Fotografía: Jesús Massó
Por la presente solicito que la ciudad de Cádiz sea nombrada Ciudad de la Libélula y acoja a estos artrópodos para goce y disfrute de toda su población,
que le sea permitida su visita y estancia en gran medida, sin limitación de número y color, desde el Paseo llamado de Vendaval hasta la Punta de San Felipe,
y que sus calles sean surcadas y navegadas por sus vuelos inspiradores,
que floten donde les plazca y aceleren y se detengan cuantas veces les sea necesario, ya sea en soledad, en leve compañía o en torrente,
y se posen y tomen asiento en cada brisa, mármol o fuente de la ciudad,
para que puedan nuestras calles ser motivo obligado de parada nupcial, donde se contemplen las danzas de cortejo y posteriores cópulas.
Que se declare el asombro y el silencio de la población y asista admirada al tenue y vibrante batir de las alas de los amantes,
que nada ni nadie lo ose turbar y se declare a su vez la ciudad desierta de ruidos y voces que ensombrezcan o aminoren dicho temblor amoroso,
Que explosionen las calles regaladas de fértiles dorados y azules de ultramar, de verdes metálicos y marrones y negros, y de cuantos colores hayan sido dotadas por la profusa naturaleza,
Y que parpadeen sus alas invisibles ante nuestros ojos,
Y que en parte nos abata y nos inflame y nos adolezca,
Y sean entonces bienvenidas sus imitaciones y ansias por calles, plazas y azoteas:
Y que la ciudad sea por fin tomada por un batir que se esparce,
Y sea proclamada la Dicha durante su instancia,
y salga la población en tropel en ardoroso deseo y que se procure el roce y contacto de cuantos cuerpos que habitan en la ciudad,
Y que se amen los que se contemplan y sean prolijos y fértiles en caricias y ademanes con independencia de edad, pensamiento y posición que ocupe,
que la Ciudad de la Libélula sea la ciudad que todos buscan y procuran.
Y que luego, cumplidos de amor, se salga por sus murallas, torres y balconadas a despedirlas cuando retornen a sus charcas, y sean acompañadas por drones, pañuelos y cometas,
Y que nos quede una sonrisa en el reposo,
Y cada cual, a su vez, retorne donde la plazca si lo requiere o siga embriagado a su modo, entrega y manera según le convenga.