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Lolo garcia
Imagen:Pedripol

Lo políticamente correcto, lo correctamente político, eso puede ofender a, eso me ha ofendido mucho oh. El papel de fumar con la que nos la cogemos, el papel en la sociedad que pillamos, el papel que se tacha a sí mismo y se pliega ante los demás, el papel que nunca perdemos porque nuestros papeles ya están perdidos desde el momento que nos apuntaron en un papel. Segmentar por temas, evitar cualquier hecho susceptible de ser hiriente. Las víctimas de los atentados, las mujeres que se mueren (cuando las matan), los hombres que confunden violación múltiple con sexo en grupo, los manquitos, los youtubers, los mariquitas, los gorditos, los celiacos, las personas con capacidades diferentes, los que se consideran a sí mismos normales o políticamente incorrectos. Los que son la medida de las cosas; de todas las cosas sin medida. Los que necesitan la aprobación de los demás y la reprobación de los otros. Los diversos (las diversas), los conversos (las conversas), el coño de tu hermana (los cojones de tu primo). Yo, tú, él, nosotros, vosotros y, sobre todo, ellos.

Todo es ofensa, todo es aduana en las fronteras del humor limítrofe y limitado. Todo esto antes era campo y se ofenden los de Medina. No sabes con quién estás hablando y se mosquea la Asociación de Mudos de Conil.  Colgado de un barranco duerme mi pueblo blanco y ya tienes a toda Olvera en pie a las 8 menos cuarto de la mañana si hace falta (si hace falta, se ofende Sergio Ramos). Todos ofendidos, todos distinguiendo entre lo que es humor y lo que no es gracioso, en lo que me ofende a mí porque perpetúa roles que me ofenden a mí, porque Carrero Blanco tenía familia, porque Lluis Llach tenía una estaca, porque comer perdices cuando sé es feliz, sin tener en cuenta el sufrimiento que se le deriva a estas elegantes y sufridas galliformes, es bastante ofensivo. El humor nunca es frontera porque es camino, porque es río y es vereda, porque se puede llevar todo el alcohol y el tabaco que quieras sin tener que rendir cuentas a nadie, porque no ofende el que quiere sino el que realmente no quiere ni lo necesita.

Tampoco creo en eso que dicen que el límite del humor es el propio humor, como marcando un estándar de calidad, una élite de la risa, poniendo guettos, que no son fronteras pero también hacen difícil la circulación, la transformación y el entendimiento. El humor malo o desafortunado, afortunadamente también es humor. Porque el único límite del humor es la palabra límite. Y el carnaval, por supuesto. En este año de tuiteros condenados, de persecución mediática, de que todo hijo de vecino sea vigilante, cuando incluso la gente más tolerante corre a buscar un ejemplo de humor incorrecto o de comentarios desafortunados dentro de las redes sociales de los menos tolerantes, espero que no se vaya a poner el foco en una fiesta donde la libertad (al menos de palabra) hace años que no se ve amenazada por la opinión pública. Por los represores sí, pero eso no está en la mano o en la piel más fina que gruesa de los que formamos el pueblo ofendido o susceptibles de ofenderse. En el COAC no le tengamos miedo a nada que no sea un popurrí de coro, en la calle no tengamos miedo a otra cosa que no sea que ya se haga de día.

Estoy terminando este artículo y me acuerdo que este año la chirigota del grupo empresarial Chirigotas de Airón se llaman Los Susceptibles. Pienso en escribirle a Paquito Gómez para que no se ofenda por este artículo. Y luego pienso en que se pueden ofender los otros de la chirigota por poner aquí que voy a escribirle a Paquito. Y así todo. Y así siempre.

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