“Cualquier lugar puede ser el mejor
si alcanzaste a caer un poco más acá de las sombras que a todos corresponden”.
Fernando Quiñones
Se cumplen veinte años en 2018 de la muerte de Fernando Quiñones, cincuenta años de la creación del Festival de Alcances, treinta y cinco de la Canción del Pirata… y ya se tiene asumido que decir Fernando Quiñones es decir Cádiz. Un hombre polifacético, inteligente, hiperactivo, como le define su hija Mariela; nacido en Chiclana pero habitante de la ciudad de Cádiz desde que nació realmente. Veinte años de la ausencia de un hombre que nos dejó un legado tangible en sus escritos e intangible en su espíritu, con el que muchos nos encontramos en deuda y con la obligación de mantenerlo vivo porque lo merece y porque nos lo merecemos.
En días pasados se ha celebrado un Congreso Internacional sobre su obra, organizado por la Universidad de Cádiz con el nombre de “Si yo les contara… 20 años sin Fernando Quiñones”, se ha inaugurado la exposición al amparo del Centro Andaluz de las Letras “Las mil noches de Fernando Quiñones” en el espacio municipal Fernando Quiñones, se ha llevado a cabo la octava Ruta por la asociación de amigos de Quiñones y la batería de actividades, encuentros, presentaciones que están por llegar nos llenan de satisfacción. Pues bien, en el Congreso citado y con amplia participación, parece que por fin la obra ocupa un primer plano para el análisis crítico y académico, cuestión importante y necesaria. Y también porque a raíz de las reflexiones volcadas en las distintas intervenciones hemos podido darnos cuenta de las contradicciones y de la falta de rigurosidad que existía en torno a los estudios que se han acometido hasta la fecha en torno a la obra. Expertos que no entienden la narrativa del autor o clasificaciones de su obra por periodos o por géneros que carecen de precisión. Por lo tanto, se hace más necesario que nunca un rescate y un estudio serio, se hace necesario que la obra fundamental de nuestro autor aparezca en los libros, que se hagan comentarios de texto por los estudiantes de bachillerato y de la universidad, que se siga investigando y que se reúna un corpus amplio de la correspondencia que envió a los autores de su época que se encuentra desperdigada y desclasificada.
Desde hace ocho años, la Ruta lleva llamando la atención sobre la universalidad de la obra de Fernando Quiñones, que quizá, por su diversidad y la carencia de reediciones, ha dificultado la realización no sólo de un corpus sino de un estudio formal que la situase en el lugar que por mérito le corresponde y que es el que las autoridades académicas deberían acometer. Las anécdotas en torno a su obra son incontables, infinitas, imposibles ya de recoger pero siguen vivas y muchos de nosotros, los deudores y testigos seguimos cantándole y contando que caminos nos llevaron hasta él.
La conexión de Quiñones con sus contemporáneos, con aquellos poetas del 50, entre los que no figura en antologías, está sobradamente demostrada a través de la colaboración en las revistas de la época: Platero, Alcaraván, Arquero de Poesía, Marejada, Caleta… y aunque rompía la correspondencia que recibía en su domicilio de Madrid o de la calle Rosario Cepeda, si existen cartas que Fernando escribió a Julio Mariscal, Carlos Edmundo de Ory, Pilar Paz Pasamar, Caballero Bonald, Borges, José Hierro y una larga lista de nombres que debieran ser rescatadas para terminar de escribir la trastienda necesaria del autor.
En ocasiones, algunos han visto la Ruta Quiñones como una perversión a la obra, han contemplado solo el ambiente lúdico festivo que la rodeaba sin darse cuenta de que el objetivo de la misma era precisamente la lectura, la presentación, la representación o el cante de un legado que pedía a gritos ser vivido y revivido año a año. Porque la trastienda de la obra de Fernando está llena de humanidad, de testimonios renovados año a año y su escaparate oculto está lleno de riqueza, de variedad, de contraluces, de textos tan cultos como pueden ser las crónicas que no se encuentran al alcance de una inteligencia cualquiera. Las crónicas deben analizarse por nuestros alumnos de hoy para que conozcan el mundo, la geografía, la filosofía y nuestro idioma. Los relatos y sus novelas han recuperado cierto reconocimiento a duras penas. Nadie ha llegado en dos ocasiones a ser finalista de un premio Planeta quedándose ahí, a pesar de la divina escritura. Por ello seguimos vindicándolo y reivindicándolo.
Fernando Quiñones fue un avanzado de su tiempo, una mente preclara y un ser generoso y humano, cientos de testimonios lo avalan en cuanto o dos o tres se reúnen en torno a su espíritu. En su trastienda estaban los intelectuales sí, otros escritores también pero sobre todo estaban los flamencos, los cinéfilos, los actores y actrices, los caleteros, los periodistas, los artistas, los amigos y los jóvenes. En el Congreso y en las rutas se han repetido muestras emotivas de ello. ¿Cuántos hemos conocido dos y tres veces a Fernando Quiñones? ¿Cuántas veces lo volvemos a conocer y reconocer, a encontrar, reencontrar y descubrir? ¿Cuántos lo vivimos en la playa, por las calles desde nuestro desconocimiento de niños para encontrarnos con el inquieto paciente que nos corregía y daba ideas para nuestros textos e investigaciones al crecer?
Si por fin el escaparate de Fernando Quiñones empieza a llenarse de luz, no les cuento la trastienda, solo me falta pedirles que pasen y lean.