¡Dio picha! No me lo puedo creer.
Solo te quedaba irte a tu manera, y como suponías que no tenías a nadie que te quisiera pues no te pensabas despedir, y no lo has hecho. Me parece de puta madre, la verdad.
Pero vamos, que yo siempre te he querido. Y más gentuza, que lo sé yo.
Hace escasas horas que te has ido y ya tienes un montón de amiguitos. Si, sí, todo esos amiguitos que han hablado tan bonito de ti en todo el tiempo que has estado vivo y han sabido de ti.
Todos los amiguitos que no has tenido en vida están hoy escribiendo post de Facebook super entrañables. Lo de la hipocresía que tanto decías, pues eso.
Todos esos amiguitos que tanta envidia te tenían, sí, envidia, aunque a ti nada más que te hundía la madre del niño viendo Arrayan, y ni eso, aunque lo dijeras porque te quedase bonito en el pasodoble, todas las personas que te entendían y sentían lo que decías sabíamos que te sudaba la gorrita la envidia, la crítica (destructiva) hacia tu persona, la hipocresía y la falsedad, la que pudieran tener los demás hacia a ti. Hacia a ti, porque hacia todo lo demás sí que te importaba, de lo contrario no hubieras escrito todo lo que has escrito, ni de la manera en la que lo has hecho.
Mira, no hay un autor, que yo sepa, que nos haya regalado tanto como tú. Todas las noches en la alameda cantando, en un 70, 80 e incluso 90%, repertorio tuyo. Porque para la gente de otras edades a lo mejor no, pero para mi generación tú eras el carnaval en cierto modo. Todas los pasodobles de amor de tus comparsas que nos hemos dedicado mutuamente mis ex-novios y yo. Todas las veces que he cantado en el módulo de la Victoria con mi pandilla la presentación de Los Parias y el popurrí de Los Inmortales. Todos los cuplés con los que nos hemos partido la caja, tan rocambolescos, tan irónicos, surrealistas y verdes. Todos los pases de Los Yesterday con 9 años hasta las tantas viendo la TV porque mi madre me dejaba porque «los ves y te acuestas del tirón, pero no digas en el colegio que estuviste despierta hasta tan tarde». Todas las veces que lloré con 16 años con el pasodoble de «cuando los ojos abría» del Capitán Veneno, con ese, y con el de la libertad que le escribiste al niño. Todas las veces que nos han enseñado lo que es ser valiente, cantándole a lo que NADIE se ha atrevido a cantarle. Todas las veces que he sentido la carne de gallina recorrer mi cuerpo entero con los primeros punteos de cualquiera de tus pasodobles.
Puede que nadie vaya a reconocerlo nunca, o lo harán con el pretexto «si, pero también ha hecho muchas mierdas» o «pero los hay tan grandes como él», y no. Quiero que todo el mundo sepa que a pesar de un gran cabrón, objetivamente, también has sido el mejor autor del carnaval de Cádiz, objetivamente, el más completo.
Escribiste con una pluma eficiente y eficaz todas tus composiciones. El oído más agudo para afinar las voces y que sonara precioso, o para ponerlas todas por arribita en plan basto y que sonase estridente pero bien, es que no sé cómo nos podían encantar las voces de Las Noches de Bohemia o de Los Inmortales. La crítica más constructiva y desgarradora. El que menos penurías de lágrima fácil no ha dado. Es que tu legado, tu carnaval lo que ha sido sobre todo es útil. A mí, y a mi generación nos has despertado la sesera, las ganas, la valentía y el coraje. Y siempre, siempre has sabido que era a nosotros a quien tenías que cantarnos, tu modo de hacer carnaval era inteligente y servía de aprendizaje para nosotros.
Recuerdo mucho eso de «es que esta comparsa es muy bonita pero es que eso mi madre no lo entiende», y yo pensaba, que a lo mejor es que tu madre ya tenía a lo demás autores, y es que a lo mejor tu madre no era el futuro de Cádiz, del País o del planeta. Éramos nosotros, los jóvenes, que necesitábamos a gente que nos hablase en nuestro idioma, te necesitábamos a ti, a ti produciendo contenido para animar nuestras almas ávidas de amores en los tiempos de millenial y alimentando nuestras conciencias.
Y por eso yo, y creo que toda mi generación, te damos las gracias. En serio.
Y dueles. Duele que una persona que ha cantando chuleándole a la policía, a la prensa, que ha pedido a cantantes como Alejandro Sanz, David Bisbal o Pablo Alborán que dejen de cantar mierdas de amor y hagan también crítica en sus canciones a un país que se cae a pedazos, que ha reconocido que fue drogadicto y ha aconsejado a la generación siguiente no hacerlo, que ha escrito lo más bonito que he escuchado a Rafael Alberti, que ha cantado a los animales de una forma exquisita, que detestaba el dinero, que puso como los trapos al sistema educativo en reiteradas ocasiones siendo él parte del mismo, que nos ha inoculado en carnaval en un lenguaje cercano y chulito pero con argumentos y cuestiones filosóficas de órdago picha, y así se aprende, y así hemos salido.
¡Joder! que solo he visto cuestionada la democracia como sistema de gobierno por Alexis de Tocqueville y por Juan Carlos Aragón, ¿cómo coño no va a dolerme?
Eso tú como autor, de ti como persona solo sé primero que no eres un víctima, y segundo que para hacer todo eso como autor hay que ser jodidamente inteligente, fuerte y valiente. No puedo decir que fueras ni buena ni mala persona porque ni te conocía personalmente, ni creo en las buenas o las malas personas, pero creo en ti, y en la vida eterna de los carnavales.
A toda su nueva crew de amiguitos post mórtem os dejo una frase de él:
«el mediocre solo puede conseguir algo de gloria viendo hundidos a los demás».
Prometo que no perderemos la rebeldía que un día nos despertaste y que te cantaremos por el mundo entero. Gracias por tu carnaval útil y por tu tan necesaria existencia Juan Carlo.