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Bueno, tanto jaleo, tantos vestidos rasgados, tanto hablar de cultura, de valores artísticos, de eximio poeta, de convencido demócrata para que al final el inconsciente te saque el pelo de la dehesa golpista. ¿Quién habrá sido el genio, él, ella o elle, que ha propuesto que se celebre el 19 de julio un acto de desagravio al autor de El poema de la bestia y el ángel? Sin olvidar otras grandes obras teatrales como El Divino Impaciente o Cuando las Cortes de Cádiz en la que Lola la Piconera, trasunto de un pueblo español engañado por masonazos como Azaña, termina siendo fusilada por el enemigo, francés por supuesto. Ya se sabe que el pensamiento de José María Pemán es anterior a la Ilustración y quienes quisieron imponer las ideas de libertad, igualdad y fraternidad a golpe de invasión.

También salieron de la pluma del eximio autor himnos, incluido uno de España en el que pedía que se alzara el brazo y que yugos y flechas cantaran al compás del himno de la fe. O aquel otro al batallón de Milicianos creado por Ramón de Carranza en el que llamaba, ya en la primera estrofa, a limpiar la tierra española de las hordas sin Patria ni Dios. Por esos mismos días eran enterrados los cadáveres de quienes aparecían asesinados en los alrededores de la plaza de toros. Donde hoy está el sencillo monolito que los recuerda y que parece molesta a algunos. Pemán incluso escribió una historia de España contada, por supuesto, con sencillez. Todos ellos títulos hoy bien conocidos, leídos y admirados por la sociedad española incluidos sus fervientes seguidores que han tocado a rebato estos días. 

Sí, ya sabemos que el 19 de julio es el día en el que falleció Pemán. Pero es que la vida, la historia, también gasta esas bromas y ese día es también en el que, con la llegada de las tropas africanas, los golpistas acabaron por dominar en 1936 a Cádiz y Jerez. Pronto Pemán salió de su finca El Recreo y comenzó a ejercer una faceta, hasta entonces desconocida en su obra, como locutor en radio Jerez. Desde sus micrófonos lanzaba proclamas sobre la necesidad del golpe de estado y de la guerra para rescatar a España. En un tono encendido y de elevado patriotismo decían. Además de difundir por las ondas ideas como que “la idea de turno o juego político, ha sido sustituida para siempre, por la idea de exterminio y expulsión, única salida válida frente a un enemigo que está haciendo de España un destrozo como jamás en la historia nos lo causó ninguna nación extranjera”. Había nacido quien sería el poeta alférez que sentía, cantaba y vivía la nueva Epopeya Nacional. Tan aficionados a la estética en esta ocasión se les ha olvidado. 

Y eso que no quieren recordar los organizadores del acto, Junta de Andalucía a la cabeza, aquellas cosas. Más aún no saben como enterrarlo de forma definitiva. ¡Memoricidas! Una actitud que, independientemente de que ponga los vellos de punta que la adopten los representantes de nuestras instituciones, me ha hecho recordar durante estos días lo que escribió la filósofa alemana Hanna Arendt sobre la banalidad del mal. Ya saben eso de que personas consideradas normales son capaces de realizar actos monstruosos y que, con el tiempo, pueden ser recordados como ancianos simpáticos pretendiendo olvidar o dejar en “pelillos a la mar” su participación en aquellos hechos ominosos. Lo que, dicho a la pata la llana se llama blanquear. Igualando a víctimas y verdugos. ¿Qué dirían esos defensores numantinos si se hiciera lo mismo con los verdugos de otras víctimas?

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Monumento José María Pemán, Parque Genovés, de Emilio J. Rodríguez Posada This file is licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 2.5 Generic, 2.0 Generic and 1.0 Generic license.

Seguramente ni los propios golpistas, Pemán incluido, pensaban hasta donde iba a llegar la maldad de sus acciones. Incluso, pasado el tiempo de la necesidad, comenzaron a sentir vergüenza de lo que habían hecho y consideraron que debían borrar aquellas iniquidades que manchaban ese paternalismo que hasta entonces había acompañado a la mano dura cuando pensaban que era necesaria. El mundo de la oligarquía terrateniente y bodeguera jerezana a la que pertenecía quiso borrar hasta esa fotos de brazos en alto, uniformes y correajes que se enfundaron aquel terrible verano de 1936.

Creyeron haberlo logrado. La victoria se consiguió y la dictadura se consolidó. Durante décadas el terror imperó. ¿Quién era el guapo en levantar la voz? Lo menos que le podía pasar era no recibir aquellos favores que los amos de siempre se dignaban a concederles. Incluso la impunidad, la confianza en la victoria era tal que creyeron que nunca más iban a salir aquellos cadáveres de los armarios-cunetas, de los expedientes de depuración, de la invisibilidad privada y pública a las que habían sido condenados centenares de miles de españoles. Bueno, no eran españoles –y no sé si todavía, visto lo visto estos días, muchos no siguen considerándolos– sino miembros de la horda roja o, en todo caso, súbditos necesitados de una adecuada reconversión, reeducación, física y moral mediante el trabajo esclavo y la redención religiosa.

Durante otros cuarenta años de democracia, en interés de una supuesta concordia, la losa de mármol del olvido y el pasteleo cayó sobre las víctimas y también sobre todo aquello que pudiera avergonzar a sus verdugos. Por cierto, hablando de concordia, algo tendría que decir el actual comisionado de la Concordia, gaditano para más INRI, perteneciente a esa consejería. Su silencio resuena más que los insultos que lanzan esos intelectuales más o menos conocidos y plumillas más o menos hábiles y graciosos. ¿No está la ley para cumplirla? ¡Ah! no, que es sectaria. Ya.

Que una administración pública tache de sectaria la aplicación de una ley sólo puede salir de la mente de que quienes la ocupan piensan que las leyes, el poder y el pensamiento es cosa exclusiva de ellos. Como ha sido toda la vida esa otra expresión que tanto les gusta. Sin embargo, hablen como hablen, apelen a la victoria o a una supuesta revancha de los rojos la convocatoria sólo expresa aquel dicho que dice que piensa el ladrón que todos son de su condición. Sobre lo de partidista ni merece la pena comentarlo. ¿Qué pensaran que son ellos?, ¿el partido único?, ¿la expresión auténtica de esencia inmutable hispana?  

De todas formas algo bueno tiene la astracanada castiza que se está desarrollando. En primer lugar sacar a la luz el nivel argumental de la derecha y la extrema derecha local. No por conocido está demás que se explicite de vez en cuando. En segundo lugar que a pesar del ruido amplificado por determinados voceros el griterío no ha salido de los habituales círculos “bien informados”. Por el lado negativo está que es una muestra más de la pervivencia de sectores muy movilizados de defensores del blanqueamiento de determinados personajes en base a la ya citada banalización del mal. También de la apatía de otra parte de la sociedad que piensa que esto no va con ellos. Esperemos que no llegue el momento en que se de cuenta de que sí, de que iba con ellos.

Por cierto, parece que la Academia Hispano Americana de Cádiz también ha protestado por la ofensa cometida con su presidente casi vitalicio, entre 1939 y 1981, como se estilaba durante aquellos años. No estaría mal que alguien investigase en qué circunstancias se produjo el ascenso de Pemán al cargo y qué pasó con la biblioteca de la citada institución para garantizar que su contenido incidiera en los valores de la nueva España.

Termino recordando otro dicho castizo: aunque la mona se vista de seda, mona se queda.

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