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Alameda pulpo

Ilustración: María Gómez

Con el apogeo de la era digital, se ha generado un nuevo espécimen abundante y nauseabundo que habita en los foros y redes sociales desempeñando el papel de Rey Midas de la mierda y que pulula a sus anchas, libre y suelto como gabete: El hater.

Esta horda de críticos sabiondos opina sobre cualquier cosa con marcado acento incendiario y con la única finalidad de encender hogueras con sus comentarios hostiles y poniendo de manifiesto un sentimiento de superioridad intelectual y moral que ríete tú de lo que sentiría la Lomana en un mercadillo.

       – Vamos, lo que viene siendo un porculero, de toda la vida.

La  diferencia entre el porculero y el hater es que al primero, por norma general, lo ves venir y sabes que, digas lo que digas, va a saltar llevándote la contraria como si le fuera  la vida en ello. El porculero  suelta su opinión en la barra del bar e intenta arreglar el mundo vociferando su sapiencia y su verdad absoluta con bajíos cerveceros y regusto a aceitunas verdiales.

El hater es un porculero 2.0, está más avanzado porque proviene de la era digital. Es una especie de Ninja virtual que aparece de imprevisto para aleccionarte y para que cambies tu actitud torpe e ignorante y adoptes su punto de vista lleno de sapiencia infinita. Porque tú eres idiota.

– Y ¿cómo es que aparecen de imprevisto? ¿en plan hago Chas y aparezco a tu lado?

El buen hater se agazapa tras la conexión wifi dispuesto a cuestionar y ningunear cualquier trabajo ajeno, normalmente amparado en el anonimato. Su única finalidad es la de llamar la atención y buscar reconocimiento a costa del intento de  humillación pública de la persona que haya escogido como objetivo de sus resabidas opiniones.

Los haters son una mancha de tolais de medio pelo entrenados en el hermoso arte del odiar y empecinados en criticar con más intensidad que el olor de las tiendas Stradivarius.

El hater se oculta tras un teclado Qwerty regado de mijitas de patatas fritas y de perdigones llenos de odio, producto de rebuznar en voz alta críticas negativas y acompañando sus pensamientos destructivos con el movimiento de unos dedos poseídos por el ritmo ragatanga, preparados-listos-ya para teclear las críticas más dolientes. Leer la diarrea mental de un hater provoca un empacho tan desmesurado que solo es comparable al que puede sentir una cabra hasta las cejas de tomillo.

       – Y ¿qué gana un hater con todos estos comentarios destructivos?¿un aura color marrón caca ?

El hater no gana nada pero se siente dichoso con el hundimiento ajeno. No como Kate Winslet en Titanic, que aunque la muchacha no se esforzó mucho en compartir espacio en su maderita con Di Caprio, sí que es verdad que al menos se quedó con remordimiento. Un hater no, un hater ni siente ni padece compasión. Un buen hater no solo empujaría a Di Caprio hincándole el codo en  el lomo para acelerar su hundimiento, sino que encima le recriminaría por su peinado y por ser tan imbécil de no llevar al Titanic unos manguitos.

       – Uy, pues yo a los haters (en plural, con -s de siesos) les temo, la verdad.

No hay que temerles, todo lo contrario. Piensa que si hay porculería, hay alegría.

El hater es una figura necesaria en las redes sociales porque son un indicador de que lo que estamos haciendo se extiende y llega a mayor número de público . Ya se sabe aquello de «Ladran, luego cabalgamos». Eso sí, con las críticas destructivas y con la mala leche de los haters hay que hacer como con las bolsitas de la humedad que traen las cajas de zapatos:  tirarlas directamente a la basura porque no sirven “paná”.

Así que, si ves un hater revoloteando sobre tus trabajos expuestos en redes sociales, siéntete agradecida –y emocionada al más puro estilo Lina Morgan- y ábrele tu puerta virtual para que  husmee a sus anchas. Piensa que el pobre hater es un ser desgraciado que no tiene nada mejor que hacer que ejercer de porculero 2.0, dejémosle que se luzca.

Hay que ver lo que un orgasmo y un cuenquecito de All- Bran diario haría por estas personas, oye.

Bienvenido hater.

Welcome hater.

Quillo hater, esta es tu casa.

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