Cuando dijo aquello de heteropatriarcado, como cazar moscas es terriblemente incómodo, y el silencio nos azora, todos, al unísono, ladraron a la vez que llevaban sus manos a la cabeza.
Pecado mortal para el peatón de nuestro tiempo es la ignorancia.
Cuando dijo aquello como respuesta tuitera a la matanza de Orlando propios y ajenos opinaron en su mayoría a la contra, unos en titulares otros vía red social.
La ignorancia nos hace presos voluntarios de nuestras circunstancias. Nos abochorna el silencio. La vergüenza y la ignorancia se manifestaron, como un puñado de sal en una herida.
Sucedió en Orlando que un fulano, Omar Siddique Mateen -norteamericano de papás afganos-, se pasó por la piedra picuda a medio centenar de personas y dejó más mal que bien a otro medio centenar de unos trescientos que celebraban una party gay latina en el club Pulse. Después la policía le dio matarile, como suele ser frecuente en estos casos. En declaraciones, su señora, tal vez sorprendida, nerviosa, seguro -la imagino ante el micrófono-, dijo: «yo lo único que sé es que me molía a palos». El muy cabrón. Y el padre de la criatura homicida: «¿Por religión? ¿Mi niño? Mire usté, a mi chaval lo único que le pasaba es que era más malo que arrancá».
Las primeras informaciones llevaban a la confusión. Se abrió un debate tan absurdo que -para variar- los muertos dejaron de ser víctimas para no ser más que un buen puñado de carne picada con la que modelar la opinión y el miedo. Un frente defendía que se trataba de un ataque homófobo; otro frente que un atentado terrorista. Absurdo debate. Todavía Alberto Garzón, líder de IU ahora en confluencia con Podemos en Unidos Podemos, no se había pronunciado. En lo político, donde las barras y las estrellas, cada uno llevaba el ascua a su sardina mientras los muertos humeaban y vertían por los ojos de buey recién abiertos en su piel coágulos de incomprensión arterial.
Y si lo muertos ya importaban un carajo, fue cuando Garzón tuiteó «Mi apoyo al entorno de las víctimas de Orlando y de las dos mujeres asesinadas en 24 horas. Víctimas de la misma lacra: el heteropatriarcado.» que lo que importaba un carajo era si existía el sentido común o no, si realmente esta sociedad deseaba un futuro mejor en el que la violencia se redujera a un mínimo que pudiésemos asumir como inevitable o no.
En el palo mayor de un barco llamado Cádiz ondeaba la de los siete colores poniendo de muy mala leche al facherío local.
Reconozco que suelo tardar bastante en rumiar el pasto. Iba de la noticia al tuit y del tuit a cualquiera de las muchas majaderías que se vomitaban ya fuera en Twitter o Facebook. Me sentía desconcertado. Suerte que siempre haya quien con su anhelo retrogrado acompañado de un excelente uso de la lengua y un ojo perfectamente adiestrado en lo oportunista te hace entrar en razón. En fin. García-Máiquez y su columna en Diario de Cádiz.
Viene a ser el heteropatriarcado ese modelo sociopolítico en el que una familia ha de estar compuesta en origen por un hombre y una mujer y en la que el hombre es el masca y su autoridad no sólo es ejercida de dentro hacia fuera sino que también de fuera hacia adentro; por lo que en dicha sociedad, el hombre, siempre es el masca, se lo mire por donde se lo mire, llegando a influir esto en todos los ámbitos de la misma afectando no sólo a las más sencillas relaciones humanas sino determinando invariablemente las posibilidades laborales y mandando a tomar por saco aquello de la igualdad entre hombres y mujeres. Si eres maricón ya ni te cuento. Bien. Dicho esto, el heteropatriarcado es el modelo impuesto en nuestra sociedad por su tradición judeocristiana siglos ha; es como vivimos, en perjuicio de todas aquellas señoras que adoramos los hombres que adoramos señoras, de un modo más que demostrada e inequívocamente erróne. Bien. Y dicho esto, el heteropatriarcado a nivel jedi es lo que practica esa forma destructiva de entender la religión de los islamistas; de hecho, es la desviación de los códigos jedi de conducta heteropatriarcal lo que mueve, por decir, a los simpáticos -para quienes el cultivo del miedo es fuente de ingresos y de poder- cabroncetes de ISIS o Al-Qaeda; y no otra cosa. Recomiendo leer al respecto La torre elevada de Lawrence Wright, editorial Debate.
Es el heteropatriarcado responsable directo de que fulano Siddique -el mismo, recordemos, que gustaba de calentar a su esposa- decidiera que aquello de todos esos mondrigones mordiendo mostachos y boyeras y todos tocando palmas por los Village People estaba pero que muy mal y que había de poner plomo de por medio. ¿Un acto de terrorismo? Algunas fuentes informan que DAESH lo ha reivindicado. Es terrorismo. ¿Un acto extremo de homofobia? Válgame el Señor que lo es. ¿Un crimen de lesa humanidad? Qué si no. Una matanza. Es. Barbarie. Pues también.
Muchas cosas se dieron en el momento en que el norteamericano Siddique apretó el disparador de su arma. Y todas ellas, horribles, representan el mal en nuestra sociedad; un mal originado en una concepción divina de la forma de ordenarnos; muy a la contra de lo que nuestro organismo, en los físico y mental, como especie, realmente determina.
Pero Alberto Garzón, que a todas luces se equivoca, no sólo señala Orlando en su tuit.
El malvado comunista que viene a destruir España, el planeta y el universo, se hace eco de una noticia que hasta entonces ni siquiera lo era y que después, pues tampoco: dos mujeres muertas por la mano de sus maridos. Dos mujeres más asesinadas por sus maridos. De nuevo dos mujeres fueron asesinadas por el hombre con quienes un día decidieron compartir mucho más que la vida. En España dos mujeres se suman a la ya infinita ristra de asesinadas en lo que se podría considerar un feminicidio sistemático de una sociedad en la que todavía predominan modos y formas de organización a nivel legislativo y jurídico cuando no ético y moral en la que el hombre, todavía, es el masca, sobre y a pesar de la mujer.
Relacionaba así dos patas de una misma mesa comida por la carcoma. Cometió el error. Dijo heteropatriarcado (a riesgo de pecar de reiterativo he decidido repetir tantas veces como me fuera posible el término heteropatriarcado; contribuyo así a que cuantos lean esto no caigan en el ridículo en el que al parecer Carlos Herrera -prohombre de los medios radiofónicos y ejemplar sinvergüenza- se ha partido la espina de la credibilidad en su programa de la Cope).
Alberto Garzón cometió el terrible error de esperar que quienes seguían su cuenta de Twitter no fueran tan ignorantes como, a los hechos me remito, finalmente han resultado ser. El error de haber reflexionado en voz alta y en demasiada profundidad.
Obviamente, la influencia de lo heteropatriarcal, también nos hace más ignorantes; entre otras muchas cosas.
Cuando dijo aquello de heteropatriarcado, como cazar moscas es terriblemente incómodo, y el silencio nos azora, todos, al unísono, ladraron a la vez que llevaban sus manos a la cabeza.
Y coño, a estas alturas, es una pena.
Fotografía: Jose Montero