Fotografía: Jecanre
Puede que alguno de ustedes (una minoría, sin duda) no esté familiarizado con el término стахановец, pero no se preocupen, yo se lo traduzco sin problemas. Significa estajanovismo, movimiento iniciado por el minero Aleksèi Stajánov que perseguía un aumento significativo de la productividad laboral basándose en el esfuerzo, la organización y la constancia.
Hoy el Cádiz, que se enfrentaba al líder de la categoría, ha honrado la memoria del pionero soviético ofrendándole un tributo de litros y litros de sudor. Y lo hizo además lastrado por la ausencia de su goleador, expulsado en una acción que luego comentaré. Pero recapitulemos.
Saltaban al campo el Numancia y el Cádiz a disputar el primer partido del otoño, con temperatura de verano. Cervera probaba de nuevo a la dupla Barral – Romera, colocando a Salvi y Aitor en las alas y renunciando a la figura del media punta. Les haré un espoiler: la cosa no funcionó. Y sin embargo, los primeros minutos encerraron la promesa (incumplida) de un buen partido. Tras sendos robos, Salvi profundizó dos veces por la banda derecha y en ambas se generó peligro (del que te permite gritar con intensidad moderada e incluso chasquear la lengua). Esas serían las mejores ocasiones del Cádiz en todo el encuentro pero por aquel entonces no lo sabíamos. A veces, la ignorancia nos permite ser felices durante un ratito.
El Numancia, que suele construir el juego tratando al balón de usted, decidió sacar en largo para evitar males mayores. El Cádiz se vio obligado a proponer algún tipo de plan ofensivo y se le notaba como a una comparsa cantando un cuplé: incómodo. Balones llovidos, cabezas entrechocadas, jugadores lesionados… Ausente de timón, el partido fue adquiriendo la viscosa consistencia del alquitrán durante una fase que duraría diez minutos pero que a mí se me hizo eterna. Una vez que se sintieron seguros en su retaguardia, los sorianos decidieron mandar avanzadillas. Guiados por Milla y Valcarce, los de Arrasate se apropiaron del balón y se aproximaron con cierto peligro a Cifuentes.
Y en éstas estábamos cuando en el minuto cuarenta Barral sacó el codo a pasear y el colegiado le mandó al vestuario. En el doble eje cartesiano Genialidad – Locuras, la curva se empieza a aproximar peligrosamente al segundo…
A partir de ahí, el encuentro se convirtió para los locales en un ejercicio de supervivencia: pinturas de guerra, ropa de Coronel Tapioca, cuchillo entre los dientes. Cervera dio entrada a Nico por un oscuro Aitor (que está dejando escapar la oportunidad de su vida) y a Carrillo por Romera (que completó su peor partido de amarillo). El plan era transparente: balones al gigantón para descongestionar el juego y bullicio por las bandas. Y esta vez no salió mal del todo.
El Numancia ostentaba la posesión y la iniciativa pero sus ataques no eran sinceros. Poseídos por la inercia del oficinista, intentaban acercamientos que Carpio, Garrido o Abdullah (sensacional en el corte) desactivaban sin mayores problemas. Solo en una ocasión zozobró la grada: Nacho superó en velocidad a Lucas -más inseguro que otras ocasiones- y su centro fue rematado por Higinio desde el suelo, obstaculizado por Servando.
Cuando se preveía un ataque desaforado del Numancia y una defensa numantina del Cádiz, el viento viró. La actitud de los locales, agresiva y valiente, propició varias acciones de mérito: algunas internadas de Nico, muy activo, algún balón rematado por Carrillo… El público jaleaba al equipo sin cesar, tal vez animado por el conmovedor esfuerzo físico de todos los jugadores. En los minutos finales, todavía cupo hacer un guiño a la ilusión: Salvi, agotado, dejaba su banda a Moha, que fue recibido con una sonora ovación. El joven jugador africano ha conseguido despertar en el público una sensación mixta de expectación y simpatía, tras varias actuaciones irregulares pero esperanzadoras.
Sin nada más digno de mención, el encuentro fue languideciendo hasta que Pérez Pallas decretó el final. Los amarillos habían dado todo lo que tenían y en estas circunstancias poco más se puede exigir. Si acaso, que las lesiones no se eternicen y que podamos ver a Jose Mari y a Alvarito en el césped cuanto antes. Porque los litros de sudor son más eficaces, casi siempre, cuando se le agregan unas gotas de talento.