y deshacer y, por desgracia, han tenido el poder para hacerlo. Por eso, una vez más, hay que darle la vuelta a todo. Hay que llenar de democracia, en el sentido más amplio de la palabra, cada rincón de la sociedad para que la impunidad deje de una vez por todas de campar a sus anchas.

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L mingorance
Fotografía: Jesús Massó

“Ni machismo ni feminismo, igualdad”, “es cuestión de personas”… Seguro que os suenan estas frases hechas. De alguna manera explican el eterno debate sobre la conveniencia de usar el término feminismo o sustituirlo por igualdad. Al inicio de Podemos algunas compañeras planteaban este cuestión donde, con sus matices, había dos posiciones iniciales .

La primera venía a plantear que el término feminismo genera rechazo entre muchas personas ya que con frecuencia se asocia a lo contrario de machismo. Que sugería algo así como esa frase que circula por redes y dice: “os da el miedo el feminismo porque creéis que vamos a hacer con vosotros lo que habéis hecho con nosotras”. Quienes estaban en esta posición pensaban que había que usar el término igualdad porque era el ampliamente aceptado aunque lo reivindicasen mujeres como Le Pen, Hillary Clinton o Cristina Cifuentes. Para ellas la tarea era dotarlo de contenido y disputarlo.

La otra posición con la cuál me identifico, planteaba que si bien el término feminismo podía combinarse con otros, incluido igualdad, no debíamos renunciar a él porque tenía una profundidad del que este último carecía. Cifuentes siempre se sentirá más cómoda hablando de igualdad aunque a veces use la palabra feminismo. De algún modo, feminismo expresa el conflicto porque es una lucha para conseguir los derechos de las mujeres y eso supone enfrentar a la estructura patriarcal y, por consiguiente, los privilegios de los hombres. Por supuesto, entendiendo que hombres y mujeres no son sujetos homogéneos y por lo tanto sufren privilegios en el caso de los primeros y opresiones en el caso de las segundas diferentes y en distinto grado en función de su clase, orientación e identidad sexual, raza, etc. De hecho, muchos hombres pueden y deben ser nuestros aliados porque no luchamos contra ellos sino contra un sistema, pero esto requiere una compresión por su parte de que tienen que renunciar a determinados privilegios, sean simbólicos, de cuidados o de otro tipo según el caso. Por eso de algún modo el feminismo está vinculado a la búsqueda de la raíz (o raíces) de la opresión y a las prácticas individuales y sobre todo colectivas y de lucha para enfrentar las mismas. Esto a pesar de que muchas mujeres feministas a lo largo de la historia no se autodenominasen como tal dado, por una parte, a que su uso es relativamente reciente y, por otra, a que buena parte de las mujeres socialistas y comunistas identificaban el feminismo como un movimiento burgués que no hablaba de sus problemas como mujeres trabajadoras.

Y en todo este debate de si feminismo o igualdad, apareció Dior con su camiseta “We all should be feminists” dejando bastante claro que el feminismo ya no asustaba ni generaba rechazo en gran parte de la población, sino que vendía y por eso cada día se multiplican las mercancías por parte de diferentes empresas y grandes marcas que usan al feminismo como gancho. Hay infinitos ejemplos de como el feminismo se ha “normalizado”, “se ha puesto de moda” y ha cobrado protagonismo en espacios tales como los Goya, Operación Triunfo, Certámenes de Belleza y un largo etcétera. ¿Qué está pasando? Mi objetivo no es hacer un análisis profundo ni completo porque para responder a esta pregunta haría falta una reflexión mucho más sosegada y un espacio mayor pero si me gustaría apuntar una reflexión en cuanto a nuestro país se refiere.

