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Yolanda vallejo

Fotografía: Jesús Massó

Cuida de mis sueños, cuida de mi vida

Cuida a quien te quiere

Cuida a quien te cuida

(Pedro Guerra)

A veces la etimología se alía con la ignorancia y produce monstruos. Monstruos que habitualmente terminan por instalarse en nuestro imaginario colectivo para deformar y construir una realidad que, en la mayor parte de las veces, no se corresponde con el término que empleamos para designarla. Juan Ramón apelaba a la inteligencia para dar con el nombre exacto de las cosas, pero se ve que esa era costumbre de poeta, y ahora no corren buenos tiempos para la lírica. El caso es que hablamos de cuidados, de cuidadoras, como uno de los peajes más altos que las mujeres hemos tenido que pagar por incorporarnos –con todos los avíos- al mundo laboral. Los cuidados y las cuidadoras se han convertido en algo parecido a un lastre, a una carga más que incluir en la mochila de todos los días. Las mujeres cuidamos a los hijos y luego cuidamos a los padres, como si fuese una labor “propia de nuestro sexo” como se decía –afortunadamente ya no se dice; hay veces que la inteligencia hace de las suyas-; cuidamos la casa, cuidamos a los amigos, “cuidamos en medio de una esquizofrenia social, por una parte nos vemos obligadas a trabajar a pleno rendimiento como si no tuviésemos familia, y a la vez nos vemos obligadas a cuidar de criaturas y familiares dependientes como si no tuviésemos otra ocupación”. Un imposible juego de malabares, y no lo digo yo –por si alguien se precipita-, lo dicen María Pazos y Bibiana Medialdea, encargadas de elaborar para Podemos, el documento “Reorganizar el sistema de cuidados: condición necesaria para la recuperación económica y el avance democrático”. Porque cuidar, en el sentido etimológico de la palabra, es lo que venimos haciendo las mujeres desde que el mundo -de los hombres-, es mundo.

Cogitare, que es el término latino del que procede cuidar, significa pensar, reflexionar y preparar. De hecho, en la primera edición del diccionario de la Academia de 1729, cuidar se definía como “procurar con atención y solicitud el logro de alguna cosa”; no será hasta 1817, en pleno y despreciable absolutismo fernandino cuando la acepción de asistencia a los enfermos aparezca ligada a cuidar, y  partir de ahí, a todo lo demás.

Por eso resulta interesante la recuperación originaria de cuidar y de cuidadora. Porque durante siglos hemos sido la parte reflexiva, la parte observadora y las encargadas de preparar a esta sociedad que siempre nos negó un papel protagonista. La literatura, que como ficción, siempre va por delante de la realidad, nos ha dejado a muchas cuidadoras, muchas mujeres que desde su papel eternamente femenino se han encargado de trasmitir, de enseñar y de luchar desde la retaguardia por el progreso y el avance de un mundo al que presuntamente no pertenecían pero que paradójicamente, dependía de ellas. Todo el peso de los cuidados, en todas sus acepciones,  recayó sobre nosotras.

Es por eso por lo que se hace, más que nunca, necesaria una revisión del sistema actual –y oficial- de cuidados, que resulta obsoleto, insuficiente, injusto e insostenible; al menos en nuestro país. Nuestro sistema de protección social se diseñó pensando para un mundo que ya no existe. La dicotomía “marido proveedor y esposa dependiente” desapareció hace mucho. Sin embargo, el sistema de cuidados sigue empeñado en dar facilidades a la mujer para que “concilie” su empleo con “su responsabilidad” familiar.

O abandona el mercado laboral, o se desquicia en el intento de compatibilizar, o termina empleando precariamente a otras mujeres que le ayuden en la tarea de cuidadoras. Ninguna de las opciones es aceptable. La única manera de afrontar la situación es volver a los orígenes. Cuidar, reflexionar y pensar, juntos.

No es un lastre, es una responsabilidad social preocuparnos por nuestros mayores y por nuestros pequeños. Y aunque no es una responsabilidad exclusivamente femenina, nosotras tenemos más experiencia en esto, en preparar a una nueva sociedad, más justa, más igualitaria, una nueva sociedad que ya se define, al menos en las encuestas, a favor de la corresponsabilidad total en los cuidados. Una sociedad capaz de modificar unas estructuras legislativas que no se corresponden con la realidad.

Una sociedad donde todos cuidemos de todos.

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