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Nos está pasando lo mismito que a las dos últimas rebanadas del paquete de pan Bimbo, esas dos tapas ( o culos) que nadie quiere y que al final, sin más remedio, acaban uniéndose para formar el bocata de emergencia; pues eso es exactamente lo que le ha pasado a nuestra sociedad. 

Hemos ido agotando todas y cada una de las medidas preventivas propuestas hasta vernos abocados a la única opción disponible, al último bocata de emergencia: la cuarentena masiva de toda la población y la llamada a la conciencia social. Y la sociedad gaditana, en su gran mayoría, parece que está respondiendo. 

Parece que esta crisis sanitaria mundial no nos la hemos visto venir. No teníamos el cuerpo preparado para un cambio de vida radical tan repentino porque en nuestro fuero interno todos y todas pensábamos que los cambios solo se producen el 1 de enero con el típico propósito anual de aprender idiomas y de apuntarse al gimnasio. 

Y al final, resulta que nada de “canaigoutudetoileplis” y nada de parraques innecesarios con sobre esfuerzos en clases de spinning. La vida, sin avisar, nos ha regalado una dosis de realidad y nos ha dado un hostia bien fuerte con la mano abierta y las uñas largas. 

Sepulveda post
Fotografía: Fran Delgado

Y aquí estamos, sin saber cómo, más unidos que nunca; descubriendo que a la del 1oB le gusta cantar Sergio Dalma por las mañanas y que el adolescente ese del bigotillo incipiente del piso de enfrente ya se ha aprendido casi entera la canción de Titanic con la flauta dulce. 

Y tú, sin darte cuenta, te descubres apurando el tarro de la mayonesa, dosificando el papel higiénico como si de trufa negra cochinera se tratase y calentando esa lata de fabada que compraste en febrero del 2019 en un impulso de “porsiacasismo”. 

Te sorprendes preocupándote por tu prima la que se mudó a Zamarruga de la Punta y a la que sólo ves una vez al año, por Navidad, con la atragantona de gambas congeladas. Y te ves pasando las tardes haciendo vídeo llamadas múltiples con tu gente; aquellos y aquellas a los que la crisis desperdigó por el mundo con la fuerza y la distancia con la que se lanza una maldición. 

Vivimos tiempos difíciles, tiempos de pausa donde las familias se han arremangado y han arrimado el hombro a la comunidad docente para, dentro de sus posibilidades, intentar darle continuidad a la vida escolar. Teniendo en cuenta que los aprendizajes que vamos a conseguir con esta cuarentena no son ni matemáticos, ni bilingües, ni ortográficos. Los aprendizajes que vamos a conseguir con esta cuarenta son la empatía, la solidaridad, la paciencia, el sacrificio, el agradecimiento y el compromiso social. 

Esta emergencia sanitaria mundial nos ha encerrado en nuestras casas y nos ha acercado a los demás en una suerte de objetivo común y de “Revolución de los balcones”. 

Y todo esto acabará y algún día podremos contarle a nuestros nietos y nietas que hubo un tiempo en el que salíamos a los balcones a aplaudir, a montar caceroladas y que, después de una partidita de bingo, un “Hola Don Pepito” y dos “Sobreviviré” al final acabábamos congeniando con nuestro vecindario y cogiendo relente. Porque ya se sabe que en Cádiz nuestro principal enemigo es la humedad. 

Llegarán de nuevo los tiempos de estrés en las maletas , volverán los paseos al atardecer y los besos y arrumacos por las esquinas. Pero mientras, nuestro pensamiento y nuestra solidaridad está junto a los que 

están al pie del cañón: personal sanitario, transportistas, trabajadores/as de alimentación y farmacias, autónomos que tendrán que asumir pérdidas y más que posibles cierres de negocios. 

Cuando nuestra sociedad remonte y el sol del verano nos repique en el entrecejo y nos unifique el “moreno balcón”, sabremos que ha llegado el momento de volver a la rutina, a la vida diaria y a las prisas que matan. 

Y es entonces cuando, vecino, vecina, quiero encontrarme contigo en esa tienda de barrio, en ese comercio pequeño y en ese bar de cinco mesas apretujadas alejados de las franquicias y las enormes superficies. Entonces será cuando nos toque a todos nosotros y nosotras levantar a los que esta emergencia sanitaria hundió sin compasión y sin fecha de repunte. 

Que la rebelión de los balcones, más pronto que tarde, nos encuentre con una nueva revolución del pequeño comercio; y que tú y yo, como las dos últimas rebanadas del pan Bimbo, nos unamos para formar un nuevo bocata de emergencia llamado solidaridad. 

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