Si un exiliado es un creador, el tema del exilio marcará toda su obra.
Monika Zgustova nació en Praga en 1957. Tiene una larga trayectoria literaria en la que ha abordado la novela, el ensayo, el cuento y el teatro. Además, sus traducciones han servido para que el lector hispano pueda descubrir títulos fundamentales de la literatura checa. La entrevistamos con motivo de su visita a Cádiz para presentar su última novela, Un revólver para salir de noche (Galaxia Gutenberg, 2019), en el ciclo Érase una vez una voz que organizan la Fundación Carlos Edmundo de Ory y el Servicio de Extensión Universitaria de la UCA.
Durante tu juventud te instalas en los Estados Unidos para escapar del régimen soviético. Desde entonces tu obra se ha desarrollado fuera de tu lugar natal. ¿Hasta qué punto el exilio determina tus creaciones literarias?
–Me fui a Estados Unidos con mis padres que huyeron del totalitarismo comunista. A mi padre, lingüista, le invitaron a trabajar en varias universidades norteamericanas. El exilio es, para cualquier persona que lo ha experimentado, la vivencia que más le ha marcado en su vida: incluso más que la muerte de un ser querido, en muchos casos. Naturalmente hablo del verdadero exilio, cuando el exiliado no puede volver a su país ni encontrarse con las personas a las que ha dejado atrás. Si un exiliado es un creador, el tema del exilio marcará toda su obra, como es el caso de Vladimir Nabokov, Nina Berbérova, Irène Nemirovsky, Juan Goytisolo, Milan Kundera y otros. En cuanto a mi obra, todas mis novelas presentan a un protagonista exiliado del interior o del exterior. No puedes escapar de una experiencia que te ha marcado de una forma tan profunda.
La pregunta anterior se debe a que tus libros tienen como protagonistas a mujeres que huyen o padecen los abusos de la URSS. Es algo que puede verse en La mujer silenciosa, Las rosas de Stalin o Vestidas para una baile en la nieve. ¿Qué papel crees que ocupa la represión soviética en tu obra?
Sí, aunque en La mujer silenciosa la protagonista, Silva, primero padece el totalitarismo nazi y luego el comunista. Su hijo sufre por culpa del capitalismo salvaje. Siempre me ha interesado la vida de un individuo bajo el exceso de los regímenes totalitarios o aquellos que mutilan al hombre. Me gusta seguir a mis protagonistas y ver qué hacen en ciertas situaciones. En Vestidas para un baile en la nieve, las mujeres que entrevisté me contaron cómo superaron los malos tratos y las condiciones atroces en el gulag soviético. Generalmente fue la belleza, la amistad y la cultura lo que les ayudó a sobrevivir. Y su propia valentía, naturalmente.
Te mudas a España en los ochenta y a través de tus traducciones los lectores hemos podido conocer obras fundamentales de autores checos como Bohumil Hrabal. ¿Qué obras literarias escritas en checo nos recomendarías?
–¡Todas! O por lo menos todas las que se han traducido. Por ejemplo Yo serví al rey de Inglaterra de Hrabal, y su Una soledad demasiado ruidosa y todas sus demás obras. Y también Las aventuras del buen soldado Svejk, de Jaroslav Hasek, ese gran libro del humor negro, naturalmente.
Al igual que Nabokov, en numerosos trabajos tuyos has elegido un idioma que no es el materno para hacer literatura. En un artículo publicado en El País, Escribir en lengua ajena, decías “para un exiliado uno de los problemas más graves es el de verse enfrentado a diario con una lengua que no es la suya”. ¿Qué ha supuesto para ti cambiar de lengua al escribir?
–Cambio de lengua a veces, cuando el texto, el libro que quiero escribir no es ficción sino periodismo literario. He escrito tres libros de esta manera hasta ahora. Los libros que escribo primero en checo los traduzco personalmente al castellano. Pero cada vez que empiezo a escribir un nuevo libro uno de los planteamientos es el de la lengua. Es la decisión más difícil y puede ser la más drástica. Para Nabokov cambiar de idioma fue una tortura, Kafka hubiera querido escribir en checo, idioma que dominaba muy bien, pero el alemán era su lengua materna y por lo tanto una herramienta mejor.
