La lengua es órgano a la vez que sistema comunicativo, estructura lingüística. A veces se habla, no siempre se escribe. La lengua es frontera, pasaporte. Es herramienta armada pero también camino del amor. La lengua comunica sólo cuando hace vibrar la nota exacta de un cuerpo y sirve a los otros para reconocer las trampas de la representación.
“Tiritañas y guiñapos” (Ediciones Saltadera, 2017) es el tercer libro de poemas de Luis Melgarejo y un reencuentro con algunas de sus coordenadas estéticas más celebradas: el trabajo exquisito con el ritmo del poema, la recuperación de la oralidad que se humaniza en contra-épica, la memoria desposeída que se reivindica y alza en los textos.
Este libro contiene a su vez una mirada crítica a la Europa cascarilla de sus bancos, la aguda conciencia del viaje-errancia de lo humano que es física, lingüística y literaria- o el amparo que ofrece la incertidumbre cálida de la paternidad.
Amor de padre
Que te queden más dientes que a mí.
Que te cuides. Que bailes. Que cantes.
Que el reloj no achicharre tus matas.
Que respires. Que vivas. Que aprendas.
Que del monte conozcas las trochas
y en el monte no yerres la seta.
Que te sepas valer por ti misma.
Que te quiero. Que vayas. Que vuelvas.
La lengua sin sangre entra
Lo importante es hablar y escuchar, entenderse.
No morirse de amor. Ni matar. Ni de hambre.
Lo primero es lo dicho, las lenguas.
Y después van los libros, lo escrito.
Abrazarse, bailar. Comprender y jugar.
No mentir. No olvidar ni a difuntos ni a vivos.
Sólo así. Sólo entonces.
Con lo escrito llegaron las leyes,
los desahucios, el fax, las gramáticas
y las lindes y el odio y la sangre.
Con lo dicho sucede el milagro y
sólo entonces quizá comprendemos
que las lenguas son casas abiertas.
Sólo así. Sólo entonces. Y aun así no se sabe.
Me dicen (Sonetillo patriótico con estrambote fácil)
Cultura,
montañas...
Patrañas.
Usura,
facturas,
guadañas,
hazañas
y curas.
Carroña
que daña,
que dura:
La roña
madura
de España.
Rebaño
y escaño.