Recuerdo la primera vez que escuché esa frase: el carnaval de las promesas.
Aquel hombre hacía referencia al carnaval del que disfrutan los niños en Uruguay, donde dedican unos días a los más pequeños, pintándolos de manera maravillosa. Nos encantó ese nombre para titular una de nuestras comparsas. Le dimos una forma especial dedicándolo a las comparsas antiguas
infantiles de la Peña Nuestra Andalucía, enfocándola como un pequeño homenaje a aquellos estupendos años en los que la cantera brillaba y en los que tantas promesas del carnaval se nutrieron de los mejores maestros y acabaron recalando en muchas de las agrupaciones adultas que ocupan la élite del COAC actual.
De todo eso prácticamente no queda nada más que promesas rotas y sueños que no van más allá de un concurso de poco más de diez agrupaciones por categoría. Un concurso que se resquebraja por sus cimientos, un carnaval del que durante los meses de ensayo nadie se acuerda, un carnaval donde muy poco de los grandes autores se dignan a colaborar más que para colgar algún estado en las redes como «yo fui cantera«.
Esta cantera no carece de talento, pero sí del interés que merecen estos
pequeños que juegan a ser carnavaleros desde la cuna porque es uno de los acontecimientos más destacados de la cultura de su ciudad. Lo viven en casa, lo sienten y en algunos casos lo traen, de alguna manera, en los genes.
Estos jóvenes merecen que se les facilite un local de ensayos, una de las mayores dificultades que se encuentran, algunos instrumentos e incluso un simple taller para una formación inicial. En definitiva, merecen que se apueste por ellos. Más allá de sus padres y madres y de los pocos que, de buena fé, forman la Asociación de la cantera, quienes este año no han podido evitar que se vuelva a cancelar la gala de lo mejó de lo mejón, ni que se ponga en duda si a los infantiles se les debe premiar económicamente, sin pararse a pensar en que ellos, para su puesta a punto, pagan sus disfraces y puestas en escena del bolsillo de cada casa, al igual que todos.
Además se cuenta con la absoluta discriminación de la prensa; la misma que se beneficiaría en el caso de que algunas de estas agrupaciones vieran sorprendentemente la luz en su etapa adulta es la que ahora apaga los focos y esconde la tinta cuando la cantera aparece en escena.
Tal vez sea absurdo escribir que todo jardín necesita ser regado para florecer y que es más fácil dejar el agua para aquellas flores que adornan y acaparan la atención de todos y no malgastarla en esas que a duras penas comienzan a germinar y, por lo tanto, necesitan más tiempo y dedicación. Pero por suerte, aun quedamos unos pocos jardineros dispuestos a hacer de ese jardín de la ilusión y la inocencia un divertido lugar en el que seguir creciendo. Y lo hacemos a cambio de muchos momentos maravillosos, a cambio de sentir cómo quince corazoncitos laten de emoción, a cambio tan solo de ver cómo les brillan los ojos a los que algún día serán sin duda alguna «El Gran Show» de nuestra fiesta.