“La izquierda tiene un fetiche con la calle que no sabe traducir”
Dos horas antes de encontrarnos con Facu Díaz, y teniendo la entrevista preparada en clave de humor y distensión, nos informan de los atentados en La Rambla de Barcelona, ciudad donde creció nuestro entrevistado.
Al llegar a El Pelícano, local donde dentro de un rato tiene previsto hacer un monólogo, Facu está decidiendo si suspender el espectáculo o si seguir adelante. Todos estamos tristes. Proponemos suspender la entrevista si no se encuentra con ganas de conversar. Finalmente tanto la entrevista como el monólogo se van a llevar a cabo. Show must go on. Eso sí, el tono, las miradas y los temas que tocamos no tienen nada que ver con lo que habíamos imaginado.
Facu nos atiende y responde con serenidad; con una actitud reflexiva, alejada de los impulsos incendiarios que una tragedia como la recién vivida está provocando, en esos momentos, en algunos medios y en algunos individuos.
Fotografía: Fran Delgado
Facu Díaz es tuitero, humorista, showman… ¿Cuál cree que es la etiqueta que mejor le define?
Me considero un tuitero que ha evolucionado a comediante y he utilizado la plataforma para darme a conocer con una actividad que hago en paralelo. Creo que son dos cosas muy fáciles de unir y una herramienta potencia muchísimo a la otra. Utilizo mucho Twitter para plasmar ideas que después uso en los shows y para promoción y cosas así. Empecé como tuitero, lo que me ayudó a dar el salto a estudiar guión e intentar dedicarme a la comedia, y ahora utilizo Twitter como medio de proyección de todas las cosas que hago fuera de esa red social. La verdad es que le doy un uso muy guay, hago contenido exclusivamente para Twitter y meto también, evidentemente, la publicidad de “voy a estar actuando en no sé dónde”. Se puede ser tuitero y, en mi caso, que me he trabajado una carrera por otro lado con la ayuda de Twitter, puedo también dedicarme a la comedia.
¿Cuándo se registró en Twitter podía pensar en todo lo que vendría después?
No, no, para nada. No tenía ni idea. Me hice el twitter durante el 15M para enterarme de lo que estaba pasando porque veía en la televisión que la gente se comunicaba por ahí y yo no tenía cuenta, ni sabía muy bien de qué iba. De hecho, cuando fui a registarme resultó que ya lo había hecho anteriormente y no recordaba ni la contraseña. Alguna vez había visto que era una red social y me apunté pero no supe usarla y la dejé. Así que me metí en aquel entonces para leer e informarme de las cosas que pasaban en las plazas, pero no escribía nunca, yo sólo leía a gente y luego descubrí a otros usuarios que eran muy graciosos, que comentaban la actualidad y dije “¡Hostias! ¡Qué guay! Qué divertido es esto”. Poco a poco me fui animando, emulando a esta gente que parodiaba la actualidad en clave de humor. Pensé “Creo que yo he sido siempre un gilipollas habitual y puedo hacer este tipo de cosas”. Comencé poquito a poco a comentar la actualidad y a ganar seguidores, pero nunca imaginé que iba a terminar teniendo la repercusión que tengo a día de hoy.
¿Le parece, tal y como se comenta, que twitter ha pasado de ser una plaza pública constructiva a un patio de vecinos mal avenidos?
Creo que uno de los factores determinantes es que Twitter tiene más usuarios ahora e, inevitablemente, se convierte en un descontrol de muchísima gente hablando, acusaciones cruzadas…etc., y eso es normal que suceda. También existe la oportunidad que te da poder dirigirte personalmente a personajes a los que no tenías acceso antes incluso con la capacidad del anonimato, que no me parece mal pero que te da un pequeño escudo para que tú le digas algo que tenías dentro a una persona que te cae mal, o que te cae bien. Evidentemente se alimenta ese tipo de cosas. Yo nunca me voy a encontrar por la calle con gente a la que le diría cuatro cosas y a lo mejor se lo digo por twitter, esa es la facilidad que da. Si uno mirara Twitter España parece que estamos locos y enfrentados todo el día, pero eso en la calle no sucede. La gente se guarda ese tipo de comentarios y no nos lo decimos a la cara. En Twitter ocurre porque existe una cercanía directa, tanto con tu amigo como con tu enemigo, y se lo puedes decir directamente. No me parece algo muy alarmante.
Pero, ¿cree que ha habido una deriva, un cambio de tendencia en el uso de twitter?
