Fotografía: José Montero
Haciendo vida con personas bien arraigadas a diversas creencias y observando acontecimientos tanto históricos como actuales, he tenido oportunidad de reflexionar sobre religiones y quisiera compartir alguna conclusión por si es de vuestro interés.
Desde mi profunda discrepancia hacia la visión religiosa oficial que practica la política conservadora española –no por ser de izquierdas. pues en algunos aspectos también discrepo de la visión religiosa oficial de la política progresista española– me molesta especialmente que tras más de 20 siglos, en plena era de la información, permitamos al poder actual seguir usando las diferencias confesionales de forma sectaria para manipularnos y para alimentar un miedo que permite perpetuar una guerra que no tiene más sentido que mantener unas fronteras hechas de odio. Fronteras que son límites geográficos, sociales o culturales pero sobre todo económicos. Fronteras que ganan votos y que en una falsa democracia, como la que padecemos, otorgan el poder a quien fabrica nuestro infundado miedo generador de odio y no a quien proclama la libertad y el respeto como únicos medios para entendernos.
Me molesta, y mucho, que a lo largo y ancho del mediterráneo se siga utilizando la religión para despreciar a los que son diferentes y, en circunstancias que considero extremas, como arma para acceder al control de los recursos naturales. En la zona de la India que visité a mediados de año observé con admiración la forma en la que –al menos aparentemente– conviven diversas religiones. Supongo que entre sus practicantes habría algún tipo de discordia pero no pude notarlo; incluso hablando de este tema en los propios templos, no escuché ningún tipo de reproche o malestar hacia otras personas por profesar una religión diferente.
En el fondo, estas religiones –las más comunes por estas tierras en el sentido al que me refiero, cristiana, judía e islámica– vienen a proclamar prácticamente lo mismo: cumpliendo unas normas básicas de comportamiento se puede alcanzar la salvación eterna, o de lo contrario, debemos tener miedo por la condena a los peores sufrimientos. También existe, por supuesto, una parte espiritual que aporta mucho y bueno a las personas y que erróneamente rechazamos, dirigiéndonos cada vez más hacia lo material como única vía para alcanzar la plenitud personal. No obstante, desde un punto de vista organizativo estatal, es sabido que hay mejores formas de educarnos en el respeto y avanzar hacia una justicia social sin tener que inculcarnos el miedo al castigo terrenal ni a la tortura eterna de los dioses. Para salir de este bloqueo evolutivo, creo que es muy importante no dejarnos engañar por más tiempo.
A consecuencia del atentado en Niza, en Europa se ha hablado mucho de la influencia de las religiones en cierto comportamiento machista y, en ese sentido, he reflexionado sobre la influencia tan directa que tenía la religión cristiana sobre el comportamiento machista en España. Digo tenía porque me da la impresión que debido al rechazo social esa actitud machista oficial de la iglesia parece que lentamente se atenúa. En muchos sentidos encuentro similitud entre aquella visión del régimen, y su aliada la Iglesia, y algunos de los musulmanes con los que convivo.
Todo esto plantea una conclusión obvia: las religiones en sí no son un problema. Cada uno a su manera, podemos amarlas y respetarlas y vivir de manera ecuménica y armónica. El único problema es el uso que hacemos de ellas.
¿El problema es que las religiones sean violentas e injustas o que hay injustos y violentos que las usan para acaparar poder y riqueza? ¿El problema es que las religiones sean machistas o que hay machistas que usan las religiones para someter y someterse?
Me siento un gran admirador de todas las religiones que conozco. Creo que conocerlas y practicarlas en momentos íntimos y espirituales me ayudan a ser mejor persona, de hecho este año el Ramadán me ha venido en el momento en que más lo necesitaba y me ha ayudado mucho a salir de un bloqueo personal. Muchas de las manifestaciones artísticas religiosas que conozco me parecen de un nivel supremo, lo mismo disfruto un Belén Viviente o una Romería que un Aid con mis hermanos musulmanes, vivo con fervor una buena procesión de Semana Santa igual que he disfrutado momentos espirituales indescriptibles en un templo Budista. Del Judaísmo sólo he sabido a través de algunas lecturas pero sería interesante que en algún momento su influencia entrara en mi vida. Todos sabemos que la mayoría de personas que profesan culto a Dios no dudan en condenar cualquier tipo de imposición contra los derechos humanos que se hagan en nombre de cualquier religión. Ese rechazo generalizado para mí es motivo más que suficiente para no aceptar que cualquier acto violento se pueda relacionar con algún colectivo religioso y esto limita la posibilidad de manipulación.
En la mayoría de cuestiones me encuentro en un punto intermedio que suele estar mal visto porque incomoda a unos y a otros. A veces pienso que la polarización extrema de las opiniones mantiene gran cantidad de guerras de forma permanente, generación tras generación, en lugar de ayudarnos a desarrollar un sistema organizativo plural que nos dé espacio a todos. No es un asunto sencillo y no sé expresar mejor lo que pienso al respecto; pero desde luego hay que tener en cuenta que es la opinión de alguien que se formado en un sistema educativo y en un ambiente totalmente condicionados por la religión cristiana.