Fotografía: Juan Carlos González-Santiago
Es aquel que conocemos de toda la vida aunque, en realidad, ignoramos muchas cosas sobre él.
No sabemos de su origen ni de donde procede.
Pero digamos que lo hemos visto crecer y que hace nada, su cuerno, era apenas un pequeño bulto algo más arriba del entrecejo.
No sabemos dónde duerme ni le hemos visto comer.
Pero siempre está ahí, en cualquier esquina, apoyado en una farola o trotando en un solar vacío.
Suele beber a medianoche en la fuente de la plaza.
A pesar del asfalto, su caminar es silencioso
Sin oficio declarado le hemos visto detener el tráfico a la salida del colegio, llevar colgado en su cuerno la compra de un viejecita o transportar sobre su lomo a más de un borracho taciturno.
Jamás pide alguna cosa. Quizás, silencio.
Se le tiene respeto y, a su paso, sin saber muy bien porqué, no se discute.
Siempre se le habla en voz baja y, mucho mejor, con la mirada.
(Extraído de Inventario, Edelvives, 2016)