Eso es representativo del hartazgo. Las peleas más intensas son sobre política o temas similares y es normal que la gente esté mosqueada. Si tienes al Presidente del Gobierno en Twitter y le puedes decir las cuatro cosas que piensas se las va a decir. Tampoco he observado un cambio tan radical, simplemente he visto que hay más usuarios; hay millones de usuarios. Cuando llegué a twitter hace siete años éramos cuatro gatos mientras que ahora hay muchísima gente y parece que se haya multiplicado la cantidad de haters, pero creo que es una cuestión proporcional a la cantidad de usuarios que hay ahora.
“Creo que fue una buena idea que Izquierda Unida y Podemos se unieran para las elecciones”
¿Cuántas veces ha escrito algo y ha dicho “no, mejor no lo tuiteo”?
¡Unas cuantas! Yo tengo muchos calentones y Twitter facilita mucho el calentón. Es una cosa que tienes muy a mano y a veces cuando uno está enfadado le dan ganas de saltar y, sobre todo, de “mandar a los perros”; una práctica muy habitual en Twitter. Soy consciente de que tengo muchos seguidores, mucha gente que me apoya, y cuando ves a alguien que dice un disparate yo mismo lo refloto y digo “¡mirad este tipo lo que está diciendo, vamos a por él!”. Es verdad que esa es una actitud muy negativa y que Twitter la facilita mucho, pero muchas veces intento pensar las cosas dos veces y decir “no te busques otro problema”. Cada vez me corto más e intento tener dos dedos de frente. De hecho, mi uso de Twitter cuando no estoy de vacaciones se limita a mi trabajo y poco más. Ahora que estoy de vacaciones me meto con gente o me enzarzo en discusiones porque estoy todo el día sin hacer nada y, evidentemente, le doy a la tecla ahí como un cabrón. Pero sí, me corto muchísimo, parece que no pero me corto.
Antes mencionó el 15M ¿Cómo vivió usted ese momento?
A mí me cogió súper jovencito. La primera manifestación me cogió en Plaza Catalunya. Por aquel entonces, yo vivía en Barcelona e iba a ver a Juanra Bonet al Teatro Capitol que está al lado de Plaza Catalunya. A la salida del cercanías nos encontramos con una manifestación que ni sabíamos que estaba convocada. Nos gustó el ambiente y nos quedamos un rato. Recuerdo que me compré una chapa de “Democracia Real”, me la puse y estaba yo muy orgulloso de todo aquello. Después, a la salida del teatro nos enteramos que la gente se estaba quedando en la plaza. Un par de días más tarde recuerdo acercarme a la plaza a una asamblea con la misma chapita que me había comprado y algún amigo ya me decía “¿Pero dónde vas con esa chapa? Esos son unos traidores” y decía “¡joder, ya estamos con esas!. ¡Pero si estos son los que convocaron!”. No entendía nada. Ya había grupitos, había escisiones, ya se había convertido aquello en un show. Pero bueno, me parecía una cosa súper ilusionante, con un carácter evidentemente destituyente y que por primera vez estaba aglutinando un montón de gente de mundos muy distintos que decían “Oigan, esto no puede ser”. Al principio me parecía una cosa maravillosa. Cualquier acción que movilizara en torno a unas ideas básicas que aparecían en el primer lema que era “No somos mercancía en manos de políticos y banqueros” era lo suficientemente amplia para que mucha gente se sintiera identificada.
En este periodo ha existido un tránsito de las ideas de las plazas a las instituciones ¿Cree que se pierde la frescura de la calle si se institucionalizan las reivindicaciones?
Creo que la izquierda tiene un fetiche con la calle que no sabe traducir. Se habla de la calle y de volver a la calle como si hubiéramos hecho arder las calles en algún momento. Más allá de las marchas de la dignidad, no recuerdo ninguna movilización que pusiera a temblar las calles de Madrid. A veces hablamos de épocas pasadas como si hubiéramos estado a punto de derrocar el Gobierno desde las calles y, que yo sepa, no ha sido así. Sí que existe una sensación de desánimo y desgana en cuanto a las movilizaciones en las calles por una cuestión logística, porque mucha de la gente que participaba activamente, las montaba y organizaba está dedicándose a otro tipo de cosas. No es algo necesariamente malo, pero no ha habido un relevo. El otro día bromeaba con un amigo paseando por Madrid en agosto y al verlo tan lleno de gente dijimos: “¡Coño! Aquí todavía no ha habido protestas contra la masificación del turismo” Y es que pensamos “¿Qué organizaciones juveniles hay en Madrid equivalentes a Arrán en Cataluña?” No las hay con tanta potencia movilizadora en la calle. Y es que, buena parte de la juventud movilizada de Madrid ahora están en las instituciones. Insisto, no me parece mal, pero es que no ha habido relevo, no hay organización en ese sentido en Madrid.
