No puedo olvidar aquella entrevista al recién nombrado concejal de Cultura de la corporación municipal que presidía Teófila. El nuevo edil de Cultura afirmaba, con rotundidad, que sus aficiones culturales se inclinaban por la imaginería religiosa (léase Semana Santa) y la zarzuela. Aún sigo convencido que lo de la zarzuela lo dijo por adornarse un poco, por darse pisto cultural.
Una demostración, otra más, de que la cultura era la ‘asignatura maría’ de las políticas de la derecha, en este caso del Partido Popular. O sea, que hay que poner la cultura en los programas electorales porque queda bien y porque reparte pasta a la hora de la piñata presupuestaria. Y por fin, llegado el momento de los nombramientos, cuando no se sabe qué dar a alguien, se opta por asignarle la cultura, que eso es fácil y lo hace cualquiera.
Una nueva prueba de todo ello es la designación de Patricia del Pozo como consejera de Cultura en el nuevo gobierno andaluz. A la responsable de la cultura andaluza no se le conoce ni un trabajo ni una sola iniciativa relacionada con la cultura (en realidad no se le conoce ningún otro trabajo fuera de su partido, el PP). No obstante, se reconoce aficionada “a las tradiciones de mi tierra” (léase Feria de Abril) y sus colaboradores han dejado escrito que además es “asidua al Teatro de la Maestranza y que ha estado muy atenta al ciclo de exposiciones Las Edades del Hombre”. Para nota queda su declarada afición a las corridas de toros y “especialmente al arte del rejoneo”.
Del Pozo se marca como prioridad la Ley del Flamenco y en cuanto al patrimonio cultural andaluz ha declarado: “No hay nada de mayor belleza. Voy a trabajar para hacer de esa belleza que tenemos uno de los principales motores de nuestra tierra y que los andaluces puedan disfrutar de ese patrimonio tan bello”.
Sin duda todo parece bello. Aunque ya tiene mucho terreno ganado con la programación de Canal Sur Televisión del PSOE. Sólo tiene que estirarla un poco para que todo sea más bello aún.
Y estrechar su vieja complicidad con la Iglesia y con los banqueros.
En fin, que la cultura de la derecha vuelve a lo mismo de siempre: a la cultura de sus intereses para que nada cambie. Una cultura tampax: que no se note, que no moleste, que no traspase. Y que no incomode al mercado y que agrade al poder político.
La cultura aparece siempre como sospechosa, en la medida que se la identifica con actitudes críticas.
Pero la cultura es, o debe ser, crítica, socialmente transformadora, dinámica frente a lo estático y renovadora frente a lo rutinario. La cultura debe pisar callos, meterse en charcos y que le partan la cara denunciando la desigualdad y la injusticia. La cultura es, o debe ser, comprometida, y hacer crecer en humanidad, y conectar con el mundo para que no nos engañen.
Ah, pero la derecha gana las elecciones con otras cosas.
Y con Patricia del Pozo ahora todo está en su sitio. Nada peligra. Todo está bien guardado.