“Yo no deseo que las mujeres tengan poder sobre los hombres, sino sobre ellas mismas”(Mary Wollstonecraft 1759-1797)
Me hierve la sangre, se me encoge el corazón, se me revuelven las tripas, me duele el alma. Pienso en C., en su sufrimiento, en la huella ya imborrable en su joven corazón, en su agonía durante el proceso judicial, en la incredulidad que han mostrado los defensores y defensoras del patriarcado que, amparados en la presunción de inocencia y en nuestro sistema garantista, no quieren ver otro camino, aquel que otro Tribunal sí hubiera elegido. Existía la posibilidad de mantenerlos en prisión hasta cuatro años y medio, pero un magistrado y una magistrada han decidido que no hay riesgo de fuga ni de reiteración delictiva, que conocemos su aspecto, que no se les puede negar el arraigo, que no tienen recursos económicos y que desconocen la instrucción de la causa de Pozoblanco.
Vuelvo a pensar en C., en todas las C. que han sido violadas, en las que denunciaron y soportaron un calvario, en las que tuvieron miedo a denunciar, en las que se defendieron y las asesinaron, en las que dijeron NO, en todas las C. y en todas y cada una de nosotras que podríamos haber sido C., que podemos ser C.
Nos manifestamos pacíficamente y se ríen de nosotras. Nosotras las que no agredimos, las que no violamos, las que creemos en nuestras hermanas, en nuestras compañeras a las que jamás vamos a dejar en la estacada.
¿Qué tenemos que hacer para qué creáis a las mujeres? Los hijos sanos del patriarcado que nos agreden, que abusan de nosotras, que nos violan y que nos asesinan están entre nosotras y están entre vosotros. No están locos, no padecen ningún trastorno mental. No creáis en falsas leyendas sobre las enfermedades mentales. No fueron el alcohol ni las drogas, ni la testosterona. Fueron ellos, sanos, lúcidos y cobardes. Fue el porno que fomenta la cultura de la violación, asequible para cualquier crío con acceso a internet. Porque nosotras no violamos, no fantaseamos con sexo grupal, no ejercemos esa violencia para sentirnos poderosas.
No pienso en el magistrado del voto disidente en la sentencia, ese señor que “tenía problemas” según el anterior Ministro de Justicia, y que sigue interpretando la ley y esparciendo su hiel en párrafos demenciales, aberrantes. Sí pienso en ella, la magistrada que denegó su libertad provisional, que los condenó por abuso en una sentencia contradictoria e incoherente, y, ahora les regala libertad, la libertad que C. no tiene porque el miedo aterrador de encontrárselos en cualquier lugar debe ser paralizante. C. sabe que la vigilan, que siguen sus pasos, sus redes sociales, sus encuentros, a sus amigos, sus fotografías.
Y no dejo de pensar en los foros de internet y los medios de comunicación que han alimentado la misoginia y el machismo más cruel difundiendo datos e imágenes de una víctima especialmente protegida. No les ha ocurrido nada, ahí están lanzando consignas vehementes contra las feministas y mostrando lo peor del alma humana.
Pienso en los 100 kilómetros que me separan de Sevilla, en la posibilidad de encontrarme a esas cinco ratas de cloaca, en toparme con el abogado que nos llama histéricas y ahí congelo la imagen. No podría contenerme, lo reconozco. No creo en la venganza, pero si falla la justicia en qué podemos confiar.
Estamos desprotegidas. Nos están lanzando un mensaje, una amenaza: calladitas estáis más guapas, más bonitas. Es lo que siempre han esperado de nosotras: la sumisión. Pero somos bravas, valientes, y alzaremos la voz, nos desgañitaremos gritando hasta quedar afónicas.
Dice nuestra actual Ministra de Justicia que van a formar a todas las personas del ámbito judicial en violencia de género; es vital, porque aunque sé que existen personas instruidas y luchadoras dentro del sistema, éste adolece de empatía y consideración. Justicia patriarcal.
Es absolutamente imprescindible que la violencia sexual contra menores y mujeres sea tratada con especial sensibilidad para poder frenar y castigar este tipo de violencia; y que sea tartada con distinción en el ámbito penal. Es urgente, muy urgente.
Aunque vuestros santos cojones hayan decidido desprotegernos, aunque vuestro rancio cerebro haya reaccionado quemando a las brujas en la hoguera, aunque vuestros medievales actos deseen condenarnos al silencio, vamos a seguir luchando, y ganaremos; estoy segura de ello. Sabéis que somos el 52% de la población y que si paramos, se para el mundo, tenéis miedo y reaccionáis con ira ejercitando el poder, jugáis sucio, pero no nos detendréis. Lucharemos jugando limpio, no soportamos vuestros criterios, vuestras armas. Las nuestras son la igualdad y la sororidad. Quien la sigue la consigue. Ha llegado la hora y lo sabéis. Tembláis y reaccionáis ante vuestra pérdida de privilegios. Actuáis como hienas, amparando a la carroña.
Y vuelvo a pensar en C., freno la impotencia, y me invade la rabia. Así que pienso en vosotras, en nosotras, en cada aliento, en cada determinación, en cada convicción y me lleno de confianza; porque tengo la certeza, la tranquilidad y la esperanza de poder construir una sociedad justa e igualitaria para todas, para todos. Hasta entonces, seguiremos luchando.