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Bea aragon
Fotografía: Jesús Massó

Ignoro qué extraña selección de fechas ha determinado El Tercer Puente, por obra del gran Paco Cano, para plantear como la adecuada para recoger materiales la festividad de Santa Ana.

Digo yo que a lo mejor es porque en esos días suelen producirse las mareas más vivas del año, las mareas de Santiago. Como las mareas tienen mucho que ver con la luna y algo lunáticos sí que somos en estas páginas, pues ya está todo claro.

Por cierto, en Chiclana la santa en cuestión está por todas partes: Mercado de santa Ana, Parque de santa Ana y, desde luego, la Ermita de Santa Ana, ésa curiosa edificación visible desde casi todas partes, con su aire de morabito o de gran merengue en lo alto de un cerro, y que me perdonen los eruditos locales, pero la percepción de cada uno es libre (o no). Hay que añadir que en este pueblo hay mujeres que se llaman Ana por todas partes. En mis inmediatas proximidades no contabilizo menos de una docena.

Lo que no acabo de averiguar es qué diantres tiene que ver la abuela de Jesucristo con esta localidad gaditana. Como uno es científico y riguroso, me puse a documentarme sobre el particular y descubrí que el sepulcro de la santa fue hallado por el propio Carlomagno en la Pascua de 792 y que había ido a parar a Francia de mano de unos cristianos muy devotos y, por eso mismo, muy perseguidos. Lo de Chiclana sigue siendo un misterio, lo mismo que lo de Florencia, Lo de Tudela, lo de Benavente, lo de no sé cuántos pueblos de la América Latina…

Y eso que dicen que la personalidad de Ana o “Hanna” (traducible por “Gracia”) prácticamente sólo está atestiguada en los Evangelios Apócrifos, esos que las Iglesias Cristinas han decidido no tomar en consideración, porque al parecer no se fían. En particular es mencionada en el Protoevangelio de Santiago. Ya digo que uno es riguroso para estas cosas y hasta ha recurrido a fuentes de erudición de lo más cualificado, como es la Wikipedia. Pues no faltaba más.

En Chiclana se celebra la festividad  con grandes alardes de piedad y de juerga, con la correspondiente novena, la procesión y una verbena con fuegos artificiales y toda la pesca. Nuestras piadosas autoridades dotan de ornato y solemnidad al evento, cosa no extraña en un Consistorio que distingue con el título de Alcaldesa Perpetua a Nuestra Señora de Los Remedios. Todo un alarde de aconfesionalidad y laicismo.

La fecha es celebrada en coplas flamencas tal que:

“Que eran los días señalaítos de Santiago y Santa Ana,

que yo le había rogaíto a mi Dios

que me aliviara las duquelitas grandes

aquellas duquelas

que a mi corazón.”

O en otra versión:

“como eran dos dias muy señalaitos

de Santiago y Santa Ana

yo le rogue a mi Dios

que le aliviara las duquelas

a la mare mia de mi corazón.”

Se ve que uno de los desconocidos cantaores está más preocupado por sus propias duquelas o penas, en tanto que el otro parece conmoverse con las de su pobre madre.

La fina sensibilidad andaluza contrasta con la barbarie de una copla norteña escuchada en mi remota infancia. Nada menos que esto:

“¡Oh gloriosa Santa Ana,

que juiste agüela de Cristo!:

Juiste virgen juiste mártir

Y además juistes obispo”

¡Toma castaña!

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