Cuando yo era chico, los nombres de muchos países tenían su artículo y era muy bonito escucharlos nombrar: el Brasil, el Japón, la Argentina, el Perú, el Uruguay, la India, el Paraguay, la China… No sé ni cómo, ni por qué ni cuándo perdieron el artículo; pero me imagino que debió ser ‘gracias’ a los periódicos, a algunos periodistas (posiblemente del deporte; porque si dicen “por banda izquierda”, comiéndose el artículo, por qué van a decir “la selección de la Dominicana”) y a la propia Academia que, como siempre digo, es más bien vaga para reñir y, por lo tanto, no cuida el idioma: nos están enseñando a hablar los periódicos, la radio y la tele por brutos que sean: si una periodista nos obligó a decir ‘nominado’ en lugar de ‘propuesto’ (cuando nada tiene que ver una palabra con la otra), ya nos obligan a todo. Los académicos, además de mantener el machismo en el Diccionario, se basan siempre en que es el uso el que determina el futuro de las palabras. Pero se conforman con que los periódicos o la tele aireen una modificación o un cambio del sentido de una de ellas (por ejemplo, evento) para que sigan, a pie juntillas su dictado. Los políticos han obligado (por poner un ejemplo) a que un verbo (cesar) sea al mismo tiempo irreflexivo y reflexivo ¿Habrá mayor despropósito? Cesar y dimitir son acciones que sólo las puede realizar el propio sujeto: uno cesa en su trabajo o dimite de su cargo; pero nadie puede dimitir ni cesar a nadie. Para decir que a un ministro hay que echarlo, tenemos, además de ese verbo, otros más, como despedirlo, expulsarlo, evacuarlo, botarlo, desalojarlo, destituirlo, deponerlo, derrocarlo, destronarlo… Pues no: tiene que ser el único verbo que no servía: cesarlo. Pero ¡ojo! lo han dicho los políticos o los periodistas, y va a misa. Y digo yo: si la Real Academia quiere facilitarnos las cosas, por qué no arreglan los verbos irregulares que tanto ‘porculo’ dan. Por qué no le hacen caso a los millones de niños (y extranjeros) que, al aprender a hablar, dicen, con toda la lógica de que son capaces, ‘cabo’ en lugar de ‘quepo’, que es una cosa rarísima para ellos. Por qué no quitan la hache de donde estorbe, por qué no unifican jota y ge, que el pobre Juan Ramón Jiménez se murió sin conseguirlo. (ved, si no, en la imagen, cómo escribía Antología para protestar).
Por qué no simplifican la numeración ordinal. ¿No es un atraso tener que enseñarle a un niño ordinales como vigésimo, quincuagésimo…? ¿Alguien sabe qué significa septingentésimo? Los académicos están haciendo con el idioma inquisiciones; que aunque sabemos que el habla es una cosa viva, otra cosa muy distinta es que se le tenga que hacer caso a cuatro noveleros que están pendientes de llamar la atención cambiando el significado que siempre tuvieron nuestras palabras; de modo que, los académicos, en lugar de dar esplendor, siempre están cambiando y vulgarizando el Diccionario; sin embargo, palabras con más de 1000 años de vida, como ‘estero’, aún no está en ese mágico libro. Será porque es del Sur.
Fotografía: Fani Escoriza