Nadie mejor que The Shaggs para escandalizar al convencionalismo biempensante. Nadie más acertado que estas tres hermanas de Fremont (New Hampshire) para derribar con un solo disco toda la estética del “buen gusto” y la ética del músico “con formación”. De hecho, su aparición a finales de los sesenta del pasado siglo activó una modesta bomba de relojería en el rock’n’roll norteamericano, comparable a la que directores como Ed Wood implantaron en el ámbito cinematográfico. Su corta repercusión no fue óbice para que hoy sean evaluadas como un hito de la creación más ingenua, menos premeditada y más provocadora. Entre lo visionario y lo extravagante, su única obra expuso de sopetón la familiaridad de un grupo horriblemente bueno…
THE SHAGGS
PHILOSOPHY OF THE WORLD
THIRD WORLD RECORDS, 1969
“Haz con otros lo que te gustaría que ellos te hiciesen”. Así reza una de las reglas de oro de The Shaggs, recogidas en una web durante la que durante algunos años el grupo mantuvo el contacto con un grupo de admiradores que no para de crecer, atraídos por su carácter inimitable. Y eso fue precisamente lo que las hermanas Dot, Betty y Helen Wiggin (apoyadas puntualmente por la pequeña Rachel) ofrecieron a su público cuando, impulsadas por su progenitor, Austin – primordial mentor, productor y padrino – entraron a grabar su ópera prima en el estudio Fleetwood en Revere (Massachusetts). Eran adolescentes que admiraban a Ricky Nelson, The Beatles, The Monkees o Herman’s Hermits pero que apenas sabían colgarse una guitarra, marcar un acorde o coger unas baquetas. Su pasión por hacer la música que amaban, su ingenuidad y desprejuicio destrozaron cualquier obstáculo para que aquella sesión de un solo día – 9 de marzo de 1969 – produjera una deslavazada colección de canciones que pasaba de rosca la noción amateurista. Doce composiciones propias preñadas de espontaneidad donde le diversión propia terminó tomando forma de subversión impensada.
El título “Philosophy of the World” expresaba su visión del mundo compendiada en la frase “la gente gorda quiere lo que tiene la gente delgada”, y viceversa. Títulos como “I’m So Happy When You’re Near”, “Who Are Parents” o “My Pal Foot Foot” se centraban en el amor más honesto y puro, en dedicatorias a sus padres o a su gato Foot Foot fugado de casa, mientras destrozaban el academicismo pop con acordes imposibles, cadencias trastornadas y solos de batería de parvulario. La leyenda cuenta que su misma candidez les hizo detener la grabación en varias ocasiones a causa de errores, evidentemente imperceptibles entre tal maraña de disonancias y arritmias.
La nula repercusión del álbum – al parecer, al padre solo llegaron cien copias de las mil encargadas en principio – no se convirtió en un desencanto demasiado grande para las hermanas. Sus canciones volvieron a sonar en algunos conciertos en Fremont y Nueva York durante la primera mitad de la década de los setenta mientras alelas abandonaban discretamente la escena registrando todavía algunos temas con destino a un segundo álbum que luego sería relanzado, junto al primero, en el recopilatorio “Shaggs’ Own Thing”, publicado en 1988 y producido por Terry Adams. Para entonces no solo el componente del grupo NRBQ había caído rendido ante el encanto proto-punk de sus canciones. Frank Zappa se le había adelantado lanzando otro leño al fuego de la provocación y proclamando a los cuatro vientos que “The Shaggs eran mejores que The Beatles, aún hoy”. Otros estupefactos colegas se sumaron a su club de fans con frases como “una canción acerca de tu vida real tiene más valor que diez canciones profesionales”. Mientras, Kurt Cobain las aplaudía como una de las esenciales influencias de Nirvana y se cocía un musical sobre su trayectoria, estrenado en Los Angeles en 2003. Cuando hace años vendieron los derechos de su biopic – en los que la productora del mismo Tom Cruise estuvo interesada -, una cincuentona Dot Wiggin, empleada de la limpieza, con llamativa permanente y considerable sobrepeso, se encargó de puntualizarlo todo: “Es la sinceridad, la honestidad lo que les atrae, o eso dicen. Y el hecho de que fuéramos una familia”. Únicas, cuando menos…