Hace algunos años en una charla de Justa Montero, referente feminista, anticapitalista y miembro de
la LCR, ella apuntaba como cuándo desde las izquierdas hablábamos de las luchas que se dan en el
15M y ciclo posterior enumerábamos las huelgas generales, estudiantiles o la lucha por los servicios
públicos pero raramente nos referíamos de manera explícita a la lucha del movimiento feminista
contra la Ley Gallardón. ¿Cómo es posible que una de las luchas con más fuerza, de las pocas que
consiguió una victoria tan contundente “se nos olvidase”?

Hay por supuesto muchos factores tanto objetivos como subjetivos que explican que el auge del feminismo se da en muchos países diferentes. Pero estoy segura que en el estado español la victoria del movimiento feminista paralizando la (contra)reforma del aborto y logrando la dimisión del ministro Gallardón allá por septiembre de 2014 tuvo mucho que ver. Primero, porque logró empoderar a muchas mujeres que de una u otra manera participaron o empatizaban con aquellas movilizaciones que se dieron a lo largo de muchos meses. Tuvimos la experiencia de que la lucha sí sirve y tomamos conciencia de nuestra fuerza. Y segundo, porque el movimiento logró poner sobre la mesa con mucha fuerza ideas clásicas del feminismo, destacando muy especialmente las relacionadas con el derecho al propio cuerpo y el derecho a decidir. Creo que la interacción entre ambos factores ha hecho que muchas de las ideas que el feminismo ha dicho históricamente encuentren a día de hoy una importante identificación en buena parte de la sociedad. Algo así como “lo logramos porque teníamos razón”.

Esto no significa que vivamos en una sociedad feminista ni mucho menos. Por desgracia, polémicas absurdas como el disfraz de María Romay, concejala de Fiestas de nuestra ciudad, demuestran que a algunos les escuece enormemente que una mujer vista como quiera, que nuestros cuerpos siguen siendo espacios de conflicto y de lucha. Si posase en una revista o saliese en un anuncio de televisión no les parecería tan escandaloso porque en este caso sería para ellos uno de los objetos que tanto acostumbran a consumir. Porque lo que ofende no es un desnudo que ni siquiera es tal, sino el hecho de que vistiese así por propia decisión, siendo sujeto y no objeto. Sin embargo, también han sido numerosas las personas que han mostrado su más absoluto apoyo a María y hemos puesto en práctica aquello de que “si nos tocan a una nos tocan a todas”. Por eso, más allá del caso particular y a pesar de la reacción del patriarcado a través de determinadas instituciones y de una parte de la sociedad ante el empoderamiento individual y colectivo de muchas mujeres, es una realidad que ideas y debates que antes se daban en círculos muy reducidos cada vez se vuelven más cotidianos.

Pero… ¿Qué implicaciones tiene “que el feminismo esté de moda”? Desde mi punto de vista constituye una oportunidad que hay que aprovechar porque nos ayuda a cuestionar el mundo en el que vivimos y porque ahora es mucho más sencillo acceder al feminismo y a la política al fin y al cabo (¿qué es si no el feminismo?). Pero también tiene otra negativa y es el peligro de descafeinarlo, de asociar el feminismo a la lucha individual de cada mujer por “llegar a lo más alto”. Aunque este riesgo está ahí creo que sin duda son muchas más las potencialidades y el movimiento está demostrando que está sabiendo utilizarlas de forma inteligente. La huelga del 8 de marzo es un claro ejemplo de ello porque pone en el centro a las mujeres trabajadoras, las que estudian, las que cuidan y a todas las que somos violentadas de una, otra o todas la formas a lo largo de nuestra vida, dotando la movilización de un contenido concreto que delimita “qué feminismo”. Porque la lucha es la que clarifica en que bando se encuentra cada cual y nosotras estamos en el de las que cuidan a las personas dependientes, las maestras, las que atienden al teléfono, las gitanas que se rebelan contra el patriarcado y el antigitanismo, las que crían a los hijos e hijas, las que limpian dentro y fuera de casa, las que estudian, las migrantes, las que gritan que su cuerpo es suyo, las dependientas… y muchas más. Este es el feminismo que se está construyendo en encuentros como el de Zaragoza del pasado mes de enero o asambleas como la que tuvo lugar en la Fundación de la Mujer en nuestra ciudad para preparar la huelga. Un feminismo que sabe combinar su diversidad con unas claras pretensiones de transformar y no de maquillar al mismo tiempo que saben conectar son sectores muy amplios de mujeres. Y por eso, a Dior no se le espera. Y a Inés Arrimadas tampoco.