¿Cree que Podemos ha capitalizado políticamente las ideas básicas del 15M?
Sí, evidentemente. Organizaciones como Podemos surgen de ese tipo de reivindicaciones. Yo creo que incluso Ciudadanos tiene parte de aquellas reivindicaciones. Muchas de las claves más importantes del 15M, precisamente las que menos me gustaban, tenían que ver con los gastos superfluos de las instituciones y con ese tipo de cosas. Entonces uno podía tirar para una posición de izquierdas, que era potenciar lo público y dejar de hablar de lo que se gasta en coches oficiales -algo insignificante con la cantidad de dinero que se está colando por otra parte- pero también hubo un sector liberal que supo aprovechar ese descontento y decir “los políticos de siempre, lo clásico, lo viejo, roban y es casposo”. Llegaron los nuevos liberales también a atender a esa gente que estaba indignada con los políticos de entonces. Es decir, no sólo la socialdemocracia y Podemos han capitalizado ese descontento sino que también la nueva derecha ha conseguido llevarse una buena parte de ese pastel.
¿Cree que Podemos ha instrumentalizado el 15?
No, en absoluto, al contrario. Les pedimos a los políticos que apliquen lo que pedimos en la calle normalmente. Se supone que estamos pidiendo eso, no se puede decir a los políticos que hagan una cosa y cuando la hacen acusarlos de que lo han instrumentalizado.
Por lo tanto ¿cree que están llevando el estandarte del 15M a las instituciones?
Creo que muchas de sus reivindicaciones sí. Me parece que ahora hay setenta diputados en el Congreso que defienden los derechos de los trabajadores, cuando hace cinco años no los había. El balance positivo que puedo hacer de la irrupción de Unidos Podemos en el Congreso es que ahora hay más diputados que antes que defienden los intereses de la clase trabajadora- Afortunadamente han llegado gente como Cañamero o Monereo, históricos militantes en nuestro país, a plantarse con un manojo de espárragos en el Congreso de los Diputados para decirle a cuatro fascistas de medio pelo “ustedes no saben lo que es doblar el lomo”. Y eso, claro, a cualquier que tenga un poco de sentimiento de izquierda le gusta. El asunto es que esto se convierta en una organización y grupo parlamentario con capacidad de hacer cosas, que eso ya veremos más adelante si se consigue.
“La experiencia portuguesa es un espejo en el que mirarse y de la que no se habla”
Usted es militante de Izquierda Unida y hasta hace un año ha trabajado con Pablo Iglesias en “La Tuerka” ¿qué piensa de la confluencia de Izquierda Unida y Podemos?
Estuve muy a favor y fui uno de los impulsores del movimiento por la confluencia. Siempre me pareció absurdo que concurriéramos por separado a las elecciones, entre otras cosas porque hemos tenido escuderos de la ortodoxia en Izquierda Unida, cuando siempre se ha pretendido que IU funcionara como un movimiento político y social más allá de ser un partido y un respeto a unas siglas que a mí me importan más bien poco. Yo soy militante del PCE y ese es el partido que a mí me representa en cuanto a los ideales pero acudir a las elecciones es otra historia. Siempre pensé que sería positivo para todo el mundo que se encontrara un camino en común; principalmente porque el perfil de votante era muy parecido y eso me parece suficiente para pedirle a dos organizaciones que se pongan de acuerdo y lleguen a un programa de mínimos para presentarse a unas elecciones. El problema es que detrás de todo eso no sólo hay buenas intenciones y ganas de trabajar juntos, ya que existen muchos otros factores que hacen que funcione o no un acuerdo para ir en una coalición electoral. Creo que ha sido una buena idea unirse para las elecciones, sobre todo respetando que somos dos organizaciones distintas. Aquellos que pronosticaban que tras las elecciones Izquierda Unida iba a desaparecer están invitados a cualquier asamblea y a cualquier acto de los que hacemos y verán que seguimos siendo, aunque no millones, sí mucha gente como lo éramos antes y que seguimos siendo una organización fuerte. Y Podemos no se ha visto necesariamente mermada por la presencia de Izquierda Unida; al contrario, somos gente con experiencia parlamentaria que les ha venido bastante bien a Podemos que está integrada por personas que han entrado en el Parlamento y en las instituciones sin haber visto una moqueta en su vida; y hay que conocerlas para saber cómo funcionan.