En el caso de Nabokov, fue la propia Véra la que le conminó a usar el inglés como lengua literaria. ¿Qué influjo tiene esa elección en la obra del autor ruso?
–En Estados Unidos a través del inglés Nabokov pudo llegar a muchos lectores americanos. En Europa eso puede sonar extraño porque adoptamos a muchos autores que no son de nuestro propio ámbito cultural, pero en Estados Unidos a nivel masivo esencialmente se acepta a los que escriben en inglés.
Porque, aunque a priori pudiera parecer que Véra tenía un papel secundario, como se le ha atribuido a tantas mujeres que han compartido su vida con escritores, nada más lejos de la realidad…
–Véra era absolutamente necesaria para Nabokov. Era la primera lectora de sus textos. Durante las comidas, para no perder el tiempo, Véra comentaba lo leído y entre ambos decidían cómo cambiarlo. Después, Véra mecanografiaba el manuscrito para que Vladimir lo pudiera leer y corregir. Luego Véra lo volvía a mecanografiar, a veces hasta cinco veces, como pasó con la novela Lolita. Y era ella quien se ponía en contacto con los editores y decidía quién servía y quién no para publicar las novelas de Vladimir. Véra, que conocía varios idiomas a la perfección, también corregía los errores de traducción e intervenía en la elección de las portadas de los libros.
Cuando Véra Nabokov descubre la relación de Irina Guadagnini con Vladimir Nabokov, parece que su miedo no era el de perder a la persona amada. Esto se explica en el libro aclarando que no se comportó como Grúshenka, de Los hermanos Karamazov, o Nastasia Filipovna, de El idiota. El padecimiento de Véra parece que está provocado por el miedo al derrumbe de su gran proyecto personal: la creación de un creador literario…
–Así es: no está del todo claro si Véra y Vladimir se amaban pero sí que sabemos a ciencia cierta que se necesitaban mútuamente. Véra, al darse cuenta de que no tenía talento como creadora, buscó a alguien a cuyo lado podría seguir de cerca la creación literaria. Y eso ocurrió con Vladimir, quien se acostumbró a tener a su mejor y más sensible lectora al lado. Véra le susurraba al oído qué estaba bien y cuáles párrafos era preciso reescribir. Así ambos llegaron a ser imprescindibles uno para otro.
¿Para qué llevaba Véra Nabokov un revólver Browning en el bolso?
–El revólver en el título es una sugerencia: Véra era la que llevaba el control sobre todas las cosas en sus vidas. Pero es cierto que Véra siempre introducía un arma en su bolso al salir a la calle. Véra necesitaba controlarlo todo y si algo se le escapaba, se sentía mal. Cada vez más tenía a Vladimir en su poder y lo hacía bailar a su antojo, aunque fuera contra la voluntad del escritor. Él decía que Véra era un boxeador que no paraba de pegar hasta dejar al otro kao.
Durante una conversación del libro pones en boca de Nina Berbérova la cita “La obra de Nabokov justificaba a toda mi generación”. ¿Qué lugar ocupa Nabokov dentro de los escritores rusos exiliados y a qué otros autores coetáneos consideras importante reivindicar?
–Nabokov era el más prominente y uno de los más grandes, por eso la frase de Nina. Otros escritores con mayúscula serían Marina Tsvetáieva, Irène Nemirovsky y Nina Berbérova a la que acabas de citar.
En la presentación de Un revólver para salir de noche nos revelaste una conclusión a la que llegas a través del intenso trabajo de documentación que has realizado para este libro. ¿Quién es Lolita?
–Nabokov de pequeño sufrió unas atenciones indeseadas de su tío materno que era homosexual. En Lolita intentó explicarse lo ocurrido, tanto a través de la víctima infantil como desde el punto de vista del seductor.