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Arguez 4

Fotografía: Jesús Massó

En esta nueva entrega de las letras inéditas déjenme que les comparta un final alternativo de popurrí que nunca llegó a ser montado. Muchas letras (y músicas) tienen a veces variantes que no se corresponden con la versión final, y en esta ocasión quisiera compartirles la letra para la que iba a ser la verdadera cuarteta final, es decir, la que iba a cerrar cada pase de “Los Equilibristas” y que, sin embargo, no terminó de cuajar.

La cuarteta de despedida que ustedes conocen (“Ven y sube aquí a mi alambre, que es mi pequeño palacio”) no era, desde el principio, la cuarteta final sino la penúltima. Así lo teníamos pensado Jose “Pati” Aranda y yo desde que hicimos el primer borrador de la estructura del popurrí y nuestra idea era rematarlo con otra propuesta más compleja y, si me permiten, arriesgada.

 

La letra de esa hipotética última cuarteta decía así.
Un alambre, dos calambres,
tres miradas al frente y ya llego al final,
cuatro vientos, cinco alientos,
seis palabras que hablan el lenguaje del mar,
siete vidas, ocho heridas,
nueve versos clavándose en el corazón,
diez regresos, once besos,
doce meses de espera en una estación.
trece coplas, catorce pasos
¡Que ya estamos, que llegamos!
¡Quince voces te dicen adiós!
Y una gente que grita aplaudiendo
que ya el espectáculo se terminó.
Y tú y yo desde el filo del aire
inclinamos la frente y decimos adiós
¡Que se apague la luz en la pista
del equilibrista y de esta función!
Y el alambre se queda vacío
y el corazón mío es un acordeón.

 

Musicalmente, Jose se echó el equipo a las espaldas y, partiendo de un tema de la banda francesa “Debout sur le zinc” que nos había hechizado a ambos, compuso un hermosísimo vals que poco a poco iba in crescendo y que representaba, paso a paso, la llegada al final del alambre y el fin de la función (espero que esto les ayude a comprender el sentido pleno de la letra). Nos planteamos añadir a la cuarteta el acompañamiento de un melancólico acordeón (¡hasta estuvimos mirando precios, jajaja!) que terminaría sonando en la penumbra, dejando la melodía resonando entre los aplausos de despedida (¿un recuerdo-guiño-homenaje al “El Bache”, además?) mientras los equilibristas se bajaban (literalmente) del alambre/plataforma en que habían estado subidos toda la función. Iba a ser, según a los autores nos parecía, una hermosa estampa plástica y musical que dejaría una sensación final de tristeza y belleza muy apropiada para el tipo y el repertorio.

El grupo, sin embargo, no lo vio nada claro y apostó más por terminar con el optimismo luminoso y poético de la cuarteta final que ustedes conocen (es decir, convertir la que entonces era la penúltima cuarteta en la cuarteta de despedida) y prefirió no arriesgar con este otro final nuestro más nocturno y teatral, y por tanto desconcertante frente a los finales de popurrís comparseros habituales a los que el público está acostumbrado. Pati y yo, finalmente optamos por retirar nuestra propuesta y hacer caso al grupo. Creo que fue una buena decisión. Hoy, cuando oigo el popurrí tal y como ha quedado terminado, siento que efectivamente es mucho más elegante y natural el final de popurrí que el grupo defendió y no nuestra propuesta, que seguramente hubiera resultado más complicada y, hasta quizás, pretenciosa.

Aun así, me ha parecido interesante compartirles este final alternativo que nunca llegó a ver la luz. Como decía antes, en todo repertorio existen piezas fallidas, esquirlas,  tornillos sobrantes que aunque finalmente no llegan al teatro, sí que resultan curiosas para comprender tanto la magnitud y complejidad de un repertorio como los procesos que se entrecruzan en su elaboración

En este sentido, y como sé que a algunos de ustedes les interesan mucho estas anécdotas creativas de carácter interno, me gustaría recomendarles que de alguna manera echen un vistazo al estupendo documental “Seis meses en el alambre” (Murrico Producciones, 2017), dirigido por Álvaro Carmona y recientemente estrenado. En él, además de otras curiosidades del grupo y del proceso creativo de la comparsa, podrán acceder a material inédito, como los distintos estribillos alternativos que se barajaron hasta llegar a la versión final, la búsqueda y construcción de las voces en diferentes momentos del repertorio o la versión original del pasodoble que trajo Noli, incluida la letra de medida escrita por él mismo y por la que algunos de ustedes han preguntado con interés (puesto que nunca se llegó a cantar). Para quienes seguís estos comentarios de texto, con la curiosidad y el afán de descubrir como motores de vuestra atención, esta película puede suponer un interesante acercamiento, no ya a un singular material audiovisual en torno al grupo y a la gestación de la comparsa, sino a la constatación de la importancia del trabajo en equipo. Porque ahora, a toro pasado, si algo resume el funcionamiento de esta comparsa ha sido el del trabajo en equipo. Incluido un repertorio, que se ha construido (como en casi todos los grupos en verdad ocurre) con la aportación valiosísima de componentes de la agrupación que no rezan en los títulos de crédito.

Pero sobre este asunto hablaremos específicamente en la siguiente entrega de estos comentarios.

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