Viene de El Cádiz Pontificial I
Con el deseo de afianzar en la ciudad una industria veraz y simbólica que se desarrolle a través de los puentes, pretendo mostrar en varios artículos algunas de las ideas posibles.
En un nuevo Cádiz colmado de puentes no todos tendrían que dirigirse a alguna parte. Lo importante es el hecho de cruzarlos con independencia de su destino.
Así, puede haber puentes circulares, colgantes, retráctiles…
Pero estas cosas es mejor imaginarlas antes que teorizarlas. Lancémonos pues desde este Tercer Puente:
Puente Arbóreo o Puente de los Baobab: sería un puente vivo con cuatro enormes ejemplares que lo coronan, cuyas raíces se entrelazan y conforman el puente propiamente dicho. Es un puente apto para niños con necesidades motrices y hambrientos de historias.
Puente de Niebla: sería aquel que se adentrara y ocultara en mitad del mar. Envuelto siempre por la niebla su final sería incierto, sin saber muy bien donde se alcanza. Poca gente se aventuraría por él y muy de vez en cuando, veríamos a alguien acercarse desde el otro lado del puente, con el rostro perdido y extrañado por lo que le acontece.
Puente Spa: sería un puente piscina de aguas termales bidireccional y donde el gaditano, más que cruzarlo, se dejara llevar flotando. (Importante: este puente no tendría música. Ni siquiera relajante. Y solamente funcionaría los días de poniente.)
Puente Sorpresa: es un puente que aparece y desaparece en diferentes lugares de la ciudad. Dura tan solo unos instantes y, al cruzarlo, uno se siente afortunado. Este puente, aunque diferente, guarda una relación muy estrecha con los Puentes Efímeros que son puentes estables, es decir, se hallan siempre en el mismo lugar donde fueron levantados, pero una vez cruzados desaparecen para siempre y hay que volver a construirlos..
Puente de las Hornacinas: recogería la mayor parte de los bustos y estatuas de la ciudad y los colocaría en fila uno detrás de otro en cada una de sus hornacinas. Sería una manera de controlarlos y tenerlos todos juntos. Así, si alguien no quiere encontrarse ni toparse con ninguno, con no cruzar ese puente, ya le vale. El Queco y la Queca se sumergirían y servirían de base sustentadora de ese puente. La iluminación de farmacia de dichos monumentos se apagaría nada más sumergirlos.
Puente del Octavilla: este puente no tendría descenso. Sería un ascenso continuo. Algunos en él, más que un puente, verían una escalera.
Continuará
Fotografía: Jesús Massó