Ilustración: pedripol
A la luz de lo sucedido, no dejan de ser sintomáticas las declaraciones del laureado actor y director de cine Clint Eastwood, uno de los escasos artistas de renombre que ha apoyado la candidatura de Donald Trump a la Casa Blanca. Eastwood afirmó, en plena campaña electoral, que esta era una “generación de mariconas” y que vivíamos en un mundo que se estaba “amariconando” progresivamente, en un intento por ridiculizar las posiciones políticamente correctas de quienes criticaban las salidas de tono racistas de su candidato y hoy presidente de los Estados Unidos.
Resultan hoy, cuando menos, esclarecedoras porque, una vez tomado el poder, Trump no solo ha eliminado ¿provisionalmente? la página en castellano de la web de la Casa Blanca, también aquella en la que se hacía referencia a los derechos LGTB en el coloso norteamericano. Después se ha sucedido la cascada de decisiones ‘viriles’ que harán a América great again: el desmantelamiento del Obamacare, el veto a la entrada en Estados Unidos de ciudadanos procedentes de determinados países árabes, la construcción de un muro de separación en la frontera con México para contener la llegada de inmigrantes…Asuntos todos de sobra conocidos por el lector y la lectora, pero que yo quisiera analizar hoy en su dimensión metafórica y connotativa, en el marco de unas declaraciones –las de Eastwood- que reflejan, sin duda, la idiosincrasia sexual y de género de quienes han tomado el poder en el mayor imperio jamás conocido en la Historia, el único de alcance planetario.
Ciertamente, la gran América que se pretende resucitar aparece anclada a un tipo de subjetividad inequívocamente masculina y heterosexual, mientras que el desarrollo de los derechos lgtb en EEUU y el mundo queda asociado de manera inexorable a la decadencia de la nación, reeditando así de forma tan inesperada como extemporánea la vieja doctrina agustiniana que vinculaba la eclosión de la sodomía con el declive de los imperios.
La Historia, incluso nuestra propia Historia, está repleta de este tipo de metáforas políticas. De ahí este ejercicio de deconstrucción simbólica del discurso trumpistas que proponemos. Sin ir más lejos, el profesor de la UCA Francisco Vázquez nos explica, en su investigación ya anunciada en estas páginas sobre el ‘escándalo de las cartillas’ y la forja del mito de Cádiz como una ciudad de mariquitas, recién publicada por la revista científica Hispania Nova (http://e-revistas.uc3m.es/index.php/HISPNOV/article/view/1944/2113), las asociaciones que los periódicos de la época y las clases dominantes establecieron entre las actuaciones del entonces gobernador civil de Cádiz, Pascual Ribot, y la pérdida total de las colonias en el ‘Desastre del 98’. Así, el periódico Nuevo País subrayaba entonces que el aumento de la “prostitución antifísica” (es decir, homosexual), conducente a aniquilar “hasta las virilidades de nuestra altiva raza”, era una constante que acompañaba a los procesos de decadencia de las naciones.
Verdaderamente, podríamos encontrar muchos más ejemplos en la Historia que ligan de forma indisociable la necesidad de la heteronormatividad con el fortalecimiento de la identidad nacional, todos atizados a la lumbre de doctrinas que se definieron de una manera u otra como ‘regeneracionistas’. Desde la aparición de la sociobiología y las teorías de la degeneración hereditaria, se ha impuesto un discurso político en el que la protección de los sectores más vulnerables de la sociedad y el uso de la diplomacia para resolver conflictos internacionales ha quedado metafóricamente connotado como un signo de molicie, de ‘afeminamiento’ de la nación.
Son relatos alegóricos que creíamos en desuso hasta la llegada de esta nueva ultraderecha rabiosamente nacionalista y antiglobalización que ha tomado el poder en la Casa Blanca, pero que, seguramente, nunca han dejado de habitar entre nosotros. Yo mismo dispongo de recuerdos de primera mano. Compañeros periodistas afines a la derecha española que con la llegada de Rodríguez Zapatero, la retirada de las tropas de Irak, el reconocimiento del matrimonio igualitario y los derechos de las personas dependientes, o su propuesta de ‘Alianza de Civilizaciones’ para combatir el yihadismo, no tardaron en clamar que España se estaba ‘amariconando’. Curiosamente, algunos de esos mismos periodistas fueron los que gestionaron posteriormente la estrategia comunicativa del escándalo de la playa del Tarajal, en Ceuta, cuando la Guardia Civil recibió a bolazos de goma a los inmigrantes que trataban de pisar suelo europeo a nado desde la frontera con Marruecos.
Porque así son las naciones ‘machas’: reciben a los inmigrantes a bolazos, eliminan los mecanismos de protección social de la gente más vulnerable, combaten a los adversarios manu militari. Mariconadas, las justas. Donald Trump y sus secuaces tienen muy bien pensado cómo hay que proceder para hacer América straight again.
Con ellos ha llegado el nuevo tiempo de las mujeres ‘barbie’, los estudiantes armados en las escuelas, la lapidación de los poquitos derechos que la comunidad trans había arrancado a la administración Obama…de Putin como compañero de baile del nuevo emperador.
Un panorama desolador, para ir concluyendo. Creo que ya lo he comentado en otro artículo anterior: ha comenzado el año con la toma de posesión de este señor como presidente de los USA y yo ya ando buscando piso compartido en algún rincón fuera del Planeta Tierra.