“El problema ahora
David Eloy Rodríguez
es que la jaula está
en el interior del pájaro.”
A fin de cuentas en la jaula no se estaba tan mal o eso parece.
El silencio arrastrándose por las cornisas de las fachadas casposas y cansadas de soportarnos era reconfortante. Lo de congelar el tiempo como si fuera una pechuga de pollo fileteada nos ha cogido el gusto. Aquello de estar obedeciendo (Netflix de por medio) era comodísimo para aliviar nuestras carreras antiguas de la vida antes de la pandemia (de síndrome de la cabaña tiene tú to la cara).
Pero claro nuestro suelo se desquebraja con las distancias. No contábamos con eso y más que el tiempo podríamos decir que son los espacios quienes nos salvan o nos curan, pero nosotros ponemos cada vez más y más distancias de seguridad con la herida y ahí, casi siempre, está el conflicto.
Me explico; hay demasiada pandemia suelta pero nos resulta menos complicado no mirarlas de cerca, poner distancias, dejar que el tiempo nos cure, el tiempo lo cura todo, eso nos dijeron desde siempre, pero el tiempo solo pasa, lento y despacioso, arrastrándose por los adoquines y por las plazas como una masa pegajosa que nos contagia con las agujas propias de cada reloj de pared de los salones principales.
Es por eso que ahora que estamos un poco más muertos es cuando escucho hablar al poeta de mi mesilla de noche. Habla a la par que sangra por la herida y yo lo escucho en silencio y en su herida veo la mía y con el dedo índice la busco para reconocerla de nuevo. Cuestión de distancias o cosas de poetas, llámenlo como quieran, pero sirve, sirve acariciar la herida para saber que está ahí contigo y que por mucho que pase el tiempo y por mucho que no la mires y por más que corras de ella, continua debajo de tu carne esperando a sangrar en cualquier instante.
Nos han engañado. Ni el pecado ni el pan nace con nosotros. Es la herida que sobrevive a quien nos trae. La herida de quien huye. Mi herida original es heredada como la de casi todos. Negocio con ella como negocio con el casero, como negocio con el wc que limpio a la par que pienso en cómo escribir este texto.
No es tarea fácil, claro pero nadie dijo que la vida sería vivir en una jaula cómodamente viendo Netflix y obedeciendo eternamente. Vivir es nacer un día tras otro y eso es muy trabajoso.
La pandemia es una anécdota en nuestras vidas, cuando llegó ya estábamos todos contagiados de nuestras propias miserias. La herida nos sobrevive demasiadas veces y de esa pandemia no podremos huir.
No hay fugas suficientes para tantas heridas ni vacunas para tanto miedo. Pero el poeta de mi mesilla habla cada noche por su herida y yo me acaricio la mía hasta que se duerme el miedo y consigo salir de la jaula.