Tiempo de lectura ⏰ 4 minutitos de ná

Uno no puede saber lo que va a ocurrir en tres meses a nivel político, ni a nivel vital. Uno no sabe si acaso en unos días le va a tocar la lotería, o si el Noli va a hacer otra preciosa música de pasodoble, pero pueden hacerse algunas previsiones. En la Escuela Pública de Cádiz, y de Andalucía en general, hay un caos pretendido por la Administración y es por eso que para ellos, dentro de escasos dos meses, aparentemente todo va a ser exactamente igual que septiembre del año pasado, o más o menos.

Esa teatralizada tranquilidad sólo es una gran cortina de humo para continuar con las políticas de privatización y liberación del “mercado” educativo. Y digo “mercado” así, entre comillas, porque básicamente es un oxímoron. Son palabras que nunca irán unidas, mercantilizar a estudiantes, familias y docentes es imposible. Como mucho se podrá mercantilizar su instrucción. Instrucción en un sentido estrictamente educativo, como una suerte de aprendizajes dirigidos a un futuro consumidor dócil, un futuro trabajador explotado o un futuro cegado creyente.

Los escenarios de la nueva normalidad en la escuela gaditana
Fotografía: Fran Delgado

Cierran colegios en Cádiz para abrir centros de formación privados, pero eso no va a implicar una mejora para la ciudad. Cádiz vive en la fantasía de educar a sus hijos en colegios privados, y sus hijos huyen de su ciudad. Pero este sería tema de otro artículo.

Pero es en esta nueva normalidad de liberalización del mercado de la educación en la que nos vamos a mover en clave gaditana.

La escuela pública es la única que realmente va a defender el espíritu democrático y la libertad. Una escuela que no te va a decir cómo tienes que pensar, que no te va a poner en cuestión cómo tienes que sentir, ni a qué te debes dedicar, pero sí te va a exigir que pienses, que sientas y que seas tú. La pública es única, singular. Como ente aglutinador de la diversidad, como ente igualitario. La Administración, sin embargo, va a preferir dar riendas sueltas a la gestión homogeneizadora de la privada, subvencionada con fondos públicos. Sí, subvencionada, pero privada, que no se nos olvide: privada. Imponiendo el caos administrativo y con una opaca gestión que muestre sólo una retahíla de instrucciones relámpago, contradictorias o laxas que pongan en constante riesgo la capacidad de acción de los centros públicos y de su profesorado.

En la nueva normalidad intentarán convencernos de que sin inversión se puede combatir al COVID, al cambio climático y a todas las injusticias sociales que surjan de esa dejadez. Una “mano invisible” que regule lo educativo (y lo público, en general), lo medioambiental y lo social. Y en esa inercia comunicativa falaz aumentarán los privilegios de unos pocos.

Pero centrémonos. Cosas concretas.

Por ejemplo, en septiembre habrá una norma que diga que los grupos de clase deben organizarse como burbujas que no se tocan entre sí (grupos de hasta 35 alumnos y alumnas, un sin sentido), pero peor aún, después en los comedores se mezclarán esas burbujas rompiendo la ya débil norma. Las familias están muy preocupadas por sus hijas e hijos, exigiendo que se baje el número de alumnado por clase.

En la nueva norma habrá directivas que estén en el filo de la navaja con un pie en los juzgados por intentar aplicar normas COVID sin recursos, con una aparente autonomía sin financiación y, en muchos casos, teniendo que afrontar maratonianas jornadas de trabajo hasta la extenuación sin saber por dónde llegarán los nuevos problemas.

En la nueva norma el alumnado más vulnerable se va a desconectar, aumentará el absentismo, la brecha digital… aumentará en definitiva la desigualdad. En la escuela va a aumentar la desigualdad, y en la escuela andaluza va a ser muy significativo, quedará en los anales de la hoja de ruta del consejero y el presidente del gobierno andaluz.

En la nueva norma llegará de nuevo el proceso de escolarización y la Comunidad Educativa tendrá una y otra vez que salir a poner el foco en la injusta y tramposa estrategia de ir cerrando líneas. Año tras año, viendo atónitas cómo se vulneran derechos.

Entonces, ¿qué? ¿Claudicamos?

No, en la nueva normalidad hay grandes posibilidades de atraer colectivos, ideales, propuestas admirables de nuestro lado para la educación pública. Es un momento maravilloso para entender profundamente qué quiere decir Participar en la Comunidad Educativa, y esto lo vamos a ver. Y lo estamos viendo, desde que ha comenzado la desescalada en tan sólo un mes y poco se han organizado decenas de movilizaciones en Andalucía y muchas en nuestra capital, sumando a alumnado, profesorado, familias, personal de limpieza, colectivos LGTBIQ+, etc.

Vamos a ver a los barrios defendiendo sus escuelas (esas que son parte de su pulmón vital), vamos a exigir la necesaria educación pública contra los movimientos racistas, machistas, homófobos… ya lo estamos viendo.

Surgirán nuevos consensos, nuevas complicidades. Y si somos los suficientes surgirá un nuevo concepto de escuela. Lo que pasa es que tenemos que reivindicar la escuela que necesitamos, la inclusiva, la de calidad, la igualitaria… porque si no, igualmente también surgirá esa nueva escuela pero liderada por el mercado. Hay una silenciosa carrera entre los diferentes paradigmas. Tenemos que ser audaces, saber establecer buenas relaciones entre los diferentes elementos de la Comunidad Educativa y aunar nuevas complicidades.