Y si fuéramos un poco más allá, ¿apoyar un gobierno con el PSOE?
Voy a citar a Alberto Garzón citando a Julio Anguita “Programa, programa, programa”. La experiencia portuguesa es un espejo en el que mirarse y de la que no se habla. Me parece que es una buena manera de empezar a hablar de las cosas, con un programa y con voluntad de trabajar juntos. Lamentablemente, el partido socialista ha tenido líderes como Zapatero, por ejemplo, que pensó que tenía partido para hacer lo que quería hacer y nunca lo tuvo. El partido socialista, desgraciadamente, está muy viciado y por miedo a perder su identidad como organización estaría muy en desacuerdo de formar un Gobierno con fuerzas a su izquierda, pero sería cuestión de ver. Pienso que con 70 diputados no eres nadie para exigirle al PSOE que te dé la Presidencia del Gobierno pero sí que eres alguien como para sentarte y ponerte a hablar del programa y de qué se puede hacer para solucionar las principales emergencias sociales del país.
¿Qué le parece el nuevo Pedro Sánchez?
No lo sé. Es que no sé hacia dónde va, me tiene desconcertado. Le di por muerto, fui de los que se reía de él y pensaba que se iba al carajo. De repente ha resurgido y yo no entiendo nada de lo que ha pasado. Me costó creer que le sorprendiera todo lo que le pasó. Por ejemplo, en Salvados cuando llegó a contar aquellas presiones de grandes empresas me costó mucho creer que le sorprendiera. ¿Tú en qué mundo vives? ¿Acaso no sabes que las empresas llaman a los partidos? ¿No tenías ni idea de esto? ¿En qué país habías estado viviendo hasta entonces? Lo que demuestra es una ingenuidad de parvulario, más teniendo en cuenta el campo de batalla en el que está trabajando, donde hay cloacas e instituciones impregnadas de juego sucio. Me parece muy ingenuo por su parte que no conociera en qué mundo estaba jugando. Una de las cosas que tienen afortunadamente clara los líderes de Podemos es que existen enemigos y que hay que decirlo. Hay gente trabajando no sólo para su propio beneficio sino para hundirles la vida a los demás. Y esto se debe señalar. Hay que señalar a la bancada del Partido Popular y decirles que son unos ladrones y que son los herederos de lo peor que ha vivido este país, no hay que tener miedo a decirlo.
Fotografía: Fran Delgado
“En cuanto a la libertad de expresión hemos ido dando pasos hacia atrás”
Hablando de miedo, ¿el humor se está viendo especialmente afectado por la ley mordaza?
Por lo que yo vivo y conozco de mi entorno sí. Evidentemente existe una sensación de cierto miedo a la hora de realizar según qué bromas y en mi propia experiencia -aunque lo mío es un caso muy particular porque yo he pasado tres veces por los juzgados a explicar que estaba contando chistes- no es un miedo a ir a prisión pero sí que hay una pereza a volver por procesos que en realidad son mediáticos. Yo para mucha gente soy un tipo que enaltece el terrorismo, que le gustan cosas como las que han pasado hoy en Barcelona y que se ríe de las víctimas simplemente porque hubo un proceso judicial que me llevó a declarar sobre eso aunque quedó archivado. Yo no cometí ningún delito y el juez entendió perfectamente lo que estaba pasando, pero los titulares y la campaña mediática ya estaban ahí. ¿Cómo no va a haber miedo a verte en la portada de un periódico, aunque sea digital, llamándote de todo? Creo que hay mucho más miedo a eso que a los efectos judiciales que pueda tener alguna locura de éstas. Ahora empezamos a tener penas de prisión pero en 2012, cuando me pasó todo esto, no era así. A mí nunca me condenó nadie. Ahora ya se está condenando a gente y eso es preocupante, es muy jodido.
¿Cree, por lo tanto, que se está produciendo un retroceso en la libertad de expresión en España?
