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Editorial
Imagen: Pedripol

Decía Emepunto Rajoy en un artículo de 1983 que publicó en El Faro de Vigo y en el que elogiaba un libro del filonazi Moure Mariño que “estos conocimientos que el hombre tenía intuitivamente -era un hecho objetivo que los hijos de «buena estirpe», superaban a los demás- han sido confirmados más adelante por la ciencia: desde que Mendel formulara sus famosas «Leyes» nadie pone ya en tela de juicio que el hombre es esencialmente desigual, no sólo desde el momento del nacimiento sino desde el propio de la fecundación (…) todos los modelos, desde el comunismo radical hasta el socialismo atenuado, que predican la igualdad de riquezas -porque como con tanta razón apunta Moure Marino, la de inteligencia, carácter o la física no se pueden «Decretar»- y establecen para ello normas cuya filosofía última, aunque se les quiera dar otro revestimiento, es la de la imposición de la igualdad, son radicalmente contrarios a la esencia misma del hombre” Es decir, no a la igualdad social porque para eso somos diferentes en estirpe y en naturaleza. ¡Toma ya!

En otro artículo de 1984,, publicado en el mismo periódico, y esta vez elogiando un libro del franquista e inmovilista Gonzalo Fernández de la Mora, decía: «Demostrada de forma indiscutible que la sociedad es jerárquica, engendra a todos los hombres desiguales, no tratemos de explotar la envidia y el resentimiento para asentar sobre tan negativas pulsiones la dictadura igualitaria. La experiencia ha demostrado de modo irrefragable que la gestión estatal es menos eficaz que la privada. ¿Por qué se insiste en incrementar la participación estatal en la economía? En gran medida, para despersonalizar la propiedad, o sea, para satisfacer la envidia igualitaria» Es decir que quien pide igualdad social (ya sea de oportunidades, de género, de razas, de responsabilidad ante la ley, etc) es un envidioso y un resentido que no acepta que haya ricos y pobres o que haya altos y bajos, rubios y morenos. Impresionante. Este es el presidente que tenemos. Un ejemplo claro de lo que, glosando a Sánchez-Cuenca, sería la inferioridad moral de la derecha.

Pues a pesar del “desigualatista” Emepunto y de lo que entienda por «envidia igualitaria» su caterva de privilegiados, desde ETP pedimos igualdad; igualdad para mujeres y hombres, para todas las razas, para acceder al conocimiento, a la educación, a la sanidad, igualdad ante la ley, ante las instituciones. Ya aprovecharemos las enriquecedoras diferencias que la naturaleza nos ha dado a cada una –diversidad natural que, por cierto, estos mismos que hablan de envidia igualitaria no respetan pues las diferencias las entienden desde la supremacía. Pero en lo que respecta a la normas de construcción de sociedad, exigimos que en esas normas convenidas, en esas leyes, no haya exclusión; igualdad para todos y todas. Queremos ser iguales a la hora de acceder a un Máster o a una cita con el médico –y atendidos sin discriminación- o a un trabajo y ser juzgados sin distinción de “estirpe”, raza o identidad. Confunde Rajoy naturalidad y normalidad, artificialia y naturalia, al igual que las confunden aquellos quienes creen que lo público, las instituciones, les pertenece por “estirpe” y entienden que pueden apropiarse de lo público para ponerlo al servicio de lo privado. Lo que se llama corrupción, vamos.

No le hubiera venido mal a Emepunto haber leído a Rosa Luxemburgo y entender que hay quien lucha “por un mundo donde seamos socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres”. En este número de ETP, hablamos de eso, de corrupción, discriminación y de corruptos: en Madrid, en Barcelona o en Cádiz. Y hablamos de distinguir entre las enriquecedoras diferencias naturales y las necesarias igualdades sociales. Igualdad social, ahora y siempre.

 

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