Disculpen que moleste este estado de euforia general pero no me gusta la Gran Regata. Ya sé que esto va contracorriente pero también Rajoy fue el más votado y eso no hace directamente que a mi me tenga que gustar. De hecho, él (Mariano) también superó las expectativas y ni por esas.
Antes, contra Teófila, era más fácil decir este tipo de cosas pero ahora que González Santos está tan necesitado de éxitos visibles algunos ven como traidores a los que no nos alegramos de esta exhibición de barcos de las Armadas de diferentes Estados del mundo. Pero lo siento, a mi no me gustaban antes ni me gustan ahora.
De hecho, fui a la Gran Regata Colon 92 y no había vuelto hasta esta de 2016. Ya con 14 añitos me parecía que aquello de esperar cola para entrar en un barco militar, dar un paseo por el barco y bajarme no tenía mucho aquel. He vuelto 24 años después, y la sensación es exactamente la misma.
No soy original (se lo he leído, por este orden, a Carmelo de Cádi, Pepe Landi, Yolanda Vallejo y Fernando Santiago) si digo que la Gran Regata me parece el remedo gaditano a una feria, hasta con el lanzamiento de monedas de 20 céntimos para pillar un turrón, los cacharritos y las casetas de entrada restringida que, en este caso, son las recepciones privadas en determinados buques. Mientras, el pueblo, la plebe, pasea mirando anonadada trinquetes, guardiamarinas y carajos, que no son lo mismo las tres cosas. La otra posibilidad es esperar cola para poder hacerse la foto de rigor con las manos en el timón emulando a Jack Sparrow o, más bien, a Alfredo Landa en su famosa españolada y al día siguiente llenar Facebook con las poco originales instantáneas.
Me alegro, sin lugar a dudas, de los resultados económicos, pero también construir barcos de guerra para una dictadura como la de Arabia Saudí genera beneficios económicos… Bueno, quizá ese no sea el mejor ejemplo. Ni ese ni el de la Base Americana en Rota que los que venían de anticapitalistas y pacifistas se han hecho economicistas en las cercanías del poder.
No todo va a ser negativo, por supuesto. Si de la Colon 92 lo más positivo fue aquel Plan de Tráfico que permitió experimentar con una ciudad más peatonal de aparcamientos disuasorios en las afueras, en esta se ha notado el aspecto solidario. La iniciativa de Ángel León a favor de mujeres maltratadas o los tickets para los niños de los programas de integración social y alimentaria parecen gestos en la línea del Cádiz que queremos construir. Como la participación de la Universidad, la encargada de impulsar una economía de investigación e innovación que no esté a expensas de que lleguen grandes veleros y los turistas para sobrevivir el verano.
Y, por supuesto, lo mejor ha sido la ausencia de Elcano que ha demostrado que la Armada no es española, porque no sirve a los intereses de todos sino a los de un partido político muy concreto. ¿O creen que con Teófila Elcano habría estado reparándose este fin de semana? Al menos, nos hemos ahorrado las catetadas con la rojigualda en las redes.
Fotografía: Juan María Rodríguez