Sobre todo viendo lo que se hacía antes aquí. Quequé hace una sección muy interesante en “La vida moderna” en la que explica la clase de comentarios que se hacían en los medios hace tiempo, tanto de humor como en programas de otro tipo, y da la sensación de que en cuanto a la libertad de expresión hemos ido dando pasos hacia atrás. No se trata de corrección política sino de que hay una intención de hacer pasar a la izquierda por gente loca. Es decir, cuando a mí me acusan de enaltecer el terrorismo saben que yo no tengo ninguna intención de enaltecer el terrorismo y que no tengo simpatía por ningún terrorista, pero eso contribuye a generar una imagen de la izquierda amable con los terroristas: los que queremos ver a Otegui fuera de prisión apoyamos a ETA, los que somos capaces de bromear en un día como hoy, con un atentado terrorista hace pocas horas en nuestro país, nos reímos de las víctimas del terrorismo…como si fuéramos monstruos. Todo eso ayuda a convertir a la izquierda, y a las caras visibles de la izquierda, en seres despreciables sin ningún tipo de sentimientos ni de corazón. Esto no es una cuestión personal. Por ejemplo, Eduardo Inda no tiene nada personal conmigo pero hacerme quedar como un puto loco que se ríe de las víctimas del terrorismo ayuda a contribuir a una bola que se va haciendo cada vez más grande y que es que la izquierda de este país no ha aprendido la lección, se sigue riendo de las víctimas de terrorismo y es gente insensible. Sin embargo, ellos son gente maravillosa, gente católica que rezará, y hoy, seguramente, mientras yo esté haciendo bromas sobre el terrorismo en este escenario todas sus oraciones irán a parar a las víctimas. Ellos creen que eso les hace mejores personas.
“Siempre hay que condenar el terrorismo, sin embargo poco importa lo que hagas o dejes de hacer para evitarlo o para frenar la violencia”
¿Hay un tratamiento distinto en función del tipo de víctimas del que se trate?
Claro, porque el escenario ya lo han planteado ellos. Hay víctimas y víctimas. Es decir, no es lo mismo que yo me ría de “las 13 rosas” a que lo haga de Ortega Lara. Puedo hacer la prueba en cualquier programa contando un chiste sobre Carlos Giuliani -un antifascista muerto a manos de la policía- o sobre cualquier víctima del terrorismo en España y uno va a tener más repercusión que el otro, porque siempre hay víctimas y víctimas. Las víctimas que el Partido Popular puede utilizar para echártelas encima esas van a ser perfectas; por el contrario, las que al Partido Popular no les interesa en absoluto, como son las víctimas del franquismo, ni siquiera tienen reconocido un estatus en el código penal. Así, hay delitos ad hoc para un tipo de víctimas y, sin embargo, hay víctimas, incluso del terrorismo de Estado, que no están siendo reconocidas como víctimas del terrorismo. Aquí se ha planteado un jueguecito y un escenario siempre complicado para la izquierda. El ejemplo son las condenas; siempre hay que condenar el terrorismo, pero poco importa lo que hagas o dejes de hacer para evitarlo o para frenar la violencia. Esto es una cosa que explicaba Josu Egiguren hablando de Arnaldo Otegui cuando decía “A Otegui se le ha reclamado que nunca ha condenado un atentado de ETA, sin embargo este señor ha hecho mucho más para que ETA dejara de cometer atentados que algunos señores que condenan cualquier cosa que sucede”. El debate retórico en el que nos han hecho entrar es absurdo y se convierte en una serie de comentarios que no van más allá que dar unas condolencias y condenar la violencia; sin embargo, la violencia no la está parando nadie. Ahí la izquierda siempre va a tener un problema, porque no somos de este tipo de parafernalia y de este tipo de discursitos; así que, por lo tanto, estamos fuera del debate democrático, somos gente denostada que no sabe convivir en un Estado de Derecho ¡y encima hacemos bromitas! Lo tenemos todo para ser unos monstruos que quieren que siga la violencia.
En sus actuaciones, a sus propios límites éticos ¿le añade otros?
