La restauración del Castillo de Matrera gana un premio internacional.
Da igual los premios, lo que prima es la coherencia y la rigurosidad de las intervenciones. Como profesionales debemos explicar por qué se hacen las cosas y qué formas de trabajo utilizamos. En la sociedad actual existe un problema de insensibilización hacia las disciplinas del arte y la arquitectura contemporáneas. No es todo culpa de los medios, quizás no nos hemos acercado o no nos hemos molestado en explicar las tendencias y los materiales que llevamos utilizando desde las vanguardias del s.XX.
Hablo del Castillo de Matrera, símbolo de Villamartín, mi pueblo materno al que me une algo más que el nacimiento de mi madre. Este caso es uno entre tantos, algunos en Cádiz: el Mercado de Abastos, la intervención de Campo Baeza de Entrecatedrales o la incomprensión del abandono de la Escuela Náutica; ejemplos de intervención “contemporánea” en centro histórico. Ya nadie pone en duda la pirámide del Louvre de Pei: una solución funcional que resuelve la compleja entrada al museo parisino. Los ojos del mundo asocian La Mona Lisa con el objeto acristalado.
Es mucha casualidad que en los colegios se explique y se dedique mucho a la historia de nuestro país y del arte hasta mediados y finales del siglo XIX pero a partir de ahí va todo deprisa y corriendo. Nos enseñan antes de entrar en la universidad estilos como el Románico, Gótico, algo del Renacimiento, Barroco, etc. Pero termina el Neoclásico y luego –que es cuando empieza lo bueno– se termina el curso y se cierran los libros.
Aún recuerdo la primera clase de Historia de la Arquitectura en primero de carrera: “En Primero empezamos por un poco antes del Modernismo, porque consideramos que de lo demás ya sabéis algo y a partir de ahí todo cambia”. Palabras textuales de Román Fernández-Baca Casares, profesor que tuve en esa asignatura y Director del IAPH.
¿No queremos que nuestros estudiantes de educación obligatoria estudien la modernidad, la revolución de las ideas, la llegada de la funcionalidad, la abstracción de conceptos, el pensamiento crítico aplicado a las formas, las investigaciones de la Gestalt? ¿No queremos que se sepa interpretar las formas sencillas en pensamiento complejo? ¿No queremos comprender por qué una obra de consolidación es sencillamente poner un muro de cal que impida que caiga otro muro que cayó por negligencia de la administración? ¿No queremos enseñar que la cal no es hormigón?
Es muy complicado intervenir en el Patrimonio. También me pregunto si es aún más difícil mirar con otros ojos, con los de la crítica constructiva, aquellos que se informan, estudian e investigan antes de forjar una opinión, antes de hablar de más. Ojos que caen en comparaciones desafortunadas, como la perpetrada con esta obra realizada por un profesional de la arquitectura. Se prefieren ojos que dinamiten edificios antes que miradas de reflexión, que formen una sociedad que piense, se pregunte, valore –y critique– al arte contemporáneo.
Fotografía: José Tomás Tocino, publicada en Cádiz en Moto