Fotografía: Jesús Massó
En su libro Viaje por las escuelas de España de 1927, Luis Bello escribió que Todo brilla, refulge y es alegre en Cádiz menos las escuelas.
Hacía referencia a las escuelas públicas, en las que constataba el abandono sufrido por estas durante decenas de años, sin infraestructuras, medios ni personal adecuado.
Recuerdo estas palabras a cuenta de la noticia publicada en el Diario de Cádiz sobre las solicitudes para las matriculaciones en educación primaria en la ciudad. En resumen, dice la noticia, la enseñanza concertada ha vuelto a ganar la partida a la pública en la capital gaditana.
Soy profesor de secundaria y conozco los esfuerzos de muchos centros de enseñanza públicos por mejorar, implicarse e integrarse en su entorno, por realizar actividades y proyectos motivadores. Sin embargo, a la hora de la verdad, esto se traduce en un escaso interés y en una clara falta de valoración (en muchos casos) de ese mismo contexto.
Muchas veces he intentado darle una explicación a esta realidad, una realidad que entiendo enmarcada en el prestigio de lo privado y la escasa valoración de lo público pero a la que puedo dar, no sé si de modo convincente, varias explicaciones.
En primer lugar, me parece que resulta inadecuado comparar en pie de igualdad la escuela privada, mimada desde siempre por las autoridades, con una escuela pública abandonada a su suerte hasta hace poco. Incluso hoy en día nuestros dirigentes (a veces sin pudor, otras con pobres excusas) llevan a estudiar a sus hijos e hijas a la escuela privada (concertada o no). Los hijos de los reyes, de los ministros o de los presidentes del gobierno asisten a clases en entornos privados donde se vinculan con otros de su misma clase (o, si lo prefieres, de su misma casta) y sirven de modelo a otros sectores que (a distintos niveles de concreción) imitan el comportamiento de las clases dirigentes.
Así, la escuela privada se proyecta como una parte fundamental de lo que Gramsci denominó el “bloque hegemónico”, un elemento básico con el que las clases dominantes «educan» a los dominados para que estos vivan su sometimiento y la supremacía de las primeras como algo natural y conveniente.
La escuela pública queda así, en los lugares cercanos al poder y con una clase dirigente consolidada (como ocurre en la mayoría de las ciudades) como lugares peligrosamente vinculados a la caridad o al gueto ya que las instituciones no tienen dinero para educar con dignidad a todos sus ciudadanos al gastar una parte importante del presupuesto en formar a creyentes. Solo hay que comparar las diferentes infraestructuras (gimnasios, patios, bibliotecas, instalaciones deportivas) de unos y otros para constatar que esto no es una afirmación insustancial.
Aparte de esta dejadez de las administraciones para dotar a la escuela pública de todos los medios para competir en igualdad, los medios de comunicación cumplen también su función propagandística a favor de los centros privados.
Solo hay que ver las noticias en las que aparece el sistema educativo para comprobar que salen beneficiadas de una forma más que evidente las instituciones privadas (alguna de ellas con anuncios fijos en las páginas de esos mismos periódicos). Institutos públicos como el IES Drago de Cádiz, el IES Vega del Guadalete de la Barca o el IES San Juan de Dios de Medina, con continuos reconocimientos a niveles europeos o nacionales, son ninguneados (o tienen una difusión muy limitada) frente a otros que, con actividades nimias o curricularmente insustanciales, se encuentran presentes en los medios de una forma permanente.
Otra cuestión que normalmente se postula como una fortaleza de la privada son los resultados de promoción y titulación del alumnado. En Andalucía, por ejemplo, se sitúan entre un cinco y un diez por ciento superiores, dependiendo del curso.
Aparte de lo que en ocasiones se ha afirmado de que los centros privados seleccionan al alumnado mediante cuotas o pagos mensuales altos (con los que determinados alumnos de familias desestructuradas o con problemas económicos graves no pueden acceder a los mismos) también creo (incluso de más trascendencia) que el hecho de que para entrar en un centro privado es necesario “molestarse”, preocuparse de realizar la solicitud en su momento, entregar la documentación completa y a tiempo… exige estar implicado en la educación que el niño o la niña va a recibir. Así, las familias que no se preocupan van a los centros públicos. Esta es para mí la diferencia fundamental. En las familias con menor implicación, familias en las que no se le da importancia a la formación y que tienen menores recursos económicos e intelectuales, las tasas de fracaso son (elemental, escucharía Watson) mucho más elevadas. No son mayoritarios pero crean esa diferencia porcentual que lastra los resultados finales (y las comparaciones).
Otra posibilidad, bien conocida por quienes han trabajado en centros privados, es la que contempla el hecho de que la presión ejercida sobre el profesorado por parte de padres y dirección (que también existe en la pública aunque de distinta forma) hace que las cifras se decanten con tanta claridad (y de forma tan difícilmente explicable) a favor de la empresa privada.
Es fundamental no confundir el derecho a la diferencia con la diferencia de derechos. Consciente de la importancia de una enseñanza pública decidida a formar ciudadanos libres y útiles, Azaña, en 1931, afirmó: “”En ningún momento, bajo ninguna condición, en ningún tiempo, ni mi partido ni yo suscribiremos que se siga entregando a las órdenes religiosas el servicio de la enseñanza. Eso, jamás. Yo lo siento mucho, pero esta es la verdadera defensa de la República”.
Enlaces:
- http://www.xarxatic.com/?s=concertada
- http://www.diariodecadiz.es/sociedad/Iglesia-asegura-educacion-catolica-criminalidad_0_1141086560.html
- http://www.diariodecadiz.es/provincia/Publica-concertada_0_1114688977.html
- http://www.diariodecadiz.es/cadiz/ensenanza-concertada-aumenta-solicitudes-publica_0_1128787495.html
- https://josamaga.webs.ull.es/fracaso-escolar-VT.pdf