No. Yo afortunadamente me baso en mis límites éticos, en lo que yo considero que es el humor y lo que ha sido históricamente la comedia, también porque tengo una ideología con la que intento ser coherente a la hora de actuar. Por eso he intentado formarme y aprender lo máximo para que a la hora de hacer chistes yo no esté contribuyendo de manera directa a perpetuar ciertos comportamientos que se tienen que eliminar. Un ejemplo muy práctico: yo no voy a decirle nunca a nadie que no haga un chiste machista, cada uno puede decir lo que quiera aunque me pueda parecer repugnante, pero yo no los hago. Sin embargo, me parecen chistes. Si algo es gracioso, por macabro que sea, es gracioso y a veces no puedo evitar reírme de cosas muy macabras pero yo no los voy a hacer. Estoy convencido de que cualquier disciplina artística, incluida la comedia, puede ayudar a perpetuar y normalizar actitudes que no me gustan, por eso procuro evitarlos y más en un espacio público en el que la gente lo tiene a uno como referente. Yo procuro que mi escala moral y valores sean los que me guíen a la hora de hacer este tipo de comentarios. Otra cosa que incide también es la relación de confianza que uno tenga con el público, el contexto, el lugar…Hoy voy a actuar pero si estuviera en Barcelona no lo haría. Hay muchos factores que tienen que ver con ponerse límites o no. Estoy seguro de que mis seguidores, a pesar de que son gente que piensa que no hay límites en el humor, hubieran entendido perfectamente que yo no actuara hoy aquí, que hubiera decidido enfocarlo de otra forma. De la misma manera que creo que van a entender que sí lo haga. Si se establece una relación de confianza con el público es mucho más fácil manejar este tipo de situaciones.
¿Toca el tema de la religión en sus monólogos?
No, pero me gustaría. Lo que pasa es que es un tema que se toca mucho y es difícil hacer material nuevo con algo tan machacado. Todos los cómicos que yo veo tocan el tema de la religión y se me hace difícil por dónde meterle mano. Es un tema tan machacado que yo ahora estoy con este primer monólogo en el que hablo sobre mi vida, una cosa relativamente sencilla para empezar. Estoy hora y cuarto hablando de cosas que me han pasado a mí dándoles un tinte y una cohesión relativamente graciosa, pero ponerse ya a tocar otros temas y saber enfocarlos desde una perspectiva que nadie haya hecho antes es algo muy difícil.
“La equidistancia con la que los medios tratan a los grupos fascistas en España es aterradora”
¿Qué le parece que, precisamente basándose en la libertad de expresión y de información, los medios están recreándose mostrando imágenes de la tragedia de Barcelona?
Estaba viendo eso y tiene mucho que ver con que el morbo vende. Y el morbo vende porque la gente lo consume. Yo no voy a negar que si me encuentro una cosa de esas cierro los ojos y no lo veo, porque el ser humano es así y, lamentándolo mucho, reconozco que yo también soy así y he visto miles de cosas de éstas; aunque no vaya a buscarlas, tampoco las evito. Pero sí que me parece que se ha perdido mucha responsabilidad en los medios de comunicación, especialmente en los medios públicos. Estaba viendo como TV3 y TVE se estaban pasando por el forro la recomendación de la policía de, por favor, no difundir imágenes del lugar del atentado para facilitar el operativo policial y eso sí que me parece una salvajada. Intentar controlar la actitud de la gente en las redes sociales es mucho más complicado, pero lo mínimo que podemos hacer es pedir a los medios que tengan esa decencia, que sean responsables.
En las redes sociales muchas personas están difundiendo estas imágenes ¿Ha visto el tuit de Alfonso Rojo*?
Ostias, sí. Acabo de verlo. Bueno, pues como no está haciendo ningún chiste no va a pasar absolutamente nada con él. Parece que hay gente que tiene ganas de que estas cosas sucedan. Y habiendo ocurrido ahora en territorio del Estado español parece que algunos estaban esperando que sucediera aquí para decir “Ves, te lo dije”; eso es algo muy perverso. La verdad es que da bastante cosa que alguien lo estuviera esperando para decir “te lo dije” y sacar la fotito de la pancarta del Ayuntamiento de Madrid y vincular esto inmediatamente con la crisis de los refugiados. Este tipo de situaciones ayuda a alimentar las teorías de esta gente. Por eso no tardan nada en celebrarlo a su manera y decir “mira, ya lo tenemos aquí” para tratar a la izquierda de buenista y de tolerante con una cosa tan grave y tan explícita. ¿En qué cabeza cabe que pueda haber alguien tolerante con el terrorismo o que pueda haber alguien que le parezca bien lo que ha sucedido en Barcelona? ¿En qué cabeza cabe hacerle creer a tanta gente que la izquierda es tibia y buena con eso? Pues lo han conseguido. Han conseguido que mucha gente lo primero que hace cuando ve una cosa así es escribirle a Ada Colau, a Alberto Garzón o a Pablo Iglesias para decirles “¡Mira!”. Pero, ¿nos hemos vuelto locos?