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L mingorance
Imagen: Pedripol

Puede que, al igual que yo, lo hayan escuchado muchas veces en los bares, en esas cenas interminables de navidad que se avecinan o en alguna que otra sobremesa: “los políticos lo que tienen que hacer es ponerse de acuerdo”. Puede que sea una frase a la que no hayan dado mayor importancia o puede que, como a mí, esta frase les haya removido las entretelas.

Era otra época, es verdad. El peso del bipartidismo lo asfixiaba todo y a ellos se referían: dos partidos con orígenes, historia y base social radicalmente distintos; pero que, por desgracia, desde hace mucho coinciden en lo “fundamental”, mantener y beneficiar a las élites.

El problema no es la falta de consenso. El verdadero problema reside en saber para qué cosas se necesita consenso. En este país, PSOE y PP se han puesto de acuerdo para privatizar y malvender los servicios públicos, para poner en marcha reformas laborales que precarizan y debilitan el poder de negociación de la gente trabajadora, para engordar la burbuja inmobiliaria, para repartirse las puertas giratorias y, cómo no, para hacer una reforma exprés de la también sacrosanta Constitución en una tarde de verano, a traición pero con mucho consenso; una reforma que tiene hipotecadas nuestras vidas al convertir la deuda en la única prioridad. Por doloroso que resulte para todos los militantes socialistas que lucharon contra el fascismo o que dieron con sus huesos en las cárceles franquistas o que aún creen en el PSOE, la triste realidad es que al PSOE no le tiembla la mano cuando tiene que arrimarse al querer del PP.

Lo seguimos viendo a diario. Lo hemos visto en la aplicación del artículo 155. Lo hemos visto cuando PSOE y PP se unen en el Congreso para bloquear una propuesta de Unidos Podemos para que la Sareb, o banco malo, con un 45% de capital público producto del rescate bancario, tuviese que ceder parte de su parque de viviendas para alquiler social. Y no es una cuestión de caras ya que el resultado de la ecuación es el mismo con unas familias al mando o con otras, con el liderazgo de Pedro Sánchez o el de Susana Díaz.

De la misma manera, a escala municipal, da igual que esté al frente Fran González o Fran González 2.0. El PP de Teófila y el PSOE de Fran González están de acuerdo en lo esencial: poner palos en la rueda. Por eso, en Cádiz tienen todo el consenso del mundo para llevar a cabo su moción de censura por fascículos y de tapadillo. Entiéndanme, que las formas siempre hay que cuidarlas y hacerlo a las claras está feo.

El PSOE local está entregando espacios de poder a la derecha de la ciudad. Así de duro. El primer asalto fue en Onda Cádiz. ¿Será que a la oposición le molestaba que la radiotelevisión pública fuera hoy más plural y democrática (Consejo Audiovisual de Andalucía dixit)? ¿o acaso lo que les incomodaba era la auditoría inminente sobre Cádiz Conecta?

No han parado ahí: han entregado la Fundación de la Mujer a quien no cree en el feminismo. El PSOE ha puesto al frente de la Fundación a una representante de Ciudadanos, partido que niega la violencia de género y que compra la teoría machista de “la asimetría penal por cuestiones de sexo”. A estas alturas algunos aún cuestionan que la violencia machista tiene lógicas específicas y se apoya en unas estructuras políticas, culturales, económicas, etc. y que, por tanto, requiere de medidas específicas y diferenciadas y otros vienen a darle alas. Eso sí, en el pleno, que por fin es televisado, el PSOE procura suavizar sus formas, intenta reforzar su perfil identitario de izquierdas apoyando medidas como el cambio de nombre de la nueva Avenida del 4 de Diciembre de 1977 en cumplimiento con la Ley de Memoria Histórica o dice que va a votar a favor de los presupuestos o del nuevo modelo de tarificación. Podrá ser muchas cosas, pero cuando se le pone luz encima, el PSOE sabe perfectamente que no puede permitirse el lujo de aparecer aliado con la derecha en la ciudad.

