Me sigue gustando, como a otros muchos, abrir por las mañanas las páginas de papel de un periódico. Aunque esos periódicos traigan noticias rancias, que te informen de cosas que ya sabes desde el día anterior a través de la tele o que has leído por internet.
¿Qué vas a leer hoy de un atentado ocurrido ayer si ya lo has leído y has visto imágenes en movimiento, fotos e infografías? Los periódicos tradicionales dan de pago noticias rancias que obtuviste gratis el día anterior. Esta es la cruda realidad.
La prensa escrita, tal como la conocemos desde siempre, puede que sea ya cosa del pasado. Mantiene el mismo formato de cuando era la fuente primaria de información, y ya no lo es, pero sigue fingiendo que sigue siéndolo.
Afectada por el impacto de la prensa digital y por internet, la prensa escrita quizá viva hoy el peor momento de su historia. El fenómeno tiene ya incluso nombre, se le llama “Gran Extinción Mediática”. Los tiempos están cambiando, que decía el gran Dylan, y la prensa escrita debe actuar si no quiere quedar reducida a algo fosilizado del pasado.
A mi juicio, como la prensa escrita no puede competir con la inmediatez de transmisión de las nuevas tecnologías, debe asumir un papel más reflexivo ante las noticias: frente al alarde de urgencia, poner más reflexión, más comentario, más análisis, más enfoque, más originalidad. Frente a la noticia en crudo, más instrumentos narrativos y más opinión.
Creo sinceramente que si los medios tradicionales lo entienden así sería una vía de supervivencia. Sin embargo, creo que la mayoría de los editores se agarra al principio básico conservador de “Si algo existe, es que puede seguir existiendo”, un aserto que desmienten, por ejemplo, los dinosaurios. Por el contrario: si quieres sobrevivir debes adaptarte, que decía el venerable abuelito Darwin. Y esto también es aplicable a la prensa.
Porque la prensa, el periodismo, los periódicos hacen falta, mucha falta. Se dice que de la calidad de la prensa depende la calidad de esa cosa tan frágil que es la democracia. Y esto no sólo es verdad, sino que hoy es más verdad que nunca.
Una vía, en mi opinión, equivocada y fatal fue la irrupción de la prensa gratuita. De momento, su gratuidad asume una evidente autodevaluación. Además se ha establecido una descarada relación entre gratuidad y baja calidad, algo por otra parte común a cualquier producto comercial gratuito. Y por último esa gratuidad elimina en buena medida la capacidad de opinión y selección del lector frente a quien sufraga el periódico, bancos, diputaciones, ayuntamientos… con lo que dejan de ser periódicos para convertirse en boletines. Al menos ocurre en los que conozco.
Pero la prensa escrita, como digo, hace falta, hace mucha falta. Una prensa que acepte su papel secundario frente a la noticia en crudo pero sin desvincularse de ella. Una prensa seria, escrita con la tinta de la ética sobre el papel de la responsabilidad. Yo, por mi parte, quiero seguir leyendo la prensa, tanto digital como en papel, porque creo que es imprescindible para una ciudadanía informada y crítica.
En fin, que adoro la prensa. Qué se le va a hacer…
Fotografía: Juan María Rodríguez