Convencer a la vecina, hablar con el pescadero, participar en tu AMPA, mover a las compañeras del claustro, llenarlo todo de sentido común. En nuestra mano está, nadie lo va a hacer por nosotras.

Tiempo de lectura ⏰ 4 minutitos de ná

En Cádiz se han cerrado colegios públicos enteros. Se llevan cerrando desde hace 20 años. Y hay malas noticias: nos van a cerrar más. Si nada cambia, esto será un hecho incontestable y sin vuelta atrás. Pero no solo eso, sino que además el mapa que queda nos dividirá por estratos sociales. En la avenida, centros de gestión privada; y desde ahí hasta la periferia, la gestación de verdaderos guetos. Quienes lo han planificado minuciosamente tienen una visión clasista y mercantilista de la educación que, indudablemente, han conseguido transmitir a la sociedad. Casi sin darnos cuenta, nos encontramos con familias de la periferia que, por razones que no me atrevo a juzgar, pelean por meter a sus hijos e hijas en esos «colegios de bien».

Este es el contexto en el que surge la Coordinadora de la Escuela Pública, un colectivo independiente y plural revitalizado desde hace dos años. Nuestro escenario, una de las ciudades de España con menos centros públicos a pesar de ser una de las más atravesadas por el paro.

Educacion publica gaditana de la resistencia a la exigencia
Fotografía: CC Logotipo de la Marea Verde: Escuela Pública de Todos, para Todos. Icono de las protestas de inicio de curso 2011/2012 en Madrid.

Así, y como reto prioritario, la Coordinadora se propone contar de una forma objetiva todo lo que se hace en la educación pública de nuestra ciudad. Nuestra educación pública es envidiable. Y no lo es sólo por los premios o menciones que recibe, sino por su capacidad inconmensurable de innovar, de atender a la diversidad (un 6% del alumnado requiere necesidades educativas en la privada frente a un 13% se atiende desde la pública, casi el doble) y de enseñar con eficacia con muchos menos recursos −humanos y técnicos− de los que nos deberían ser asignados. Frente a los mensajes de desprestigio de lo público, esta es justo una de nuestras líneas vertebrales: contar −en positivo− a través de los medios de comunicación tradicionales (ajenos) y de las redes sociales (propias).

En paralelo, impulsamos una labor de gestión, que −a mi parecer− sustituye a las instituciones al asumir la responsabilidad de generar actividades intercentros y espacios de reflexión y acción colectivas. No nos engañemos. Esto no se ha hecho nunca, y nos consta que si no lo hacemos quienes tenemos conciencia de lo público, nadie lo va a hacer.

Proyectos de éxito como las Olimpiadas Escolares, el Pasacalles de Todos Los Mundos y Tosantos impulsados por profesorado, equipos directivos, familias y alumnado, trabajando codo a codo. Iniciativas a las que en breve se sumarán otras nuevas, todas con unas fuertes convicciones democráticas y valores inclusivos. Y esta no es una cuestión baladí. Mientras que desde las administraciones nos enfrentan (se entretienen en ignorarnos, sortearnos o silenciarnos), la Coordinadora huye del ruido para crear espacios educativos y pedagógicos de encuentro. No desde un perspectiva equidistante o aséptica. Sí desde principios fundamentales como la convivencia, la aceptación de la diversidad y la participación activa.

Aunque este Ayuntamiento responde con medios ante el mantenimiento de los centros de Infantil y Primaria y busca fórmulas de apoyo, su capacidad de acción es pequeña e insuficiente y sus competencias, limitadas. La dejadez y la inercia de décadas es un gran obstáculo. Y es de aquí de donde nace la reflexión de fondo. Lo que nos hace situarnos en una posición de resistencia.

Pasemos a la acción.

En el último encuentro de la Coordinadora, al que asistieron un centenar de personas de toda la comunidad educativa gaditana (y parte de la andaluza, atraída por nuestro modelo de trabajo), hicimos un análisis para avanzar en ideas y tareas. Todas las personas que asistimos coincidimos en un punto: debemos pasar de la resistencia a la exigencia. No hay otro camino. No queremos que construyan el salón de actos de un colegio que cierren dentro de dos días. Eso sería una perversidad institucional.

Nos encontramos con centros que deben afrontar una diversidad educativa enorme sin recursos humanos y técnicos, con infraestructuras castigadas y envejecidas. Queremos que nuestros centros estén a la altura de las aspiraciones y el talento de quienes los habitan: niñas y niños, jóvenes, profesoras y profesores. Y esto significa no regatear con los recursos, queremos más escuela, queremos más democracia. No practicar una política cicatera.

Cuando se pone en cuestión a la pública y se recorta, cuando se nos desprestigia gratuita y sistemáticamente en los medios de comunicación, no se está sólo beneficiando a la educación privada −aunque es indudable que ese es el objetivo de ciertos poderes−, también se perjudica a la democracia y se sacude el principio de igualdad de oportunidades. Porque no todo el mundo cree en lo mismo, ni tiene el mismo poder adquisitivo. Hay que reclamar instituciones que nos unan más y nos dividan menos. Instituciones que, por encima de todo, protejan el principio de igualdad de oportunidades.

La comunidad educativa de la pública está asumiendo una fuerte responsabilidad dentro de un sistema cada vez más raquítico y empobrecido. Frente a ella, los intereses ideológicos de ciertos poderes políticos, religiosos y económicos que sólo demuestran un peligroso desprecio por la democracia y la sociedad que la conforma. No vamos a parar.