Por eso, frente al consenso de los de arriba, es más necesario que nunca construir el consenso de la gente de abajo: aumentar la presión social, fomentar el debate ciudadano, propiciar que nuestros vecinos y vecinas estén al tanto de todo lo que ocurre en el Ayuntamiento de Cádiz. Ese consenso es la única herramienta para que de verdad Cádiz sea una ciudad para su gente.

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Laura mingoranceFotografía: Jesús Massó

Septiembre siempre me sonó a año nuevo por mucho que estos comiencen oficialmente el uno de enero. Septiembre sugiere cambios, retos, oportunidades y desafíos. Este inicio de curso estamos asistiendo a una clara ofensiva del Régimen en términos reaccionarios. Lo hemos podido comprobar con casos como el de Juana Rivas que pone rostro a una situación que no constituye un caso aislado pero que es tan injusta y terrible como invisibilizada. Lo hemos visto con la vulneración del derecho a huelga de los trabajadores de El Prat que se levantaron con valentía ante una situación cada vez más precaria. Y estos días asistimos a la represión más terrible y menos disimulada de un Estado que una vez más demuestra tener una clara esencia antidemocrática. Prohibición de actos, detenciones de alcaldes, funcionarios, registros de edificios por parte de la guardia civil, etc. Aunque parezca increíble, sí, es septiembre de 2017. Pero, como se suele decir, de aquellos barros… estos lodos.

En el caso de Cádiz, esta ofensiva se traduce en una batería de ataques, algunos realmente torpes y poco imaginativos, dirigidos al actual equipo de gobierno de la ciudad. No podía ser de otra manera, cargar contra el alcalde o cualquiera de sus concejales se ha convertido en una actitud rutinaria para los grupos de la oposición. Las primeras semanas de septiembre se molestaron en demostrar que habían vuelto de vacaciones, no por sus aportaciones precisamente, sino por las páginas y páginas en los medios de comunicación que intentaban dibujar una imagen de caos. Si hubiese que dar un titular podría ser, siguiendo su esquema mental, “Cádiz como Venezuela”.

Pero de cara al nuevo curso toca apartarse del ruido y huir también de la peligrosa rutina institucional que está diseñada para fomentar el cinismo y el posibilismo que tiene el peligro de traducirse en resignación. Ambos distanciamientos son necesarios para lograr hacer un análisis objetivo, para ser capaces de escuchar las necesarias y constructivas críticas que señalan las deficiencias y para visualizar y cuidar los avances que nos permiten mejorar situaciones de emergencia social al mismo tiempo que contribuimos, junto con muchos y muchas otras, a construir una ciudad distinta.

Esto implica, en algunos casos, armarse de honestidad para señalar los límites de la propia institución, diseñada por y para los intereses de los de arriba. La deuda, la Ley de Estabilidad Presupuestaria, los límites competenciales y un sinfín de trabas más no son excusas, son muros con los que este y cualquier gobierno que luche por mejorar y transformar la vida de sus vecinos y vecinas se chocará y suponen límites diarios a políticas necesarias. Pongamos dos ejemplos en dos de las delegaciones más importantes para cualquier gobierno de izquierdas: vivienda y servicios sociales.

