Una de las características que me parece más maravillosa del Carnaval del Falla es la apropiación del edificio por parte de gente que, en otras ciudades, nunca se haría dueña de un edificio así. En primer lugar, hablo de Carnaval del Falla porque creo que es obvio que en Cádiz podemos distinguir entre varias formas de hacer una agrupación. Si uno de sus objetivos es participar en el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas del Gran Teatro Falla (COAC), esa agrupación ha de cumplir con unas características de las que se ven exentas las agrupaciones que no se hacen para ir a ese concurso. También, se ha de señalar que en esa expresión de Carnaval del Falla, Falla no sólo hace alusión al nombre del teatro, sino al COAC. La gente de Cádiz, las que seguimos el carnaval desde que tenemos uso de razón, llamamos al concurso por el nombre del teatro. He ahí el primer signo de apropiación. Cuando hablas con una persona aficionada al carnaval y te dice yo nunca he ido al Falla, es muy probable que te esté diciendo que nunca ha ido a ver ninguna sesión del COAC.
Esta apropiación y uso indebido de este edificio propio del desarrollo de las relaciones sociales de la burguesía y de las clases sociales más altas, en Cádiz va mucho más allá. En el Falla durante el Falla se grita, se hace poesía a viva voz por la cultura de dominar rimas consonantes, se tocan palmas por bulerías, por tanguillos y hay veces que, si no respondes a una llamada determinada con ole, ole y ole, corres el riesgo de que se te seque la hierbabuena y eso es un marrón. El pueblo sabe que el teatro es suyo y se comporta en él como pueblo. Sin recato. Si hay una agrupación mala se le grita y se azuza para que se baje el telón y el telón baja (aunque también es verdad que esto se está perdiendo y, a veces, es una pena). Si hay una agrupación que el pueblo considera que es maravillosa, se le aplaude en pie y se hace ganadora (al menos moral) aunque el jurado diga que gana otra. El público se hace dueño y lo usa a su manera. A la manera natural en la que hacemos nuestra vida.
Hay más señales de esta apropiación que ya han dejado de practicarse. Antes de la remodelación del teatro, sucedida en los años 87,88 ,89 y 90, incluso se comía y hasta se hacía de comer allí. Vamos, que el Falla podía oler perfectamente a caballas asás.
Y fue por este uso del pueblo para disfrutar de esa expresión concreta que es el carnaval, que intentó eliminarse el concurso tras esa remodelación realizada a mediados de los 80 en el edificio. Durante los años 87, 88, 89 y 90, el COAC se celebró en el Teatro Andalucía, ya desaparecido. En el año 91 las preliminares se celebraron en el Andalucía y las semifinales y la final en el Falla. El teatro quedó tan bien que hubo personas que no veían aquello de que esa gente que gritaba, comía, jaleaba, palmeaba a deshora y hacía lo que le daba la gana, entraran en aquel sitio tan fino con su concurso de carnaval. Así, durante los años 90, 91 y 92 fueron muchas las agrupaciones que denunciaron que parte del equipo de gobierno del Ayuntamiento en aquellos tiempos quisiera retirar el COAC del teatro. En 1990 ya hubo agrupaciones que exigían volver al Falla tras la remodelación, pero en 1991 fue el año en el que más se insistió en el asunto. El mejor ejemplo de ello fue “Tres notas musicales”. Cuarteto (trío en realidad) de música de cámara con un popurrí magnífico con las obras más famosas de la música clásica. A ver quién es capaz de decir ahora que aquello no era digno del nuevo teatro. Aun en el año 1992 se siguió cantando sobre aquella cuestión y aquí aparece una letra que a mí siempre me ha parecido durísima por los reproches que encierra. Es un pasodoble de la chirigota “Los hermanos Strambolini” del año 1992. Es aquel que empezaba así Señor intelectual/ que defiende la cultura/ puesto que el carnavalero/ para ti es una basura.
En definitiva, el teatro es nuestro. Al menos durante el Falla, ese espacio destinado a grandes obras teatrales, musicales u operísticas, es del pueblo sin ningún remordimiento. Es uno de nuestros templos para ser lo que somos en nuestra vida diaria con nuestra forma de sentir y de expresarnos. Es nuestro y lo sabemos y recordaremos esto mientras que exista carnaval. Y los hijos y las hijas del dios Momo creemos en la vida eterna de los carnavales. Así que creo que el Falla no abandonará nunca al Gran Teatro Falla.