Decirse hoy republicano supone afrontar una descarga de improperios entre los que el más suave es: antipatriota. Es la inaceptable asimilación de un patriotismo que sólo puede ser monárquico. O no ser.
Ello encierra la hojalata abollada de ese discurso acerca de la patria, de esa patria que queda dentro de los límites de sus bolsillos. Una españolez enfermiza y rutinaria, mezquina y agarbanzada, que es multiusos. Sirva para todo: “Contra la caída del cabello: ¡España!”. Pero por caricaturesco y trasnochado que parezca, está al alza gracias al trumpismo ibérico que el ceñudo Jehová nos ha enviado desde la cima del Sinaí.
Como Trump o Bolsonaro, esta derecha utiliza recursos verbales que podrían tumbarse al lado, con perdón, del principio filosófico de la navaja de Ockham: “Lo más simple y lo más estúpido es lo que más se acerca a la verdad”. Dialéctica Trump, dialéctica Bolsonaro, dialéctica Ayuso… Todavía hay quien dice que, bueno, Vox tampoco es para tanto, que sólo está un poco a la derecha de Genghis Khan.
Pero el uso de sus silogismos averiados sugestiona las mentes menos edificadas:
- Los republicanos quieren quitar al rey.
- El rey representa a la democracia.
Ergo, los republicanos no son demócratas.
Otro silogismo neotrumpiano fermentado:
- Todos los españoles aman a España.
- Los que amamos a España estamos con el rey.
Ergo, los que no están con el rey, no son verdaderos españoles.
También es digno de reseñar un debate en el que las cosas dejan de ser lo que son, para que encajen en sus quioscos ideológicos o, peor aún, en sus predicciones.
Tomemos como punto de partida esta sencilla observación:
- La república es un sistema político democrático más perfeccionado que la monarquía, al no contemplar privilegios por motivos de clase o de nacimiento.
- Esa es una afirmación falsa.
- ¿Falsa? ¿No cree usted que la existencia de una familia real, con privilegios dinásticos entre otros, resta calidad democrática?
- ¿Me está usted interrogando?
- Eso es irrelevante, verá…
- Ah, claro, lo que viene del pueblo para usted es irrelevante. ¡Menos política y más realidad!
- ¿De verdad usted cree que es democrático que el cargo de Jefe del Estado pase de padres a hijos?
- Por supuesto: la monarquía está por encima de la política.
- Pero, pero… eso no es lógica, es una creencia.
- Oiga, no está usted respetando mis creencias. Además, una república sale más cara.
- Demuéstrelo, por favor.
- ¿Por qué? Antes demuestre usted lo contrario. Por otra parte, los países más prósperos y estables son monarquías: Holanda, Inglaterra, Bélgica…
- Eso no demuestra nada. Mire Francia, Alemania, Italia… son países prósperos y estables. Y son repúblicas.
- A ver, si aquí hubiera república y saliera elegido presidente, por ejemplo, Aznar ¿qué? ¿Seguiría defendiendo usted la república?
- Mire, yo no quiero que Aznar sea ni presidente de su comunidad de vecinos. Pero si fuera elegido presidente de la República, esperaría a la siguiente elección y votaría a otro candidato que se ajustara más a mis ideas. Sin embargo, aunque la familia real fuera un modelo de decencia, virtud y honestidad -que no lo es- estaría también en contra, por mi convicción republicana. Y votaría otra opción. Pero no puedo hacerlo, aunque quisiera.
Pero así y todo, quedan focos irreductibles de lógica escacharrada. Y es como la antimateria: si te la explican y la entiendes, es que no te la han explicado bien:
- Los republicanos no quieren un rey.
- El Partido Socialista apoya al rey.
Ergo, el Partido Socialista es republicano. O no lo es pero dice que lo es. O lo es pero no lo es. O no lo es pero le gusta decir que lo es…
Un liazo. Como acababa el pasodoble de “Los hijos secretos de Lola Flores”: “¡Delincuonqui, omá!”.