En la primera, tenemos un déficit muy grave con un parque público de viviendas insuficiente y sin posibilidades de penalizar a los acaparadores con fincas cerradas a cal y canto mientras hay gente que no puede acceder a una vivienda digna. Esta realidad, derivada de una negativa del gobierno central a definir qué es una vivienda vacía en la legislación, se traduce en una enorme dificultad para que el Ayuntamiento fomente los alquileres sociales y garantice alternativa habitacional. En servicios sociales, existe una importante falta de personal en una ciudad muy dependiente de los mismos por los índices de desempleo y precariedad ante, entre otros factores, el desmantelamiento industrial de la Bahía sin diversificación del modelo productivo, situación agravada además con la crisis económica. Esta deficiencia se explica por el despido de 24 personas en la delegación durante los gobiernos del PP, por las restricciones a la contratación de personal que impone la ley de estabilidad presupuestaria y por el bloqueo de la RPT por parte de los partidos de la oposición, incluido el PSOE, que incluía una apuesta clara por el refuerzo de Servicios Sociales. La consecuencia es una enorme dificultad para dar un mejor servicio y donde las colas sean una imagen del pasado.

Luchamos desde los movimientos sociales, organizaciones políticas e instituciones contra estos límites que nos dificultan mejorar la vida y que dependen en gran medida de los gobiernos centrales y autonómicos a la vez que el gobierno municipal estira lo máximo posible los márgenes. En Servicios Sociales hay una apuesta clara por un cambio de modelo asistencialista a otro garantista de derechos y que fomenta el empoderamiento con, por ejemplo, los talleres para entender el recibo de la luz o el fomento de la inserción laboral a través del servicio de intermediación. Dentro de lo posible, se está reforzando la delegación con personal y el sistema de citas está cambiando para encaminarse a un formato donde la persona que acuda a esta delegación tenga la posibilidad de pedir cita en cualquier momento. Además, el bono del agua, ya en marcha, y el bono eléctrico, aún bloqueado por el PP ante su demora consciente para convocar el Consejo de Administración de la Fundación de Eléctricas Cádiz, son solo dos ejemplos entre otros muchos dentro de este cambio de modelo que busca aumentar la estabilidad a las familias. En vivienda, además del programa de alquiler justo, se está rehabilitando por ejemplo la finca de Santa María 10 para viviendas destinadas a alquiler social siendo una apuesta clara por cambiar el modelo.

Al mismo tiempo que estiramos al máximo estos límites, el gobierno municipal está finalizando el primer proceso de remunicipalizaciones que fue una de las principales apuestas programáticas de Podemos Cádiz. Entendíamos que era una medida estructural ya que estos procesos pretenden recuperar para lo público esferas hasta ahora gestionadas por lo privado en un momento en el que el avance del mercado en todas las esferas de la vida es cada vez más invasivo, y donde se trocean derechos para convertirlos en privilegios. La oposición en general ha tenido un comportamiento vergonzoso en todo este tiempo pero la actuación del PP ha llegado hasta el punto de usar la Subdelegación del Gobierno para intentar bloquear las remunicipalizaciones anunciando en prensa (habrá que ver si se lleva a efecto) un recurso a las mismas. Además, tenemos precedentes de otros municipios donde han llevado a cabo la misma estrategia como Zaragoza o Chiclana. La recuperación de los servicios públicos les escuece, a ellos y a las macroempresas que gestionan la inmensa mayoría de los servicios privatizados de las instituciones públicas y de los que sacan suculentos beneficios. Pero lo sentimos, en parte también por esto estamos seguras de que vamos en la dirección correcta.

Sin obviar los límites de una correlación de fuerzas objetivamente desfavorable, estamos en condiciones de comenzar a desmontar el mito neoliberal de que lo privado es mejor que lo público. Esto resulta condición necesaria para construir una alternativa de sociedad basada en el interés común y no en el incremento de las tasas de beneficio empresarial. Para ello, es imprescindible recuperar parcelas de credibilidad que demuestren una mejoría en la calidad de los servicios, al tiempo que tejemos alianzas con los trabajadores y las trabajadoras mejorando sus condiciones laborales y generamos posibilidades de experiencias para la autogestión ya que ellos y ellas son parte imprescindible y activa para la mejora del servicio.

Septiembre, seguimos.