Retomando la idea de ese marco anterior del que hablaba ¿Qué papel están jugando los medios de comunicación en la creación del mismo?
Cuando me imputó la Audiencia Nacional lo primero que hice fue llamar a Pablo Iglesias y decirle “hay un titular guapísimo que va a salir tarde o temprano” y fue “El correo vasco” el primero que lo sacó, creo recordar. Claro, mi imputación provocaba inevitablemente el apoyo del que en aquel entonces era compañero de espacio audiovisual, Pablo Iglesias, porque se trataba de una cosa injusta y eso facilitaba el titular de “El correo vasco” que salió a los pocos días en el que se decía que “Pablo Iglesias apoya a un imputado por humillar a las víctimas del terrorismo”. ¡Es feísimo! ¡Es muy feo! Está todo lo que no tiene que salir en un titular que tenga un político ¡Claro! Lo que pasó fue que Pablo Iglesias escribió en Twitter que era una barbaridad que yo tuviera que ir a un juzgado por eso. Es algo evidente que los medios juegan un papel. El archivo de la causa de mi tema no tuvo tanta repercusión como la imputación, de hecho hay mucha gente que no sabe cómo acabó aquello. Es más, hay mucha gente que piensa que fui condenado. No. Duró diez minutos mi declaración y fue una cosa muy sencilla. Pero bueno, sí que hay una maquinaría ahí. El Partido Popular no puede iniciar en su nombre una campaña contra mí, pero sí que puede hacer cuatro llamadas y decir “vamos a volcarnos con este asunto que afecta directamente a Podemos porque Pablo Iglesias es amigo de este señor y tenemos ahí un filón para atacar al enemigo”. Los medios de comunicación desgraciadamente, salvo pocas excepciones, están dentro de una bola que va para donde sopla el viento del que paga y, lamentablemente, los que pagan no suelen ser de los nuestros.
¿Qué papel están jugando las redes sociales como contrahegemonía del poder de los medios?
Es un arma de doble filo. Porque al mismo tiempo que contribuyen a democratizar la información y a que medios alternativos que no tenían capacidad de información ahora la tengan también permiten que surjan medios de ultraderecha que no tenían difusión y que ahora la tienen o que aparezcan bulos, mentiras, rumores y falsedades que corren como la pólvora. Como todo en la vida tienen aspectos negativos y positivos.
Acaba de comentar la difusión que gracias a las redes sociales pueden llegar a tener los medios de ultraderecha. Teniendo en consideración los últimos acontecimientos en EE.UU y Europa ¿se puede hablar de un auge del fascismo o se trata de algo anecdótico?
En Europa sí. En España no termino de tener claro si es un auge o simplemente se le está dando bola. Es preocupante cómo algunos medios de comunicación hacen reportajes sobre este neofascismo que pulula por algunas ciudades de España con una equidistancia aterradora. El País hablando de las buenas vistas que tiene el nuevo edificio del Hogar Social o reportajes sobre la música que escuchan los nuevos nazis. Ese tipo de artículos es el que da un poco de grima. Porque siguen siendo cuatro gatos, pero se les están prestando atención en los medios ¿Por qué? ¿Por qué no te vas a Centros Sociales que están haciendo labores impecables, que no discriminan y que trabajan para la comunidad seas de donde seas, y sin embargo te vas a hacer reportajes con los nazis? No termino de entender dónde está la gracia. En cantidad siguen siendo, afortunadamente, grupos reducidos, pero si se les sigue dando bola esto puede ir creciendo de manera preocupante.
“Pretender hacer un perfil psicológico de alguien con cuatro o cinco tuits de cuando tenía diecisiete años es una puta locura”
En el escenario que ha descrito, cuando en la derecha existe cualquier tipo de grieta reaccionan cerrándose y apoyándose como una piña ¿Cómo cree que reacciona la izquierda ante esas mismas situaciones?
Reacciona mal, siempre. Creo que hay que cerrar filas en casos como los de Guillermo Zapata o los titiriteros. En el caso de Guillermo Zapata se hizo una gestión vergonzosa por parte de sus propios compañeros y en el de los titiriteros me pareció también vergonzoso por parte del Ayuntamiento que se rindió en minutos a cuatro titulares alarmistas provocando, con cierto apoyo institucional, que dos personas pasaran varios días en régimen de aislamiento en prisión. En general con este tipo de casos hay una tibieza por parte de la izquierda que provoca que la gente se vea desamparada. Uno dice “nos suele tocar a nosotros y encima los míos no me defienden…”. En el caso de Guillermo Zapata me parece una posición muy cobarde, sobre todo porque sus compañeros lo saben. Guillermo Zapata no es ningún monstruo, ni antisemita, no es un psicópata sino un tipo que plantea una serie de chistes en un debate sobre la libertad de expresión. La explicación era clarísima, sencilla y se podría haber explicado en un comunicado y una rueda de prensa; sin embargo se montó un pitote que acabó con su dimisión y creo que Madrid ha perdido un concejal de cultura estupendo. En el caso de los titiriteros ni te digo. Se mantuvo cinco días privados de libertad a dos chavales que estaban representando una obra satírica, que yo he tenido la oportunidad de ver y que de leer una crónica de El País a ver eso hay un salto espectacular. El caso de Cassandra igual. Recuerdo que coincidí con Jorge Bustos en Al Rojo Vivo cuando apareció la condena de un año de prisión y siete de inhabilitación y en el debate, en cierta manera, se vio forzado a defender a esta chica diciendo “hombre ¿un año de prisión por esto?”. Hasta la propia derecha liberal lo reconocía. ¿Y qué pasó? Que enseguida empezaron a sacar otros tuits que ni siquiera estaban en la causa, que hablaban de Cifuentes, muy agresivos y sin ningún sentido, para que la opinión pública se pusiera en su contra. Porque la opinión pública estaba a favor de una chica que decía “Oigan tengo 21 años, y me están metiendo un año de prisión por hacer unos chistes”, así que en cuanto se dan cuenta de que se les escapa de las manos dicen “No, espera. Tenemos más cosas de esta chica que te van hace ver qué clase de persona es”. Sacaron veinte tuits de más de setenta mil. Yo también tengo más de setenta mil escritos y si coges cuatro o cinco míos al azar puedes encontrarte unas locuras que me pueden dejar como un puto loco. Pretender hacer un perfil psicológico de alguien con cuatro o cinco tuits de cuando tenía diecisiete años es una puta locura.
¿Se sintió desatendido en su caso?
Yo afortunadamente no. Pero me temo que fue porque militaba y al ser un compañero directamente creo que no hubo tibieza a la hora de defenderme, o si la hubo no me di cuenta. Felizmente me defendió muchísima gente sin complejos y sin muchos reparos, pero he visto casos en los que no y me parece feísimo.
¿Le da la impresión de que a una parte del espectro ideológico se le mira con lupa y a la otra se le trata con trazo grueso?
Eso es una cosa que tiene que ver con los medios. Si Pablo Casado saliera a decir que somos todos unos terroristas y nadie le hiciera caso no existiría este debate, pero es que le hacen caso cuando sale y se fomenta la idea de que la izquierda es pro violencia y tolerante con este tipo de cosas. O sea, aquí el juego de los medios es imprescindible.
¿Actúa igual la Justicia en todos los casos?
Hombre, se hacen investigaciones prospectivas. A mí me gustaría mucho saber quién se dedica a buscar tuits para las operaciones “Araña”. O ¿por qué se le llama operación “Araña” a 25 detenciones de personas que no tienen nada que ver entre ellas? Porque se supone que las operaciones desmantelan bandas organizadas, sin embargo se le llama operación “Araña” a la detención de unos señores que no se conocen entre ellos y los detienen a todos un día a las siete de la mañana en su casa como si fueran terroristas. Me gustaría saber quién es ese guardia civil que está en un sótano inspeccionando tuits y cuánto dinero nos estamos gastando en eso. Pero no sabemos nada y eso es muy preocupante.
¿Qué le parece que el número de acusaciones por enaltecimiento del terrorismo, por poner un tuit o expresar una opinión libremente en una red social, se haya multiplicado exponencialmente desde que desapareció la violencia terrorista?
Es alucinante. En la judicatura en general hay hartazgo de esto. Incluso algunos sectores de la Audiencia Nacional dicen “Oigan, estamos tratando temas muy serios. Hay terrorismo amenazando nuestro país y, sin embargo, estamos dedicando recursos a perseguir a personas que bromean en Internet. Esto no es tolerable”.
Para terminar ¿Habías estado alguna vez antes en Cádiz? ¿Conoces el Carnaval de Cádiz y su tipo de humor?
No. Estuve el año pasado en Sanlúcar, porque veraneé en casa de un amigo. Así que no conozco nada, es la primera vez que vengo a Cádiz ciudad; pero seguro que no olvido el día de hoy.
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